La Iglesia de Paraná, de momento, no aprendió qué hacer ante el conocimiento de un caso de abuso por parte de un miembro del clero.
O no sabe qué hacer en lo inmediato, ni después, ni mientras tanto, y tropieza.
Más bien, algo hace pero sólo cuando el caso le estalla en las manos.
La curia sabe de los casos, sólo que reacciona cuando la situación trasciende los muros de los templos y se conoce a través de los medios.
Ocurrió con el caso del cura Justo José Ilarraz: la Iglesia esperó a que se ventilara públicamente, en septiembre de 2012, para después lamentarse por el hecho y anunciar, de un modo que después se repitió, su cercanía a las víctimas.
El modus operandi se reiteró con el caso de otro cura involucrado en un caso de pederastia, Marcelino Ricvardo Moya, en el invierno de 2015, cuando estalló el escándalo en los medios. Otra vez dijo que haría una investigación, se alarmó por los datos que empezaban a trascender, y dijo que acompañaba a las víctimas.
No fue distinto cuando aparecieron las denuncias sobre el cura sanador Juan Diego Escobar Gaviria.
Los tres tienen causas penales en la Justicia, aunque fue con Ilarraz que la Iglesia estuvo contra las cuerdas: tres arzobispos –Estanislao Karlic, Mario Maulión y Juan Alberto Puiggari—debieron testimoniar en la Justicia y hasta se dio un fuerte cruce entre el cura acusado, Ilarraz, y el cardenal Karlic. El primero acusó al segundo de mentir.
No ha sido lo único: en medio, se coló una causa por falso testimonio contra el secretario privado del arzobispo Puiggari, el cura Mario Gervasoni. Y en otro, con el cura Moya, la Iglesia actuó de modo curioso: estando internado en grave estado en el Hospital San Martín, ordenó llevarlo a una clínica privada de Buenos Aires, sin siquiera avisar de ese hecho a la Justicia, que lo tiene en la mira.
Frente a esa reacción tardía, a una condena insuficiente y a la pereza en sancionar a los curas involucrados judicialmente en abusos de menores, creció una organización que contiene a las víctimas, sigue de cerca el trajinar de las familias en la Justicia, y denuncia la complicidad del clero con los abusadores.
Es la red Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico.
Esto publicó la Red en Facebook:
La Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiàstico se sigue construyendo desde el año 2014, está conformado por un grupo de personas de distintos puntos de nuestro país, la mayoría son sobrevivientes, algunas son madres de sobrevivientes, psicólogos, abogado, ex sacerdotes por decisión.
Aunamos fuerzas en la búsqueda de verdad y justicia, es un espacio de contención, de asesoramiento legal, de intercambio de experiencias, de dudas y además de mucho aprendizaje de y con los otros.
Diariamente escuchamos “ahora no me siento solo” cada vez que se integra otro compañero a la Red.
Y.. así es, nadie puede solo con estas historias del horror vivido y padecido por el abuso eclesiástico. Pero tiene que quedar claro que el no poder, no es por una cuestión de incapacidad personal, sino por el efecto emocional que produce el ejercicio del abuso de Poder sobre esa persona.
La manipulación, la estafa afectiva, el poder del secreto, la vergüenza, la culpa, el temor al abusador, a no ser creído, la responsabilidad de sentir el dolor que se va a provocar a los afectos cercanos contar la verdad, el creer que nadie va a poder entender, a que se les desmienta, a producir enojos, a que dejen de quererlo, todo ello y mucho más se transita en estas situaciones.
Y ese es el objetivo del abusador/a… silenciar, asegurarse el silencio de la víctima es el mejor reaseguro para su impunidad y para seguir cometiendo este tremendo delito.
Ese poder del cura o monja abusador/a no es sólo por estar presente, el efecto de ese poder continúa en la persona aunque ya no lo vea, y se manifiesta a través de las secuelas que deja, esas huellas que pueden aparecer en forma de insomnio, miedo intenso, pesadillas, ansiedad, sintomatologías corporales diferentes, trastornos, dolores, imposibilidades en los aspectos sexuales, depresión, etc.
El silencio refuerza el aislamiento, sensaciones de “estar volviéndose loco”, una lucha interna queriendo borrar imágenes, olores, ruidos, timbres de voz, recuerdos, que se le aparecen a veces en forma esporádica y muchas recurrentemente, a las personas.
Animarse a contar, sabemos que no es fácil, sabemos que es todo un proceso a transitar pero también sabemos que es lo saludable, lo que alivia y que acompañados es mejor.
Por eso la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico de Argentina, te invita a acercarte y que a través de este Facebook tomes contacto con nosotros”.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.