Por Jorgelina Londero (*)

Antes porque nos callábamos y no salíamos, ahora porque gritamos y ensuciamos las paredes. Antes porque no acordábamos qué exigir, ahora porque hablamos de aborto, trabajo sexual y nos convertimos en protagonistas del hacer político y público.

La violencia machista siempre encuentra cómo y dónde atacarnos. Y cuando las mujeres nos distanciamos, el patriarcado festeja y el capitalismo gana mucha plata.

Por eso hicimos un paro internacional de mujeres y tres #NiUnaMenos. El primero, en 2015 ,cuando nos mataban a una cada 30 horas; hoy por hoy, es una piba menos cada día y en cualquier momento, ya no podremos seguir la cuenta y al Estado le importa a constante de $4,70 por mujer violentada, nada más.

Por eso seguiremos debatiendo juntas y organizadas en la lucha.

Pero no nos tengan miedo, nosotras no queremos hacerles lo mismo que ustedes siempre nos hacen. Resulta que antes también fuimos machistas.

“Yo fui una mujer machista. Hice y dije cosas machistas muchas veces. Una de las frases que decía, hasta con orgullo, era: “Yo por eso no tengo amigas mujeres, son unas hijas de puta”. Lo decía contagiada por una cultura que controla y ensucia la sexualidad de las mujeres, para la cual yo misma era una puta” (Leticia Quiroz: “Yo fui una mujer machista”)

Yo también fui una mujer machista.

Me creí la historia de los derechos del hombre enterita. Y fui violenta con otras mujeres. Fui tan jodida que preferí aprender de los varones y/o de las mujeres que se les parecían.

Yo también resulté herida en ese recorrido.
Me reí en público de los “chistecitos” que a mí me hacían llorar en soledad y bajé la cabeza, millones de veces bajé la cabeza cuando me tocó el aterrador “te lo digo porque te quiero” o la ninguneada clásica “no te vayas a enojar”. Y dije tantas “puteadas” que creo que mi vocabulario libre de violencia sexista era menor a 25 palabras.

La reproducción en masa genera fallas de fábrica. Está patriarcal y capitalistamente comprobado.

Jorgelina Londero (Foto: Mica del Fabro)

 

En la actualidad me miro el ombligo a cada rato. Sí, hago eso. Y lo hago con la misma disciplina de quiénes hacen actividad física todos los días. Porque tampoco me siento perfecta, sino chocha de estar en permanente crisis sociopolíticoculturaleconómica (¡mirá como te lo digo!) y de andar por la vida cuestionando todo lo que me mandan a aceptar.

Además, siento que no puedo ir a marchar y a intercambiar abrazos e ideas con las compañeras si no hago el intento de resolver algunas de mis contradicciones, algunas de mis equivocaciones para no reproducir la violencia que digo que quiero eliminar. No es culpa, ¡ojalá lo fuera! Es peor, ¡imagínate!

Se me ocurre que el feminismo es eso. Es teoría y experiencia revolucionaria y libertaria. Es reconocimiento de nuestro cuerpo, nuestros sentires, nuestros deseos y la necesidad de querer y poder cambiarlo todo. ¡Todo!
Dicen que se puede empezar por la cama, la casa, las plazas y al tiempo y con las herramientas de cada quién, claro. Porque si algo sabemos las mujeres que defendemos nuestros derechos es que verdades y milanesas hay para todos los gustos y si no me crees arrancá la discusión. Yo compro el porrón y voy.

Una vez leí en una Fan Page de Facebook (que te recomiendo: Anita dice) que “por algo nos dicen minas, nos pisas y explotamos”. Y al toque del 3J ya arden los medios y las redes por las problemáticas controversiales: aborto, trabajo sexual y la tan temida politización del movimiento.

“El feminismo y, por ende las feministas, no cuestionamos las decisiones individuales de una mujer, sino las razones que la obligan a tomarla. Si conceptualizamos mal, politizamos mal” (Celia Amorós)

Si nos ponemos de acuerdo para escribir eso (u otras ideas que se nos ocurran) en el espejo del baño enseguidita resolvemos lo anterior. ¡Y capaz que mucho más!

Aunque todavía estamos recordándonos unas a otras que es violencia machista acusar, perseguir y estigmatizar a otras mujeres.

Es violencia machista pretender dar por finalizada una discusión sólo porque la misma atenta contra nuestras intenciones.

Es violencia machista aceptar que los varones pueden deconstruir el patriarcado y pueden acompañarnos en la lucha pero las trabajadoras sexuales y quiénes estamos a favor del aborto no.

– Es violencia machista proponer la eliminación de todo un colectivo político que defiende el ejercicio de sus derechos.

– Es violencia machista victimizar a las compañeras trabajadoras sexuales y además ser indiferentes al trabajo que esclaviza a millones en fábricas clandestinas y campos de oligarcas, por nombrar algo. Vos sentité libre de hacer tu propia lista.

– Es violencia machista querer convencer a quienes sostienen que el trabajo sexual ofrece ventajas económicas porque en parte tienen razón, pero no en todos los casos y/o a quienes insisten en que la prostitución es violencia contra las mujeres, también tienen razón, pero no en todos los casos. No podemos ponernos a convencer a nadie porque las mujeres, las lesbianas, las travestis y las transexuales, trabajemos de lo que trabajemos, estamos expuestas a la violencia de dos sistemas que nos oprimen a la vez y es hora de decir y por favor repitamos juntas y sin resoplar: A U T O N O M I A.

Lo importante es que ahora nos están dejando tiradas en todos lados; todas vivimos en peligro y si una o muchas compañeras exigen reconocimiento de derechos eso las hace parte del movimiento.
«La decisión sobre el cuerpo y sobre la vida de las mujeres, la libertad y la autonomía de las mujeres, es el marco que hay que garantizar para el derecho al aborto tanto como para los derechos de las trabajadoras sexuales». (Marta Lamas, en AMMAR, CABA Lunes 5/06/17)

Es violencia machista imponernos entre nosotras para disciplinar y dominar.

“Cuando despertamos, cuando nos miramos y nos reconocemos traspasando los miedos, traspasando el silencio y nos organizamos, ocupamos las calles, las plazas vestidas de violeta, de verde y arcoíris. Ni barbies ni princesas, brujas y guerreras, decidiendo en nuestro cuerpo, transformando los dolores y transformando las ideas. ¡Despatriarcalizamos!” (OCUPACIÓN ARTIVISTA – RITUALIDAD FEMINISTA -Colectiva Artivista en lo Abierto)

«Estar en la calle» es un ejercicio, un aprendizaje político valiosísimo.

La visibilidad nos expone -mucho más- al embate del patriarcado y el capitalismo.

En estos últimos meses en Paraná nos hemos invitado, convocado las unas a las otras para ser muchas y fortalecernos en objetivos comunes: despatriarcar eliminando la violencia machista.

Aceptamos aportes y valiosas opiniones argumentadas de todas las personas que, de una u otra manera, se vinculan con nosotras porque entendemos que nos toca inventar otros modos de intercambio y discusión.

El documento que compartimos el 3J significa que las mujeres, lesbianas, travestis y transexuales en Paraná reunidas en asamblea somos actoras políticas. Y sí, “tenemos” afiliadas a partidos políticos, “tenemos” sindicalistas, “tenemos” autoconvocadas, “tenemos” artistas. “Tenemos” una de cada lugar, una que la tiene que pelear en su lugar. Porque para ninguna es fácil, ni es gratis. Pero así de muchas y grosas somos.
Y no estamos de duelo. Todo lo contrario, cada vez que nos falta una nos empoderamos y gritamos ¡NI UNA MENOS!

Porque si tocan a una respondemos miles en la calle, en la puerta de tu casa y en todos lados nos vas a ver hasta que entiendas que ¡VIVAS Y LIBRES NOS QUEREMOS!

Y sostenemos todos los días con compromiso: ¡por las que no están nuestra vida de lucha. Y por nuestras vidas alegre rebeldía y revolución feminista!

Por eso ya no podemos esperar más. No podemos esperar al “conjunto de la sociedad”. No podemos esperar a las familias, porque estas son la primera instancia de sujeción, normalización y corrección de las identidades desde el nacimiento y para toda la vida. Ya lo dice todo el mundo: “madre hay una sola, padres puede haber muchos” y volvemos al principio: despatriarcar.

El patriarcado es el gobierno de los padres-maridos-patrones y dios más vale que también está.

La situación es tal que la violencia machista está descuartizando y tirando los pedazos de la base de su reproducción: la familia. El patriarcado se está devorando a sí mismo.

Y nosotras ya no nos callamos. Ya no necesitamos permiso.

Por eso todas mis compañeras de lucha me representan.

Todas. Incluso cuando no estoy de acuerdo con ellas o ni sé cómo se llaman.

En este momento solamente es necesario que estemos juntas con todo lo que eso nos y les significa.

Que vayamos acordando qué hacer para mantener el puño alzado y el movimiento andando. Hay muchas propuestas y yo sumo.

Podría ser feminicidio – no femicidio- para que el Estado y sus instituciones sepan que tienen responsabilidades políticas por omisión, ineficacia, inacción e imposibilidad para garantizar una vida digna y libre de violencias para todas.

Podría ser, ojalá sea, que no me digas más “qué te parió” porque me parió una mujer tan violentada como vos y yo. Ni “la puta que te parió” porque yo marcho con las compañeras y nuestros carteles dicen: “siempre con las putas nunca con la yuta”.

Podía ser que separemos y busquemos distintas palabras para saludar que para insultar. Podría ser que no sean sexistas, denigrantes de nuestras decisiones, deseos y placeres.

Podría ser que algunas “locuras y exageraciones” de hoy sean los derechos de mañana. Pero vayamos rompiendo, ni punitivismo ni garantismo.

Vayamos cantando y bailando y seamos libres, dignas y felices. Aunque nos duela porque ya sabemos que nos va a doler.

Seamos juntas.

 

 

(*) Jorgelina Londero se define a sí misma así: Orgullosa feminista obsesionada con el lenguaje no sexista, abortera, atea y apóstata, alegre alborotadora, insumisa e incansable repetidora de Anaïs Nin: “No vemos las cosas como son, vemos las cosas como somos”.

Especial para Entre Ríos Ahora.

Foto de portada: Agustín Baridón.