Tiene algunos registros de un aprendizaje inconciente, de un entrenamiento casual, que en algún momento de la vida se hizo plenamente conciente y sistemático. Pero al comienzo Mauricio Garín entrenó la mirada a raíz de determinadas condiciones familiares: una casa alejada del pueblo, en la zona rural de Colón, un padre atento a los detalles y la vida juntos a tres hermanas que no se avenían a jugar a la pelota.

“Muchas veces me mandaban a ver revistas y yo me entretenía con las fotos y me fijaba la diferencia entre lo que se veía nítido y lo que estaba borroso. Pasaba ratos largos así. También mi viejo me enseñó mucho porque es muy observador: mirá allá esos dos pájaros, es como que aprendí a ver los detalles que llaman atención”, dice Garín.

Este jueves, en el Centro Cultural La Hendija, Mauricio Garín inaugura una nueva muestra de otro grupo de alumnos de su Seminario “Como lograr una buena foto”. Se trata del Nivel 1 que lleva por título, justamente, “Educando el ojo”. De la exposición participan 18 alumnos que muestran unas 58 fotografías.

“¿Cómo haces para qué en cuatro meses, saquen semejantes fotos?”, es la pregunta más frecuente que se escucha en las muestras de Garín, cada vez que finaliza un curso nivel 1. La propuesta originaria era y sigue siendo la misma. Nace desde el título de su idea: Garín enseña cómo sacar una buena foto. Y luego explicita los resultados. Hoy se ven.

 

El secreto de cómo lo hace, está en otra parte y se ve claro, como el veía la diferencia entre lo nítido y lo borroso cuando no encontraba con quien jugar a la pelota en el campo y se quedaba mirando revistas. “Actitud”, dice él. Se trata, en definitiva, de transmitir pasión por la foto. Y Garín logra eso, se ve, de entrada. Hoy tiene casi 50 alumnos, en tres niveles: el II se llama Dibujar con luz y el III Composición creativa.

Es, además, el jefe de fotografía de uno de los diarios más importantes del interior del país: El Litoral de Santa Fe. La primera versión de su curso, allá por 2010, tenía apenas cinco alumnos. Le fue agregando y quitando cosas, pero mantuvo inalterable la premisa de enseñar todo lo que sabe, de no guardarse nada. Se dedicó a transmitir su pasión.

El camino

 

Ante de venir a Paraná estudiar Comunicación Social en la Facultad de Ciencias de la Educación, Mauricio Garín ya tenía por lo menos año y medio de experiencia en la trinchera de un periodismo que resuelve todo y un poco más. Tal cual se trabaja en periódicos atendidos por sus propios dueños y algunos colaboradores, en muchas localidades pequeñas del interior del país.

El comienzo fue casual: “Yo quería ver los partidos de básquet de La Unión de Colón gratis y le pedí la credencial a un amigo que ya trabajaba en El Observador Regional. No va que justo en ese momento el periodista que hacía ese trabajo (Tole Sánchez), se había ido a un curso de EPPER en Paraná por seis meses, entonces mi amigo me dijo que si yo entendía de básquet, bien podía escribir la crónica del partido”.

El fotógrafo, en rigor, empezó escribiendo crónicas. De inmediato le sumó al servicio las fotos, que incluía todo el proceso de revelado, e incluso el reparto de diarios en bici y la subscripción de nuevos lectores. Garín dejaba un diario gratis y a la semana pasaba por la misma casa a chequear si el vecino lo había leído, si le había interesado y si a caso no quería sumarse en la planilla de nuevo lector de El Observador Regional de Colón. El dueño del diario y compañero de tareas, se había dado cuenta que el pibe nuevo, con una cámara del montón, traía de la cancha de fútbol los domingos unas fotos demasiado buenas para el combo que hacían su inexperiencia y la herramienta entre manos. Pero en el diario no había margen para la exclusividad de tareas. Ni chance.

Ya en Paraná y avanzado en los estudios de Comunicación Social, trabajó en la revista Análisis y estuvo desde el inicio de el diario Uno. Dos años más tarde, en plena crisis de bonos federales, resolvió dejar su puesto como fotógrafo y salir de viaje: conoció Venzuela y también Bolivia. Se trajo aventuras, experiencias y muchas fotos. Durante casi dos años vivió en el trajín de un viaje permanente entre Colón y Paraná, porque se volvió a emplear en El Observador, donde es parte de la familia.

El diario colonense es todo un caso para atender. En plena debacle del papel, sigue imprimiendo, tres veces a la semana, unos 4000 ejemplares. Y vende, vende mucho.

En 2005 se incorporó a la versión del grupo Uno en la ciudad de Santa Fe, como jefe de fotografía. Cinco años después fue contratado por El Litoral y al día de hoy es jefe de sección en el vespertino más reconocido del interior del país.

Sin embargo, desde 2010 a esta parte, Garín ha ido cincelando un perfil que excede su tarea habitual de reportero gráfico. Uno de eso reporteros, por cierto, de ocupación full time, que no observan como el resto de los mortales el devenir de secuencias que se estrellan contra el olvido, sino que ven una serie de oportunidades para detectar el detalle y entonces click. Pero Garín es también docente y su aspiración no difiere mucho de lo que aprendió cerca de su padre, cuando de un momento a otro, le enseñaba esa imagen en la que no había reparado nadie antes. “Mirá, mirá esos dos pájaros”. Transcurría la acción. Click. La idea, en principio, es justamente enseñar a mirar, educar el ojo. Se agrega, claro, comprender la herramienta y aprender a usarla.

Luego viene todo lo demás. El modo de hacerlo, la efectividad del contagio, se dijo antes, es también parecida a la enseñanza original: pasión por ver algo distinto, por observar, por detenerse, por encontrar el detalle, el lujo de la diferencia

 

 

 

Julián Stoppello

De la Redacción de Entre Ríos Ahora