-¿Murguero o murguista?

-El que hace murga es murguista. En Argentina le dicen murguero al que hace murga, pero nosotros le decimos así al que ve al murguista actuar. Pero a mí me da lo mismo ser murguero o murguista.

– Tengo que definir eso para titular…

– Si me tengo que definir, te digo que soy redoblante. El amor por la murga nació a través del redoblante.

– De nuevo se te pusieron los ojos llorosos…

– Es que siempre que hablo de esto me veo como ese niño que se enamoró del redoblante; siempre que toco recorro mentalmente el camino que hice siendo tan pibe. Es lo que me mantiene. El día que ponga la cabeza en la edad que tengo ahora, me acuesto a mirar la tele.

 

Walter Ronald Arismendi Pardo es uruguayo, tiene 56 años, y vive en Paraná desde hace poco más de dos años. Se vino para estar con su pareja, Leticia Mujica, una paranaense 17 años menor que él.

Ella lo acompaña tanto como puede durante las 40 noches del Carnaval de Montevideo y en sus otras presentaciones, shows y talleres. Él empieza a hacer raíces en la ciudad de ella, compartiendo una casa que ya tiene mucho de ritmo uruguayo: instrumentos, fotos, cuadros, trofeos, partes de trajes, tazas con leyendas… pero en la que, paradójicamente, no se escucha mucha música.

Actualmente es el redoblante de la murga Don Timoteo. Con ella actuó 130 veces en el último carnaval montevideano y ganó el Primer Premio del concurso oficial 2017. No es la primera vez que consigue ese puesto; ya lo ganó con Falta y Resto en dos oportunidades (1988, 1989), con Asaltantes con Patente (2013) y con Don Timoteo en 2014. Con Curtidores de Hongos ganó el Segundo Premio en 1994; y con A-Contramano el mismo puesto en 1999 y 2005.

Más allá de los premios grupales, ha ganado como Mejor bombo de carnaval (1977 con La Embrujada) y como Mejor redoblante de carnaval (1999 con Jardín de la Mutual).

Y los premios siguen… tres veces Premio jurado especializado; seis veces Premio desfile oficial de carnaval; siete veces Mejor baterías de murgas y más de treinta veces ternado para mejor batería.

Entre 1974 y 2017, Ronald ha participado en las murgas Nos obligan a salir; Curtidores de Diablos; La Embrujada; Falta y Resto; Reino de la Teja; Curtidores de Hongos; La Milonga Nacional; A-Contramano; Asaltantes con Patente; y Don Timoteo.

En cuanto a músicos reconocidos, ha actuado y/o grabado con Jaime Roos, Rubén Rada, José Carbajal, Pablo “Pinocho” Routín, Los Olimareños, y los argentinos Adriana Varela, Patricia Sosa, Mercedes Sosa, Liliana Herrera, entre muchos otros. Además, tiene experiencia en música para teatro, jingles, bandas sonoras de cine y más.

 

“Yo viví toda la vida haciendo talleres y tocando. Desde muy pibe tuve ese don. A los dos años descubrí los instrumentos de percusión y a los 9 ya tocaba para un dúo de cantores. Mi papá me hacía escuchar mucha música. Siempre la sobremesa era musical. Tocaba él la guitarra o ponía discos que coleccionaba. El primer regalo para cada hijo era una guitarra”, cuenta Ronald.

La entrevista comienza con esos orígenes uruguayos tan fuertes, en una familia integrada por dos padres, cuatro hermanos y algunas personas que fueron acobijando para darles una mano ante la necesidad… como un inglés exiliado de la Argentina, que el padre de Ronald encontró durmiendo en la calle; le ofreció vivir con la familia y se hicieron muy amigos. Cuando su primer hijo varón nació, lo homenajeó llamándolo igual.

“Mi padre trabajaba en el puerto, entonces me llevaba todos los días a la rambla y me mostraba los barcos y me enseñaba cosas. En un paseo de esos, con dos años, vimos la banda de la Escuela Naval. Cuando estábamos pasando, arrancó a tocar y es como que me hubieran dado una descarga eléctrica… me sobresalté, me enloquecí. Entré corriendo a donde estaban los instrumentos. Me llevó el sonido. Yo no sabía que existía eso. Me metí corriendo al cuartel y mi papá no pudo entrar. Me fui para el lado de los que estaban tocando percusión y me quedé mirándolos. A partir de ahí empecé a ir todos los días a los ensayos. Más adelante toqué con ellos. En las fiestas, yo tocaba al lado de ellos. Era su mascota”.

Pasó su infancia tocando, inventando instrumentos y buscando graves hasta adentro de la heladera.

Cuando conoció el carnaval, también de la mano de su papá, “vi la murga y me enloquecí. Eran amigos de mi padre; me hice amigo de ellos y empecé a tocar. Todos los años quería tocar con ellos. Lo que me ha dado más satisfacción es el carnaval. Conocí mis amigos, mi familia, músicos de mi país, otros países… todo con el carnaval”.

Ronald tiene una hija, Joana, de 20 años, quien nació en enero y “a los siete días de nacida, estaba desfilando en el carnaval”.

Ronald sigue sintiendo la pasión que sentía cuando chico. “A veces quiero cortar un poco, pero no puedo. Subo al escenario y se me termina el mundo”.

Acá, en esta orilla, sigue siendo un murguero apasionado.

 

 

Constanza Rosenbrok

Especial para Entre Ríos Ahora.