El universo sonoro de Carlos «Negro» Aguirre, un sutil entramado donde la tradición y el paisaje se despliegan desde una honda, personal y contagiosa libertad, se exhibió cabalmante en el primero de cuatro recitales en la colmada sala porteña de Café Vinilo.

Fundamentalmente desde el piano, pero también cantando y pulsando la guitarra, el artista entrerriano mostró la subyugante paleta en la que viaja su música y que, sin perder su rasgo propio, se ha convertido en una referencia para sostener la vitalidad y las posibilidades expresivas de la música argentina.

De acuerdo al programa previsto para sus presentaciones en el reducto del barrio de Palermo, al que el protagonista agradeció por ser «un lugar de resistencia de nuestra música», la velada del viernes estuvo dedicada a obras propias.

Las dos funciones de hoy en Gorriti 3780 (a las 21 y a las 24) serán para un programa «a la carta» que los asistentes confeccionarán con sus pedidos minutos antes de cada presentación y la del domingo estará enteramente dedicada a la música del Litoral.

Pese a estas propuestas diferenciadas para cada una de las noches, bien puede afirmarse que la madurez del sonido de Aguirre trasciende largamente los repertorios sobre los que se expresa para, en cambio, construir una arriesgada y bella opinión.

Es que el «Negro», devenido en figura de culto para los seguidores y estudiosos de la nueva música de raíz, traza un camino posible e imaginativo a la vez para que lo legado se proyecte.

Por eso, desde las 21.45, el creador pudo explayarse ante un auditorio expectante e interesado en donde se contaban otros notables pianistas como Paulina Fain, Juan Carlos «Mono» Fontana y Andrés Beeuwsaert.

La apertura de corte folclórico reunió a «Zamba de mancha y papel» y a la chacarera doble «La música y la palabra», composiciones plasmadas en los discos «Crema» (2000) y Rojo» (2004) de sus épocas en grupo.

«El concepto sería que voy a ir como saltando por distintos lados», avisó entonces, luciendo un humor estupendo y percibiendo la fecunda conexión con el público.

En esa veta sin ataduras visitó aristas del vals y el choro en los respectivos tributos al vientista entrerriano Luis Barbiero (para «Vuls a Lais») y al pianista brasileño André Mehmari (para «Chorinho da Cantareira»).

Siempre inquieto y generoso para abrir sus espacios y escenarios, el «Negro» inició la galería de invitados con el mendocino Gabriel Núñez a quien le dejó el piano y con quien compartió «Pasarero», ubicándose en la guitarra y la voz, y, enseguida, un homenaje al guitarrista Quique Sinesi con «Compañero de ruta» que Núñez acompañó desde la armónica.

«Quiero tocar una influencia musical muy fuerte en mi vida personal y musical», anunció antes de emprender «Esto que estoy cantando», de Remo Pignoni (1915-1988), que inmediatamente puso a dialogar con su propia «Ráfaga» porque, justificó, «no es para competir. Es que siempre hay un atrás, algo anterior».

La segunda visita fue la catamarqueña Nadia Larcher quien desde el vendaval de su voz aportó a dos impactantes versiones de la zamba «Estampa de río crecido» y del estupendo fresco social de «En la frontera».

De nuevo en soledad, hubo otra evocación para el legendario guitarrista entrerriano Miguel Martínez (fallecido en enero de 2011) con «El río del Zurdo» y otra gema en «Memoria del pueblo».

Para cerrar la nómina de compañías e ir clausurando la recorrida, llegó Hernán Jacinto quien desde la melódica marcó un fascinante contrapunto para «De tu lado del mar», otro tema con destinatario (en este caso, el pianista portugués Mario Laginha) y rotando posiciones (Jacinto al piano y Aguirre a la guitarra) hubo otro atractivo cruce para «El diminuto Juan», un enorme apunte sobre el poeta Juan L. Ortiz con letra de Jorge Fandermole, que resonó como un mantra en la sala desde su frase «se fue hasta el borde del río» mientras los instrumentistas soleaban.

Las aclamaciones ante el aparente final del concierto, empujaron a un par de bises que el «Negro» comandó desde la guitarra; primero solo para el son «Náufrago en la orilla» (con letra de Walter Heinze) y luego para su clásico «Los tres deseos de siempre» que compartió con Núñez en el piano y Jacinto en la melódica.

 

 

Fuente: Telam