Por Leonardo Ojalvo (*)

 

El 30 de octubre de 1983 las urnas dejaron de estar guardadas por la dictadura militar y el pueblo votó en elecciones libres, ganadas por los candidatos de la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín y Víctor Martínez.

Al otro día, aparecerían afiches de la UCR que marcaban un cambio de actitud de la comunidad política argentina respecto del sistema político y la constitución. Los afiches rezaban “GANAMOS. Pero no derrotamos a nadie”, en referencia al peronismo, que por primera vez perdía una elección nacional.

En la provincia de Entre Ríos, Sergio Montiel llegó al gobierno y con él la vocación de hacer intervenir al Estado Provincial de manera inteligente en la generación de infraestructura para el desarrollo económico y social (gasoducto entrerriano), la promoción de la economía productiva (créditos a valor producto) y el conocimiento (Escuela de Administración Púbica, Facultad de Bioingeniería de la UNER.

La democracia del ’83 es ya una realidad que se ha prolongado por treinta y cinco años en nuestras instituciones políticas. Pero no queremos dejar de enfatizar que en 1983, frente a la ley de autoamnistía de los militares, había dos propuestas: el peronismo, razonablemente, planteaba la impunidad de los militares. El candidato que se apartó de “lo razonable” fue Alfonsín, al plantear (y cumplir) su derogación y posterior enjuiciamiento de las cúpulas militares por los jueces de la Constitución (también de los responsables de las organizaciones armadas).

La democracia argentina, empero, se construye desde 1983 en el marco de una sociedad que, en lo socio-económico, venía dejando de ser democrática, por la abrupta caída del salario real desde 1975.

Hoy, además de las grandes dificultades en el terreno institucional, donde la vocación -hegemónica del peronismo fue evidenciada con Menem en los ’90 y el kirchnerato de 2003 a 2015, tenemos la dura realidad de una grieta social de marginación y exclusión.

Los desafíos de la política son grandes y vitales, por qué la democracia no es sólo votar cada dos años, sino también la posibilidad de participar en plenitud de los bienes económicos y culturales de la sociedad.

La democracia, dijo Illia al asumir su presidencia, necesita perfeccionamiento, que no es sustitución totalitaria. Los riesgos de estas sociedades fragmentadas, desiguales, con marginalidad, desempleo, crisis del sistema educativo, corrupción administrativa, penetración de la narco-criminalidad, nos llevan a mirarnos en el Brasil donde un candidato de corte fascista obtuvo la mayoría popular.

Por eso, llamamos a los ciudadanía a celebrar los 35 años de Democracia, para pensar y trabajar una Argentina más libre, abierta, moderna, integrada, igualitaria y solidaria.

 

 

(*)Presidente del Comité de la Seccional Cuarta Unión Cívica Radical de Paraná