Ferny Kosiak está en diferentes lugares a la vez. En lugares concurridos, donde sobresale, en principio, por su altura y esa cresta impecable que se estira unos centímetros más arriba. También por una postura física, de una rectitud de factura escénica y, a su vez, de condición elástica, que ya se va, se va yendo hacia otra parte. Porque, como se decía al principio, Ferny Kosiak está en varias partes a la vez.
Está en la literatura Kosiak, pero también en la fotografía. Está en la actuación y en el territorio del canto y de la danza y del periodismo y de la gestión cultural. Y está, también, enseñando a personas mayores cómo se puede hacer para conectarse con el mundo a través de ese aparato donde se concentra la comunicación con todo el planeta, que no es el universo, pero es algo. En todos esos lugares está Kosiak, tan erguido y atento a una sensibilidad que atraviesa su hacer y desde donde lee lo que acontece con el ánimo permanente de crear.
Pero Kosiak, ese torbellino vertical, ahora está en un escritorio aparentemente muy tranquilo, resuelto a contar que el próximo viernes 13 de octubre realizará una muestra de fotos en la Casa de la Cultura. En esa muestra de fotos, va a matar, por decirlo así, dos pájaros de un tiro: estará a consideración del público que lo sigue y el que se sume, una serie de 112 fotos que tienen como tema los santos y santas de la Iglesia Católica, pero con su mirada extrañada, de profunda rareza frente a ese universo casi inaprensible para quien fuera un niño criado en la fe evangélica. Pero ya vamos a hablar de eso.
Este viernes 13, además, va a entregar premios y reconocimientos en relación a Proyecto Kosiak, una propuesta que busca instalar una nueva instancia de distinción para artistas locales, pero que no logró la amplitud esperada, aunque fue solo el primer paso.
Kosiak tiene 34 años y le sobra energía para generar cosas, hechos artísticos y nuevas apuestas. Sus libros, con frecuencia, son una gran confluencia de artistas. Muchos de los mejores plásticos de la ciudad ilustran sus textos, hay músicos que se suman a sus presentaciones y en todas las esferas del arte tiene puntos de encuentro, de cruce, de intercambio. Fluye, Kosiak, con su elástica figura, entre territorio y otro.
Pero nada resultó, sin embargo, tan sencillo ni tan fluido como parece.
Uruguayo
Fernando Kosiak es nacido y criado en la pulcritud y el silencio de Villa Libertador, en una familia que se las rebuscaba para que sus chicos pudieran tener, más o menos, condiciones similares al resto. Pero no era fácil.
Sus padres, Milton y Susana, habían llegado a Libertador San Martín en la década del 70´, cuando el sanatorio adventista representaba una oportunidad de empleo y capacitación al mismo tiempo. Se habían conocido en una escuela evangélica de la República Oriental del Uruguay. Una escuela de campo, a unos 100 kilómetros de Montevideo. Ella llegó hasta allí, desde una casa católica y pobre cerca de Colonia, para buscar calor, refugio y futuro. Él, en cambio, vino desde la zona de Paysandú por el camino de la fe y los mandatos familiares.
Lo que siguió fue la historia de amor que se trasladó a Entre Ríos, donde nacieron sus hijos. Ferny vendió escobas, pochoclos y empanadas que hacía su mamá. Y lo hizo sin notar diferencia alguna respecto a los que no tenían más que estudiar sobre sus cuadernos y jugar a la pelota.
En los ratos libres leía lo que le caía en la mano y trataba de escribir sus propias historias.
En la secundaria tuvo que empezar a estudiar en una escuela pública en Puiggari, a unos tres kilómetros en bici todos los días, de ida y vuelta. Hasta que consiguió empleo en la cocina del sanatorio, para lavar platos, fregar pisos y ayudar en esos menesteres. Así pagó escuela y alguna ropa para afrontar una adolescencia que asomaba con algunos nubarrones.
Ferny se identifica gay, pero a antes de los 20 no tenía una respuesta tajante al respecto. En la escuela, sin embargo, ya lo habían resuelto y de la peor de las maneras, a juicio pelado. Tuvo que padecer algunas situaciones desagradables, como la sospecha, las acusaciones y la persecución de un directivo.
“Salí huyendo”, dice Ferny en broma, aunque más a menos. Antes de comenzar a estudiar en Paraná, por partida doble (profesorado de literatura y comunicación social), ya había realizado experiencias en teatro, fotografía, literatura, todo en su pueblo y como se podía.
Su primera muestra fue censurada antes de largar: bueno, hay que decir que tal vez para Libertador San Martín era un poco fuerte ver a una abuela, su abuela, en gesto de snifar una raya de cocaína.
Tal vez, nada más, había que patear el tablero. Y eso ocurrió, sin querer, otra vez, un tiempo después cuando fue modelo del fotógrafo Martín Toyé en una muestra de desnudos. La propuesta se presentó a los medios y a los potenciales concurrentes con la foto que compartían Ferny y Stella Breduc: la poeta de monja y el poeta, de espaldas y desnudo.
A raíz de esa imagen, le pidieron que no vaya más a participar del coro del pueblo. Lo echaron.
Ferny Kosiak hizo su carrera de docente viajando todos los días de la Villa a Paraná y viceversa. Una vez recibido, con los primeros empleos, se pagó una pensión en calle Don Bosco, donde convivía con algunos personajes que llegaban muy tarde y con ganas de gritar sus cuentas pendientes con el mundo.
Las cosas fueron mejorando, pero lentamente. Los trabajos, los lugares para dormir, las posibilidades de encontrarse con otros.
Atrás, por entonces, ya había quedado una intención primaria de dedicarse al periodismo de espectáculos.
“Era súper cholulo, sabía todo de los programas, leía muchísimas revistas y recortaba y estudiaba cómo hacer buenas preguntas, inclusive desde los 16 años empecé a viajar a Buenos Aires y a pasar horas en estudios de televisión para entrevistar a famoso”.
En El Acontecer, de Villa Libertador San Martín, se publicaron las entrevistas que Kosiak les arrancaba en los pasillos de algún canal porteño a personajes como Georgina Barbarossa, Mariana Fabbiani, Carlos Perciavalle o Florencia Peña.
Pero todo eso quedó atrás, como ese año sabático, una vez finalizado el secundario, que él decidió invertir en prepararse al estilo de un autodidacta. Tres o cuatro horas por día en la biblioteca, una biblioteca de tres pisos y cientos de miles de volúmenes. Buscando su propio camino entre libros de historia, periodismo y literatura.
Libertador San Martín, el vicerrector de la mirada odiosa, el trabajo en la cocina, los encuentros religiosos, el silencio y la prolijidad del pueblo, todo fue quedando entre las cosas del pasado. Aquí, Kosiak escribía sus textos y avanzaba en todos los sentidos que su sensibilidad artística demandaba.
En 2008 publicó el libro de cuentos “Soy tu monstruo”, después vinieron “Sentido raro” (2011), “Tuit” (2012), “El crimen es una fiesta” y el libro de poesías “Morite lacia”, editado en 2016 por La Gota Microediciones.
Pero su actividad se diversifica, trasciende la literatura, aunque allí interprete esté el nucleo.
“Muchos años canté en coro, tomé clases de canto, hice teatro y sigo, sin ir más lejos estamos ensayando una obra. Pero, por ejemplo, a los 34 empecé ballet, son cosas que me llaman la atención y pruebo, empecé a bordar también”, narra Kosiak y al mismo tiempo afirma que “lo más fuertes es la escritura y la fotografía”.
Dice más que eso, confiesa Ferny Kosiak, ya tocado interiormente por la narrativa de su propia historia, quizás una de sus aspiraciones más profundas: “Me gustaría que alguien se acuerde de ciertos libros o ciertos textos míos ”.
Julián Stoppello
De la Redacción de Entre Ríos Ahora