La noche del 10 de julio de 2015, último día hábil antes de la feria judicial de invierno, la entonces jueza de Transición Susana María Paola Firpo dictó el procesamiento del cura Justo José Ilarraz, sobre quien pesan siete denuncias por graves casos de abuso sexual mientras fue prefecto de disciplina en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo.

Aquel 10 de julio de 2015, la jueza Firpo dispuso “dictar el procesamiento de Justo José Ilarraz, ya filiado, por el delito que viene requerido por el Ministerio Público Fiscal, de Promoción a la Corrupción de menores agravada por ser su educador, en forma reiterada, manteniendo el estado de libertad en que se encuentra, dejando subsistentes las restricciones oportunamente dispuestas”.

Ilarraz llegó en 1985 al Seminario de la mano del arzobispo Estanislao Karlic. Lo designó para estar a cargo de los pupilos que cursaban la escuela secundaria orientada al sacerdocio. Fue como poner al lobo al cuidado de las ovejas. Diez años después, en 1995, tres seminaristas denunciaron ante la curia haber sido abusados por Ilarraz; en 2012, ante la Justicia, se inició un proceso contra el cura que acumuló siete denuncias.

Ilarraz nació el 9 de julio de 1958, en Paraná, y en 1983 se ordenó sacerdote. El primer año de ordenado vivió en la residencia episcopal de la Costanera Alta, junto a Karlic, y fungió de su secretario y chofer. Estuvo en el Seminario hasta marzo de 1993, cuando fue autorizado por Karlic a viajar a Roma. Allá se quedó hasta 1997.

Justo Ilarraz, en Roma.

 

Mientras estuvo en Roma, Karlic abrió una investigación interna a partir de tres denuncias graves sobre abusos cometidos por Ilarraz en el Seminario. El trámite se cerró en diciembre de 1996, con una sanción leve: “Prohibir al presbítero Justo José Ilarraz venir y permanecer en el territorio de la Arquidiócesis de Paraná, así como tener comunicación de cualquier tipo con los seminaristas mientras el Tribunal del Vicariato de Roma sustancia el proceso y decide en el juicio que se le sigue a raíz de esta conducta”, decía el decreto que firmó Karlic.

La “conducta” de Ilarraz, se lee en los considerandos del decreto, se relacionaba con “el comportamiento del Presbítero Ilarraz en la época que fuera Superior del Seminario Menor” que, luego de las declaraciones de las víctimas, “queda revelado el daño producido a personas e instituciones”.

Karlic indicó en la Justicia, en 2014, que tomó conocimiento de los abusos por intermedio del actual arzobispo de Paraná y exrector del Seminario, Juan Alberto Puiggari. Pero el dato relevante es cuando cuenta de su encuentro con Ilarraz en Roma. Dijo que recordaba “haberme encontrado con él (Ilarraz) en Roma, mientras él vivía allí. Después de su regreso a la Argentina (y habiendo sido sancionado por el propio Karlic, NdelR), el cardenal dijo que “no podría precisar (pero se reunió) posiblemente en Buenos Aires”.

“No recuerdo en detalle. En principio, los negaba absolutamente (a los abusos). Más tarde, admitió su responsabilidad y pidió perdón”.

Ilarraz declaró el miércoles 24 de junio de 2015 ante la jueza Firpo. Fue una declaración extensísima, entre las 10 y las 17, y además de rechazar todos los cargos, desmintió a Karlic. “Le dije a monseñor  que pedía perdón porque siempre los sacerdotes tenemos el hábito, la costumbre de pedir perdón antes de cada misa, antes de dormirnos, por aquello que hicimos involuntariamente y aquello que pudimos ocasionar de modo involuntario. Y recuerdo que monseñor Karlic me dijo dos cosas: ´Te pido que por ahora no tengas contacto con los seminaristas hasta que yo te diga´, o una expresión parecida y que tampoco vaya a Paraná, hasta que él me avise. Luego voy a explicar que los resultados de monseñor que dicen que se hicieron en esta instrucción, a mí jamás se me notificó. Jamás monseñor me dijo ´estás excluido, estás desterrado o no podes pisar nunca más la diócesis de Paraná´y jamás me dijo que tenía que hacer como penitencia un mes de retiro espiritual ni de palabra ni por escrito, nunca me contó, me pidió, me solicitó. Nada”.

Hubo otra declaración suya. Fue previa a la presentación en la Justicia. Bastante antes.  El 18 de enero de 1997, en Roma, Ilarraz firmó una carta que es una prueba relevante de los abusos en el Seminario. Está dirigida al Vicariato de Roma, que lo investigó por los abusos ocurridos en Paraná.

“La historia no comenzó desde el momento de mi llegada al mismo (en referencia al Seminario, dice Ilarraz en su carta, agregada como prueba a la causa judicial). Tampoco este tipo de situación morbosa puede ser localizada como la aparición concreta de un hecho que yo pueda señalar. Sin lugar a dudas que fue la concatenación de pequeños hechos de afectos desordenados que fueron dando a lugar a una familiaridad que no condice con la condición del hombre, ni menos de un cristiano y ni qué decir de la condición de sacerdote”, dice en el escrito.

El Vicariato tomó intervención en el caso de los abusos de Ilarraz a pedido de Karlic, y en 1996 ordenó realizarle una pericia psiquiátrica, a cargo del perito Francesco Raimondo.

Entonces, Ilarraz tenía 37 años y estaba en Roma desde 1993, cuando fue autorizado por Karlic a abandonar su cargo de prefecto de disciplina en el Seminario y viajar para cursar la licenciatura en Misionalogía en la Universidad Urbaniana. Allá estuvo hasta 1997, año en el que además escribió esa carta clave.

Así empieza la carta:

“El que suscribe, Justo José Ilarraz, nacido en Paraná, Entre Ríos (Argentina), el día 9 de julio de 1958, hijo de Ángel Ilarraz y de Sofía Diez en una familia de seis hijos. Ingresé al Seminario de Paraná a la edad de 11 años el 14 de marzo de 1970, para realizar el Seminario Menor, llamado Pre-Seminario. Después de realizar estos dos años previos, cursé cinco años de Seminario Menor. Una vez concluidos dichos estudios, ingresé al Seminario Mayor para realizar los estudios eclesiásticos de Filosofía y Teología. Una vez ordenado sacerdote el 8 de diciembre de 1983 por S.E.R. Mons. Estanislao Karlic, tuve como primer destino ministerial ser vicario de la Parroquia del Carmen, y tenía mi residencia y colaboración en la residencia del Arzobispo. Mi segundo destino fue ser prefecto de disciplina del Seminario Menor, en la comunidad de primer y segundo año del Bachillerato. Esta tarea la ejercí desde marzo de 1985 hasta marzo de 1993”.

En la carta habla de que los abusos, o actitudes “desordenadas”, como las llama, duraron tres años, de 1990 a 1992. Y pone un concepto que habla mucho de su personalidad desordenada: habla de una determinada orientación sexual como una «anomalía».

“Esta actitud descalificante que realicé con varios seminaristas, se centra alrededor de los años 1990 19911992. Fueron tres años o algo más, que reconozco como los peores años de mi vida. Y si bien es cierto que nunca llegué a una relación sexual propiamente dicha, ni a masturbaciones, me avergüenzo y me duele haber llegado a actitudes extremamente desordenadas, con pérdida total del pudor. Nunca me había puesto a pensar en el daño moral o psicológico que podía hacer. Nunca busqué hacer un daño a la diócesis o a alguno de los muchachos. Pero reconozco, ya fuera del problema, el daño que hice a la Iglesia, a la diócesis, a los chicos, a mí mismo”, dice el texto.

Y agrega: “Por todo lo confesado pido a la Iglesia ser perdonado. Pido a la Iglesia que una vez más me regale su misericordia, la misma que hace muchos años me regaló Dios a través del Sacramento de la Confesión. No me siento para nada homosexual, no siento inclinaciones a este tipo de anomalías. Aquello del pasado fue como una isla en el misterio de mí mismo. Por eso con humildad y ya profundamente humillado por aquello que he sido, pido a la Iglesia que acepte este hijo suyo, que en un tiempo de su vida estuvo enfermo y muerto, que dio un olor nauseabundo, pero que de un tiempo atrás a la fecha, se siente redimido por Jesús y con deseos de reparar con el misterio sacerdotal el mal realizado. Pido humildemente perdón a las personas dañadas. Un perdón a su Excelencia por ser el padre que sufre el error de un hijo que ha querido. En fin, perdón a la Santa Iglesia de Dios que con mis errores no he contribuido a reflejar su santidad, pero que espero reflejar su Misericordia. Me confío a sus oraciones. Justo José Ilarraz”.

La Iglesia, claro, lo perdonó. En 2004, el entonces arzobispo Mario Maulión firmó su excardinación y, sin oposición, Ilarraz siguió siendo cura, aunque Tucumán.

El 13 de noviembre, cuando se inicie el juicio oral por los abusos en el Seminario, la cúpula de la Iglesia de Paraná (Estanislao Karlic, Mario Maulión y Juan Alberto Puiggari) tendrá la posibilidad de explicar por qué mantuvo entre los suyos a un abusador.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.