El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, hizo, en la celebración de la festividad de san Miguel, declarado patrono de Entre Ríos, un ensayo de clase de catecismo básico: que Eva comió la manzana, que la tentación perdió al hombre y que ahí empezaron todos los males para el mundo. “A san Miguel le pedimos que nos libre de todos los males, que nos aleje de la seducción y del demonio”, planteó, al final de la homilía que leyó este viernes en la parroquia San Miguel de Paraná.

El templo estaba colmado –muchos chicos tomaban su primera comunión– y entre la feligresía se destacaba la presidenta del Consejo Deliberante de Paraná, Josefina Etienot.

Un discurso militarista y maniqueo usó el obispo. “El arcángel san Miguel nos ayuda a combatir el buen combate de la fe”, y acompaña a los católicos, dijo, en el “recto camino para que no nos desviemos de la ruta de la salvación”. Y agregó: “A san Miguel lo invocamos como príncipe de la milicia celestial”.

La guerra celestial, entonces, es contra todo pensamiento moderno que permita al hombre la autonomía.  Y por eso planteó que el mundo debe plantearse así: con “la supremacía de Dios sobre todo, porque de él todo proviene. En Dios todo tiene sentido, ir hacia él es el fin del hombre para alcanzar la felicidad que tanto anhela”.

En ese pensamiento teocrático y arcaico, Puiggari entiende que el hombre jamás debe compararse con Dios, y aseguró que la modernidad es signo de “soberbia”.

“Necesitamos hoy, en este tiempo, a san Miguel –dijo Puiggari–. En estos tiempos, cuando la misma base de la sociedad está tambaleándose, como consecuencia de haber negado los derechos de Dios, debemos revivir la devoción a san Miguel”.

“Más que nunca necesitamos la ayuda de san Miguel, en orden a mantenernos fieles en la fe. El ateísmo práctico, el secularismo y la falta de fe han penetrado todos los sectores de nuestra sociedad. Es nuestra misión confesar valientemente  nuestra fe. Con alegría, con certezas, y manifestar nuestro amor a Jesucristo”, dijo.

“El consumismo nos vacía”, planteó, y enseguida reclamó que “san Miguel defienda la santa iglesia”. Y trajo, dos mil años después, el abecé del catecismo básico: la tentación de Eva con la manzana está presente hoy, y por eso condenó la “soberbia” del hombre. “Siempre el hombre tiene la tentación del demonio, para hacernos creer que podemos ser como Dios”, teorizó el obispo.

Enfrascado en un discurso contra el demonio, las tentaciones, los ejércitos celestiales y el pecado, Puiggari se ocupó después de un tema que la Iglesia instala cada vez con más fuerza: la lucha contra el aborto, aunque en ese afán no destinó ni una línea de su sermón a referirse a los casos de abuso en el clero, a las víctimas de la pederastia ni a la demoledora condena de la Justicia a un cura, Juan Diego Escobar Gaviria, a 25 años de prisión por cometer el delito de abuso y corrupción de menores.

El pecado, en la teología de la Iglesia de Paraná, es la manzana. Lo demás, pareciera no existir.

“Hoy, la tentación del demonio tiene una gran fuerza. La cultura de hoy quiere decidir qué está bien y qué está mal, quién vive y quién no vive. Quiere decidir si un niño concebido puede vivir o no, si un anciano venerable puede vivir o no, porque ya no es motivo de factor económico, de bienestar”, aseguró.

En ese camino, postuló, el hombre “se rebela” contra Dios. “La fe fácilmente claudica por el materialismo que nos rodea, y por nuestra falta de fidelidad”, y apeló a la “ayuda” de san Miguel “en esta guerra contra la seducción del maligno”.

 

De los abusos, nada.

 

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.