«Pregunta: Para que diga el testigo si por alguna de las víctimas denunciantes en esta causa tomó conocimiento en aquellos años, fines de los años 1980, mediados de los 90, de que habían sido víctimas de abuso por parte de Ilarraz.
«Contesta: No, por ninguna de las víctimas.
«Pregunta: para que diga si tomó conocimiento por aquella misma época de la pregunta anterior, por parte de alguno de los sacerdotes, de algún hecho delictivo ocurrido en el Seminario de Paraná.
«Contesta: No, por ninguno».
Esa declaración, escueta, pertenece al cura Mario Javier Gervasoni, y fue hecha ante la jueza de Transición Susana María Paola Firpo, la magistrada que instruyó parte de la causa por los abusos del cura Justo José Ilarraz, condenado en 2018 a 25 años de cárcel. Ocurrió el 8 de abril de 2015.
En el expediente Ilarraz, el apartado referido a la declaración de Gervasoni dice: “Sabe que se hicieron actuaciones diocesanas. Si mal no recuerdo las fechas, se comenzaron en el año 1995, creo. Es lo que sé. Lo sé porque en el año 1995 se me pide a mí un testimonio de si había visto alguna conducta inusual o algo raro que haya visto en ese tiempo, a lo cual yo respondo que no, que no percibí nada inusual o fuera de lo común. Me pidió que declarara en esa época el padre Puiggari, y la declaración la hice en el Seminario, porque yo en esa época todavía estaba allí”.
El legajo Ilarraz da cuenta que Gervasoni relató que “no me hicieron comentarios ni me dieron motivos por el cual necesitaban mi declaración. Sabe que también declaró el padre Javier Eduardo Balcar. La declaración la hice por escrito y se la di al padre Puiggari. Se nos nos pidió que seamos reservados. Por mi manera de ser, nunca lo comenté porque no me parecía que correspondiera comentarlo. Cuando nosotros estábamos en quinto año en el último curso, lo habitual es que hiciéramos un campamento o un viaje y entonces los que querían eran común que limpiáramos la habitación o los coches de los sacerdotes para juntar dinero. Entonces, no era algo raro que alguno vaya. En segundo lugar, más de una vez si uno necesitaba algo iba a buscar a cualquier sacerdote de la casa, era lo habitual”.
Un fallo que emitió a finales de abril de 2015 la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia (STJ), cuando rechazó el pedido de prescripción de la causa Ilarraz, firmado por el exvocal Carlos Chiara Díaz, toma en cuenta la situación de Gervasoni. Chiara Díaz sostuvo que es “factible asimismo que los límites de esta investigación” no sólo “podrá ampliarse con el aporte de otros damnificados y denunciantes que suministren nuevas evidencias, tal como lo afirman los representantes del Ministerio Público Fiscal, sino que podrá enriquecerse en el aspecto fáctico con el descubrimiento de otros delitos conexos a cargo de otros imputados, partícipes o encubridores, tal cual se insinúa y concreta de lo requerido por el Agente Fiscal de la ciudad de Paraná, Juan Francisco Ramírez Montrull, quien solicitó por ahora a la señora jueza de Transición medidas sólo contra Ilarraz, pero también la remisión de testimonios de algunas declaraciones ante la probable comisión del delito de Falso Testimonio por parte del sacerdote Mario Gervasoni”.
El martes 19 de junio de 2018, cuando declaró como testigo en el juicio a Ilarraz, el excura José Carlos Wendler desmintió lo que Gervasoni sostiene con tanto énfasis: que conocía de los abusos en el Seminario mucho antes de lo que dice. Recordó Wendler una charla que tuvo con el ahora cura Néstor Pucheta -residente en Córdoba- quien supo de los abusos por testimonio de una víctima. Enterado de esos hechos, y tras tener un entredicho con el entonces rector del Seminario de Paraná, Juan Alberto Puiggari, reveló que le dijo al hoy arzobispo “que si no lo ordenaban iba a hablar”.
“En el relato que cuenta de Pucheta, estaban (los ahora sacerdotes) Ramón Zapata y Mario Gervasoni; estaba también Ramón Galarza entre los que recuerda”, se lee en el fallo condenatorio a Ilarraz al dar cuenta del testimonio de Wendler. En la ampliación que hizo ante el fiscal Ramírez Montrull, agregó otro testigo de aquella confesión de Pucheta: el sacerdote Jorge Charreun, hoy residente en Chajarí.
Esas contradicción más la sospecha de que Gervasoni sabía más de lo que contó en la causa Ilarraz derivaron en la apertura de una causa por falso testimonio. El miércoles 18 fue la primera jornada de la audiencia oral y pública en la que el secretario privado del arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, se sentó en el banquillo de los acusados. El fiscal Juan Francisco Ramírez Montrull pidió la pena de 1 año y seis meses de prisión condicional. El defensor de Gervasoni, Guillermo Vartorelli, la nulidad de aquella declaración de 2015 que ahora es eje de la acusación.
El sacerdote Leonardo Tovar fue uno de los que impulsó más férreamente la investigación judicial al cura Ilarraz por los abusos en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo. Su afán por reclamar justicia y para que la Iglesia pidiera perdón a las víctimas le valieron persecución dentro del clero y el destierro. Ahora está en Neuquén, y aunque le pidió al arzobispo Puiggari podre volver, éste le respondió con un cerrado «no».
Tovar desacredita el argumento de Gervasoni, que a través de su defensor planteó que antes de que se le tomara declaración en 2015 se lo debió liberar del secreto que se autimpuso cuando asumió el cargo de secretario de Puiggari, en 2011. «No se puede responsabilizar a la Justicia por el levantamiento de un secreto del que Gervasoni nunca habló. Al momento de presentarse a declarar, tendría que haber dicho que estaba bajo ese secreto. Decir que está sujeto a un juramento. Entonces, la Justicia hubiera podido levantar ese juramento. Pero él se presentó a declarar y no dijo nada. La Justicia no es adivina. El proceder de Gervasoni fue incorrecto. Nosotros, los sacerdotes, podemos tener muchos juramentos y muchas promesas, pero ningún juramento ni ninguna promesa es para ocultar delito», plantea.
En declaraciones que hizo al programa Informales de Radio Costa Paraaná 88.1, Tovar relacionó la reticencia de Gervasoni en la necesidad de encubrir al arzobispo Puiggari y a la jerarquía, que ha caído en el error, aseguró, de pretender poner la legislación de la Iglesia, el Derecho Canónico, por encima de las leyes civiles. «El Derecho Canónico nunca puede estar por encima. Se hizo un abuso, y ahí surgió el encubrimiento. Se buscó el encubrimiento», aseveró.
-¿Por qué cree que Gervasoni actuó así?
-¿Por qué Mario Gervasoni llega a encubrir si en definitiva al que estaban enjuiciando era a Ilarraz no a Puiggari? Lo que pasa es que si decía la verdad, se sabía que Puiggari encubrió los abusos de Ilarraz. Si bien la investigación diocesana de 1995 la ejecuta Karlic, el que movió los hilos y organizó la investigación fue Puiggari. Alguna vez Puiggari me dijo: «Yo hice lo que me dijo Karlic. Karlic es el único responsable». Ante eso, le dije: «No, monseñor, usted también es responsable, porque usted en conciencia sabía que había un pedófilo guardado en Tucumán, un pedófilo que usted también juzgó y nunca hizo nada. Usted, siendo obispo de Mar del Plata, hubiera podido dar intervención a la Justicia. Y no lo hizo». En ese sentido, Puigari es también encubridor. Puiggari y todos los que callaron esa situación. Lo otro que me llama la atención de Puiggari es que ahora, para defender a su hijo (se refiere a Gervasoni, NdelR), acude rápidamente a la Justicia para declarar a favor de Gervasoni. En cambio, cuando tuvo que declarar en la causa Ilarraz, dio un montón de vueltas.
-¿Cree que la Justicia alguna vez va a avanzar sobre el encubrimiento de los abusos de Ilarraz?
-Tengo mucha fe que sí, porque es la verdad. Creo en la Iglesia de verdad. Hay que hacerse cargo. El mejor testimonio que le podemos dar a la gente ante semejante escándalo es asumir los errores cometidos. Qué bueno hubiera sido si al comienzo del caso Ilarraz, Puiggari y Karlic hayan asumido públicamente sus responsabilidades. Que dijeran que se equivocaron, y que hayan pedido perdón. Hubiese sido más simple, más heroico y más sanador para las víctimas. Pero siguieron otro camino, el de la soberbia, el empecinamiento, olvidándose que al lado estaban las víctimas. Estaban más preocupados en cuidar su nombre y su fama que en que se haga justicia.
-Su último destino en la Iglesia fue San Benito. Su participación en el caso Ilarraz lo obligó a irse de Paraná. Después de un tiempo quiso volver. ¿Qué le dijo Puiggari?
-Me dijo que no, porque dice que yo le he hecho mucho mal a la Iglesia. Y que él había sometido mi caso a opinión del consejo presbiteral -cosa que canónicamente es un error porque es decición del obispo-, y me dice que por unanimidad, habían resuelto que yo no vuelva. Me indignó mucho. ¿Quiénes son los que me juzgan y no me dejan volver? Quise volver y no pude por la prohibición que me hizo el obispo .
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.