“Estaría contento que se decida lo de Moya. Me siento injusto teniéndolo castigado, y que la Justicia no avance. Y la Justicia no puede decir que no hemos aportado todos los elementos que nos pidieron”.
Eso dijo el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, a finales de agosto pasado. “Estamos esperando que actúe la Justicia –aseguró–. El caso Ilarraz, aparentemente, viene más rápido, pero en el caso de Moya, hace un año y tres meses que yo lo retiré y la Justicia no avanzó”.
Raro: Puiggari dictó su propia sanción a Moya luego de que el cura fuera denunciado en la Justicia por abusos a menores, el 29 de junio de 2015. Al día siguiente, la curia dio a conocer un comunicado en el que anunció la apertura de una investigación preliminar, siguiendo lo que establece el Código de Derecho Canónico en el canon Nº 1717, regulados por las normas de Gravioribus Delictis”
La expresión en latín “Gravioribus Delictis” alude a los “delitos graves”, como la pederastia, la acusación que recae sobre Moya, y conforma parte de las reformas introducidas en 2010 por el papa emérito Benedicto XVI para abordar los delitos de abuso de menores. La investigación propia de la Iglesia fue enviada a Roma, y de eso no se tiene novedades.
Pero Puiggari decidió apurar a la Justicia.
Encima, Moya no ayudó demasiado. El 20 de diciembre, cuando fue citado a declaración indagatoria, prefirió no hablar.
Moya es cura desde que el cardenal Estanislao Karlic lo ordenara, el 3 de diciembre de 1992. Al año siguiente llegó a Villaguay donde estuvo como vicario hasta 1997 en la Parroquia Santa Rosa de Lima. En ese lugar se habrían producido los abusos que denuncian dos víctimas, un médico y un estudiante de Derecho, entonces adolescentes que integraban el grupo parroquial.
Aunque de los casos la Iglesia tomó conocimiento mucho antes. De acuerdo a una carta que presentó en 2010 el entonces sacerdote José Carlos Wendler, la Iglesia supo desde ese año de los abusos del cura Moya.
José Carlos Wendler se ordenó cura el 14 de abril de 1996 y ese mismo año lo destinaron a Villaguay, como vicario de la Parroquia Santa Rosa de Lima. Ese año, Wendler supo de uno de los abusos que ahora investiga la Justicia: se lo contó EF, que antes se lo había comentado a su grupo de amigos -que no le creyeron- y a su padre -que evitó denunciar a Moya por cuanto se trataba de un cura entonces muy querido en Villaguay- y lo primero que hizo fue hablarlo con la familia del chico.
La familia de EF optó por la reserva, y no llevar el caso a la Justicia. Más tarde, Wendler tomaría una determinación: poner en conocimiento de los hechos a la jerarquía católica de Paraná. Eso fue en 2010.
No hubo denuncia judicial entonces y Moya siguió siendo lo que era hasta ese momeno: un reonocido cura dedicado a las payadas en los festivales folclóricos. Su último destino fue Seguí.
En 2015 recién se abrió la causa en la Justicia.
Sólo entonces actuó la Iglesia.
Ahora, Moya volvió a estar en boca de todos. El 6 de este mes se internó en el Hospital San Martín con un diagnóstico de enfermedad de transmisión sexual. Su cuadro es grave.
Pero estuvo menos de diez días en la habitación 211.
Sin que los médicos le dieran el alta o autorizaran un traslado, la Iglesia decidió interceder para lograr su derivación a un sanatorio privado de Buenos Aires.
Así, lo sacaron del centro de la escena. Así, repitieron un mismo patrón de conducta: esconder.
Ni siquiera la fiscal del caso Moya, Nadia Benedetti, de la Unidad Fiscal de Villaguay, estuvo al corriente de ese traslado resuelto entre gallos y medianoche.
De ese modo, Moya fue corrido del centro de la escena. Y se impidió que los médicos iniciaran una pesquisa para determinar qué relación podría haber entre los abusos y la enfermedad que padece. Eso iban a hacer los profesionales, iniciar la cadena epidemiológica, y para eso se habían presentado en la Justicia, para que los releven del secreto profesional. En eso estaban cuando la Iglesia decidió sacar a Moya de la provincia.
Así, la Iglesia volvió a ponerse en la vereda de enfrente del lado que ocupa la Justicia, con su pretensión de invetigar y esclarecer los abusos del clero.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.