Veinticuatro años después, nada se sabe del femicidio de Alejandra Natalia Martínez. Se sabe que la mataron, que su cuerpo apareció envuelto entre troncos, en un descampado, un mes después de su desaparición, que la encontró un peón que rastreaba un animal perdido. Pero poco más.

En Chajarí es un femicidio más, aunque en aquel año en que se supo de la muerte de Alejandra Natalia Martínez nadie los nombraba como femicidio.

Este viernes 20, en Chajarí, la ciudad donde ocurrió ese crimen, pusieron una placa que recuerda su nombre. No solo el femicidio de Alejandra Natalia Martínez (1998), también los de Olga Zárate y su hija Camila (2001), Camila Silgueira (2010), Alejandra Inchauspe (2011) y Clelia Dalmazo (2017) y María Soledad Monge (2018). La iniciativa, en noviembre pasado, fue de Julia Islas, la incansable madre de Alejandra, junto a Angel Scatolaro a través de Mariposas Chajarí, quienes hicieron las gestiones ante la Cámara de Diputados, mediante la diputada del departamento Federación Vanesa Castillo.

La placa recuerda el femicidio. Y es también una sombra sobre la Justicia, que cerró la causa con un dato escalofriante: autores desconocidos.

Tenía 17 años cuando no se supo más nada de Alejandra Natalia Martínez. La noche de la graduación en la Escuela de Comercio Justo José de Urquiza, el 12 de diciembre de 1998, fue a un boliche y después, se presume, se dirigió a su casa. Pero nunca llegó. Su cuerpo fue hallado un mes después,  el jueves 14 de enero de 1999, en un descampado, a 10 kilómetros de Chajarí.  No se sabe quién o quienes la mataron. La Justicia nunca llegó a nada. Un femicidio impune.

La Justicia nunca le pudo decir a su madre, Julia Isla, quién la mató, por qué la mató, cómo fue que el cuerpo de su hija apareció, un mes después de su desaparición, cubierta de troncos, una chica muerta más, tirado el cuerpo en un descampado. La habían buscado en todo Chajarí, en Concordia, en Los Conquistadores y hasta en Mocoretá, Corrientes. La encontró un peón rural que buscaba un animal perdido.

Alejandra había salido el 11 de diciembre de 1998 con una amiga y su hermana menor. Cerca de la medianoche fueron desde su casa hasta el bar Bartolo, y de allí hasta Palmira, un boliche bailable que está junto a las vías del ferrocarril. .

De allí, Alejandra se fue pasadas las 5,30 del sábado 12.Durante la noche, estuvo conversando con varios jóvenes conocidos. Entre ellos, con un muchacho con el que había estado de novia hasta marzo de 1998. La hermana fue una de las últimas en verla. Alejandra fue a despedirse de ella y a avisarle que volvía a su casa. Dos personas declararon después que la vieron cuando iba en camino. Pero ninguna pudo confirmar que hubiera llegado. Una amiga que volvía de un boliche dijo haberla visto en el barrio entre las 6 y las 6,30. Comentó que le llamó la atención la actitud de Alejandra: se mostró indiferente, siguió caminando y no la saludó, cuenta una crónica publicada por Clarín en 1999.

Un vecino, Antonio Aquino, dijo que vio a Alejandra llegar sola. Recordó que eran las 7 de la mañana, aunque dijo que no pudo ver a la joven entrar a la casa. Pero eso no fue todo. Al poco tiempo hubo un llamado a la casa de Martínez: alguien que no se identificó dijo que en la mañana del 12 de diciembre Alejandra había sido obligada a subir a un remís junto a tres muchachos.

La última novedad que tuvo Julia Isla, la mamá, es que la causa se cerró con autores desconocidos del femicidio. La Justicia no supo darle ninguna respuesta. Nunca se la dio. Entonces, Julia Isla empezó una lucha en soledad para mantener vivo el recuerdo de su hija.

«En ese momento, empecé la búsqueda por memoria, verdad y justicia», dice. Ahora no tiene abogado que la represente, sólo el acompañamiento de organizaciones de la sociedad civil, compañeros de promoción de Alejandra. «Nosotros no vamos a bajar nunca los brazos -asegura-. Mi hija no se merece el olvido. Tampoco se merecía que le quitaran la vida».

Edgardo Redruello fue el juez de Instrucción que investigó la desaparición de Alejandra. Julia Isla no tiene un buen recuerdo de él. Ya jubilado, el magistrado intentó alguna vez presentar un libro, y la mujer se las ingenió para organizar un escrache y frustrar el intento. Dice que no es nada personal: es contra la institución judicial que va su lucha y su reclamo. «Yo siempre hago una crítica dura y cruda sobre las personas que estaban al frente de la investigación. No de la persona en sí, sino a lo que representan. Las familias somos las que tenemos que pelear por nuestras víctimas. De la Justicia y del Estado la respuesta nunca llega, o llega tarde, o no es suficiente. Yo discutí muchas veces con el juez Redruello», apunta.

En un primer momento, la investigación rondó a la propia familia. Uno, Juan Ybarrola, el padrastro de Alejandra. En la causa existen testimonios que hablan de la mala relación entre Ybarrola y la joven. Pero el dato más inquietante lo aportó una vecina, que dijo que el día de la desaparición de la chica vio a Ybarrola tirar en su auto algo que sonó fuertísimo.

La testigo se había despertado poco después de las 6 porque escuchó que en la casa de la chica ya habían pedido auxilio dos veces. La mujer contó que Ybarrola se fue de su casa a las 6,30.Esa pudo haber sido la hora en que Alejandra volvió a la casa.

Pero su padrastro negó haberla visto: contó que a las 5,45 llevó a Julia Isla -su pareja y madre de Alejandra- a trabajar y que al rato volvió a buscar unas herramientas. Agregó que se fue tres minutos después, sin notar que hubiera alguien en la casa. Pero los investigadores no dejan pasar por alto otro dato. El padrastro de Alejandra conocía bien el lugar donde apareció muerta la chica: no sólo iba a cazar con frecuencia, sino que había hecho un trabajo de albañilería para un vecino de la zona.

Pero fueron datos sueltos de una investigación que tropezó con impericias.

Ahora, sin esperanzas en la Justicia, Julia Isla batalla por mantener viva la memoria de Alejandra Natalia Martínez.

De momento, el destino del mural que había en Chajarí y que fue quitado porque el lugar donde había sido pintada, una instalación del Ferrocarril, tenía peligro de derrumbe. Ahora, luego de que la familia presentó una nota en el Concejo Deliberante local para que se la reubique, se trabaja en lo que será la relocalización.

En diciembre pasado, un informe realizado por Bomberos Voluntarios de Chajarí indicó que “se pudo verificar el riesgo inminente de derrumbe del galpón en cuestión. Cabe agregar que hace algunos meses estuvimos en el lugar, después de una tormenta, tratando de solucionar la voladura de algunas chapas que se habían desprendido del techo poniendo en riesgo a las personas que transitaban por el lugar”.

En la nota dirigida el intendente Marcelo Borghesan destacan que “en la fecha – 13 de diciembre de 2022 – y ya en el lugar, constatamos el aumento de riesgo de derrumbe ya que la tirantearía no resistiría una tormenta de viento fuerte que superen los 60 km por hora”. Del mismo modo, el informe continua diciendo, “aconsejando el desmonte inmediato o a la brevedad del galpón en cuestión ya que en la zona, y en este momento, se pudo verificar la presencia de 6 menores jugando”.

La obra homenaje a Alejandra Martínez se retiró del lugar y estuvo en custodia en el Centro Cultural Municipal. Ahora, en conjunto con la familia se acordó un nuevo sitio de emplazamiento.

El sitio probable es en los galpones de la estación, en el sector de la plazoleta de los Trabajadores de Prensa, ubicada en calle Uruguay y Moreno.

 

 

 

Foto: La Lucha en la Calle

De la Redacción de Entre Ríos Ahora