Por Mauricio Castaldo (*)

…Pero, ¿ quién de nosotros no tiene un secreto ?…”

Ricardo Piglia, “Respiración Artificial”

…Alguna otra cosa anduvo pasando que no sabemos, algo que

viene de lejos y que fue lo que modificó al General.

Y de eso parece que no hay quien conozca…”

Piglia, “Las Actas del Juicio”

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Nadie dijo, este 6 de enero triste para nuestras letras, que la gran novela “Respiración Artificial” del maestro Ricardo Piglia se ubica casi centralmente en Entre Ríos, y más precisamente en Concordia. La muerte se llevó el cuerpo del escritor de Adrogué, y muchos escribieron epitafios elogiosos y agradecidos, pero nadie, lo que se dice nadie, dijo una palabra sobre Piglia y Entre Ríos, salvo algún tibio recuerdo a su cuento “Las actas del juicio”. Nadie se hizo alguna pregunta para pensar sobre eso. Nadie se puso a pensar que probablemente Piglia nos estaba dando alguna pista.

Muchos, muchísimos, en todo el mundo, recordaron aquella notable escena de “Respiración Artificial”, donde Piglia crea un diálogo donde el polaco Tardewski explica su investigación sobre el posible encuentro entre Hitler y Kafka en un café de Praga en los primeros años del Siglo XX, antes de que Hitler fuera Hitler y cuando Kafka recién estaba empezando a ser Kafka. El personaje que Piglia hace hablar nos mueve a pensar una relación entre el delirio criminal del futuro canciller del Reich y la deshumanización sistémica anticipada por Kafka en “La Metamorfosis” y en “El Proceso” (1). Todo bien, pero nadie dijo que esa escena profunda de reflexión, tan interpelante hasta hoy, Piglia la ubicó en Entre Ríos.

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Ese mismo exiliado polaco de Piglia a nuestra tierra, plantea poco antes el derrotero de la racionalidad burguesa occidental, de Descartes a Hitler, anticipándose notablemente a trabajos como el de Robert Kurz – “Razón Sangrienta” (2) – y a los actuales estudios de la subalternidad. Pero, ¿Porqué Piglia situó estos momentos literarios extraordinarios en la costa entrerriana del Uruguay?.

El propio autor había escrito, cuando era muy joven -en 1964- un cuento notable titulado primero “Las dos muertes”, y después “Las Actas del Juicio”, donde hace hablar con fuerza a uno de los acusados por el atentado revolucionario contra Urquiza, y había confesado después su admiración por las montoneras entrerrianas (3), a las que vuelve a elogiar en “Respiración Artificial”, haciéndole decir a otro de los personajes -Ossorio, veterano de guerra que alguna vez fue rosista- que “he oído decir que los entrerrianos (de a caballo) son los mejores soldados del mundo”. Nada más ni nada menos.

Entre Ríos, refugio histórico

Piglia le hace decir a Tardewski que si no hubiera llegado a Concordia, tal vez hubiera podido graduarse y realizarse intelectual y profesionalmente en Europa, pero también hubiera podido ser asesinado por los nazis o masacrado en algún campo de concentración. Entre Ríos fue un refugio, un gran rancho de paz, de convivencia y de integración solidaria en la primera mitad del siglo pasado, y está documentado, más allá de las contradicciones, luchas y tensiones que sucedieron, como sucede en toda sociedad de clases. En “Tierra de Promesas”, Susana Chiaramonte, Elena Finvarb y Graciela Rotman nos muestran -entre tantas cosas- que algunos de los que escaparon a la infame “Noche nazi de los Cristales Rotos”, sobrevieron en nuestra tierra entrerriana. ¿Es artificial la respiración de un exiliado en éstas condiciones? ¿No da chances de continuar la vida igual la respiración artificial?. ¿No fue Entre Ríos, a su manera, un ejemplo de paz y convivencia para el mundo, en medio de las guerras mundiales?. Tanto dijo también Gerchunoff en “Los gauchos judíos” y en “Entre Ríos, mi país”. Tan bien lo reafirmó su yerno Amaro Villanueva (4). ¿No deberíamos enseñar entonces que la “civilización” estaba acá y la barbarie allá?. ¿No lo enseña Piglia, a su manera?.

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¿Y hoy?. Colonia Avigdor, por ejemplo -en el Departamento La Paz- fue fundada hace casi noventa años para dar refugio a familias judías que escapaban de la barbarie nazi. Esas familias se salvaron en Entre Ríos de los gases y los experimentos químicos genocidas del nazismo. Hoy nuestra tierra mira como muchos de sus hijos enferman y mueren por otros químicos, tan parecidos a aquellos, pero vendidos en el mercado y utilizados para fumigar y envenenar los campos, la tierra, la comida y la vida. La memoria de nuestra historia profunda nos debe llevar a profundizar la lucha en defensa de nuestro mundo vital.

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Entre Ríos no debe olvidar que fue refugio histórico de la vida. Fue refugio de los charrúas perseguidos por los españoles en la Banda Oriental colonial. Fue refugio de Artigas y su pueblo en la redota, en el éxodo oriental de 1811, que enfrentó la traición porteña y forjó el federalismo revolucionario de nuestros pueblos. Fue refugio de algunos cerebros de aquella generación del ’37, como Marcos Sastre y como Alberdi, fue refugio de aquellos negros esclavos que escaparon del Brasil. Fue refugio de judíos en peligro, de alemanes del Volga y de tantos otros exiliados e inmigrantes del mundo. Fue refugio de Aníbal Sampayo y de los que luchaban por la libertad y la justicia en la siempre hermana República Oriental del Uruguay. Fue refugio, también Concordia, de dirigentes políticos uruguayos como el ex candidato presidencial Wilson Ferreira Aldunate, que tan cerca de su tierra y tan familiar se sentía hablando de este lado del río Uruguay, mientras su pueblo peleaba para salir de una vez de la dictadura que todavía hoy sigue impune (5).

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No siempre fue refugio Entre Ríos, y cuando lo fue, fue un refugio dialéctico, como dijimos, de convivencia, pero también de luchas y rabias contra la opresión interna y la injusticia. Las mejores épocas de nuestra tierra fueron sus épocas de refugio, de respiración de libertad y esperanza, y de lucha. Las malas épocas han sido y son las contrarias, la de la Entre Ríos política y económicamente expulsiva, represiva, entregada y opresora. Hoy es refugio de exiliados urbanos y de turistas muchas veces alienados y tan consumistas, que bienvenidos sean pero que no vengan a depredar ni a forrear. Pero el refugio del turismo y del consumo no puede ser el único refugio del trabajo, la vida, la cooperación, la educación, la cultura, el respeto, la justicia y el desarrollo sustentable. Entre Ríos debe volver a ser un refugio de la vida en serio, para todos los que la habitamos.

Es paradójico que Piglia se refugió mental e intelectualmente en Entre Ríos en una época tremenda de persecución, secuestros, torturas, desapariciones y muerte. Escribe “Respiración Artificial” en 1980 y ubica la resistencia literaria en Entre Ríos, cuando el gobierno militar de esa época -entre otras cosas- estaba produciendo el pueblocidio de la Vieja Federación. Allí sí que hubo una respiración artificial para tantos, y a muchos ese tipo de respiración no les alcanzó. Paradójicamente también, hoy la nueva Federación respira como refugio del turismo. ¿Hay excepciones a la regla, o no tanto?.

A pesar del pueblocidio, del genocido y de la lesa humanidad procesista, Piglia nos quería decir que había una historia, que capaz que no estaba todo perdido, y que en la memoria histórica hay una conciencia y por lo tanto, una esperanza.

Parejas intelectuales, monólogo de Cabral y Carta a Alberdi

Esa novela notable, hoy de culto, reconocida internacionalmente, Piglia la respiró literariamente en Entre Ríos. En un club de Concordia sus personajes piensan modificaciones al juego de ajedrez, para darle otra dinámica. En otros pasajes magníficos, los personajes de “Respiración Artificial” resumen -por ejemplo- la transición de Mitre a Roca comentando los cambios en la ideología oligárquica del honor, de los gentlemenens argentos que pasan de los duelos de “caballeros” a la represión sistemática de los sectores populares. Aparece después también una hipótesis provocadora y lúcida sobre Borges como sintetizador crítico e irónico de las dos corrientes literarias y culturales de la Argentina hasta su época: la del europeísmo sobreestimado que se puede leer en “Pierre Menard, autor de El Quijote” -y que uno de los personajes de Piglia dice que es una crítica a Paul Groussac-, y del criollismo conservador con pretensión nacionalista -como el de Lugones, entre otros- que Borges resume en “El Hombre de la Esquina Rosada”. Y ambas corrientes son articuladas en “El Sur”, se dice en “Respiración”.

En otra página, se plantean una serie de “parejas típicas” de intelectuales con sus tensiones, sus debates y sus transformaciones, a partir de aquellos intelectuales europeos que se instalaron en Argentina y que encararon -para muchos- el saber universal. Pedro de Angelis-Esteban Echeverría, Paul Groussac-Miguel Cané, Soussens-Lugones, Hudson-Güiraldes y Gombrowicz-Borges, son las parejas que se repasan. ¿Podemos pensar nosotros parejas de intelectuales en Entre Ríos?. Alejo Peyret-Evaristo Carriego, o Peyret-Fray Mocho, o Peyret-Jose Hernández, Benigno Teijeiro Martínez-Martiniano Leguizamón… ¿tienen el mismo contenido nuestras parejas culturales históricas?.

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En esta gran novela pigliana que quiso ser entrerriana, se plantea que hay un secreto: no podía ser de otra manera conociendo el espíritu investigador del autor. Y el personaje de “el senador” busca una idea de patria, una frase, una clave, para comprendernos. Nosotros creemos que Piglia y sus personajes ya encontraron esa clave, o mejor esas claves, porque creemos que son dos las grandes ideas movilizadoras del debate. Primero, cuando nos dicen que “la historia argentina es el monólogo alucinado interminable, del Sargento Cabral, en el momento de su muerte, transcripto por Roberto Arlt” (6). ¿Se puede resumir mejor el sacrificio permanente y las ilusiones permanentes de los sectores populares en Argentina y en Nuestra América-Abya Yala, peleando para sus patrones y para los políticos?. ¿Se puede resumir mejor la lucha cotidiana de nuestro pueblo, superando esa escena político-literaria del sacrificio y la ilusión del negro Cabral?.

La otra parte del secreto y la clave para pensar nuestra historia y nuestros dramas probablemente estén en ese final con una Carta a Alberdi, el ideólogo de la organización constitucional, el ideólogo de la “república posible”. Pero de eso hablaremos más adelante.

Abrazo de Agua, País del Sauce, orillas de la desgracia: ser el río. La otra historia

…Pero los porteños vienen mintiendo desde hace mucho

y no tie­nen ni idea de lo que pasa por aquí. Ellos no conocen

eso que nos daba de juntarnos casi todos los entrerrianos en

dos días para preguntarle al General a quien había que espantar…”

LAS ACTAS DEL JUICIO

Podemos leer también, tanto en “Respiración Artificial” como en “Las actas del Juicio”, un diálogo de Piglia con Juan L. Ortíz, con Carlos Mastronardi, y si se quiere, con Aníbal Sampayo, el más entrerriano de los orientales junto a José Artigas. El río no es sólo eso, nos dice a su modo el Prof. Marcelo Maggi -asentado en Concordia- cuando nos cuenta que

Pasé la noche casi desvelado por culpa del calor y ahora estoy sentado de cara al fresco de la ventana: la luz del alba titila, frágil, y enfrente se ve pasar el río entre los sauces; el agua a veces sube, arrasa todo. La gente acá aprende a vivir en las orillas de la desgracia. Los turistas llaman a esta miseria color local. Los lugares de frontera, según parece, son pintorescos. Tardewski dice que la naturaleza ya no existe sino en los sueños. Sólo se hace notar, dice, la naturaleza, bajo la forma de la catástrofe o se manifiesta en la lírica. Todo lo que nos rodea, dice, es artificial: lleva las señas del hombre. ¿Y qué otro paisaje merece ser admirado?…”

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Parece haber sido escrito ayer. Era y es un fuerte llamado de atención para nuestra sociedad de riesgo. Nos duelen y nos indignan las noticias actuales que nos muestran el desmonte y las inundaciones, los malditos e inaceptables proyectos de fractura hidráulica y los venenos en el río Paraná. La serpiente capitalista y extractivista, en sus movimientos y ondulaciones nacional y popular o en el ultraliberal de la carita felíz, hoy se muerde cola, y pone en peligro y entre interrogantes nuestra cultura y nuestro mundo de la vida. ¿Volverá a ser fresco el abrazo de agua que nos nombra a los entrerrianos?. El pueblo tiene que recuperar y reafirmar su soberanía ambiental, junto a las demás soberanías.

Tenemos que volver a ser el río, en sentido amplio e integral, como pensó Juan L. Ortíz. Fuimos el río, nos dice el montonero federal entrerriano en “Las actas del Juicio” (7), cuando repasa las extraordinarias movilizaciones guerreras de las montoneras federales con Urquiza:

…Cuentan que el río estaba gris porque nosotros lo cubríamos; tantos éramos que en vez de agua parecía lleno de entrerrianos…”

Fuimos el río en las campañas del Uruguay y sobre todo, fuimos el río revuelto y guerrero en el cruce de Punta Gorda que nos llevó a la esperanza de Caseros. Fuimos el espíritu soberano de la tierra en lucha. Y está muy bien que Piglia se lo haga decir a su Robustiano Vega, como Juan José Manauta se lo hizo decir al Mayor Ponciano Alarcón y Amaro Villanueva a Escolástico Junco. Como dicen Elena Vinelli y Ariel de la Fuente (8), Piglia se anticipó así y casi sin querer a Carlo Ginzburg y a la renovación epistemológica de la microhistoria, y de lo que hoy denominamos estudios de la subalternidad. Nosotros decimos que no sólo Piglia, pero lo importante es que estos grandes maestros de la Historia y la Literatura nos hacen pensar de una manera más dinámica y compleja la relación entre el caudillo y la montonera. ¡Cuántas otras microhistorias debemos explorar y rescatar para construir nuestra historia, la historia de los sacrificios, luchas, solidaridades y dramas del pueblo!.

Probablemente hay tanta historia en Manauta y Villanueva, como en Facundo Arce y Leoncio Gianello. Pero ese no es el punto, el punto es volver a pensar que fuimos el río en movimiento, fuimos el río en los cruces, alianzas y fusiones entre charrúas y minuanes para resistir la represión colonial, fuimos el río -tan bravo como fraterno- en la redota artiguista, fuimos el río en aquellas luchas conducidas por Urquiza y después por López Jordán. Fuimos el río para que puedan encontrar una salida los hermanos Kennedy pero después ya no tanto, porque lo pasamos por arriba o por abajo con los puentes, la represa y el túnel. Volvimos a ser el río contra el proyecto de la represa del Paraná Medio y volvimos a ser el río contra las pasteras imperiales en nuestro río Uruguay. Volveremos a ser el río en serio cuando todo el pueblo entrerriano se movilice política, educativa, ambiental, social y culturalmente en común, siguiendo el ejemplo del Grito Blanco de Gualeguaychú, sin limitaciones posibilistas y sin contemplaciones.

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Alguna otra cosa anduvo y anda pasando. Constitución y Sueños.

…Cuen­tan que los porteños decían las cosas, hablaban de fe­rrocarriles

y del puerto y de la Patria, siempre con la voz del que ordena.

Y el General los escuchó callado, como si anduviera con sueño…”

LAS ACTAS DEL JUICIO

Además de adelantarse a los estudios de microhistoria, Piglia nos da otras claves si las sabemos ver y pensar. Dice que los entrerrianos del Siglo XIX eran los mejores jinetes del mundo, y agrega en un comentario posterior que, “atacaban en malón, como los indios” (9), haciendonos pensar sobre el orígen y el espíritu charrúa-minuano de esa montonera federal, desde Artigas a López Jordán. Ya Cesar Blas Perez Colman pudo entrever la virtud cívica charrúa de esas luchas federales y republicanas, y aquí Piglia lo refuerza y refunda, deconstruyendo y reconstruyendo, nuestras concepciones de criollismo, gauchos, pueblo y luchas federalistas.

“Respiración Artificial” termina con una Carta a Alberdi, que Ossorio indica llevarle antes de tomar una decisión drástica con su vida. No sabemos que dice esa carta que está en un cajón, pero Ossorio nos dice que su amigo Alberdi, su amigo más querido, “sabrá ocuparse de lo que quede de mí, pues soy como si fuera su hermano”. Pero el punto es que esa gran novela de Piglia termina con una Carta a Alberdi que no conocemos. ¿Qué pensamos de ésto?.

El personaje de la escena final de una novela publicada en el duro año de 1980 termina con una confianza en Alberdi, en el ideólogo de la organización constitucional argentina, el ideólogo de la utopía constitucional burguesa, de la república posible que Urquiza ponía en marcha prometiendo federalismo a su montonera. Tal vez Alfonsín fue el Alberdi político de los ’80, el referente de la limitada y contradictoria utopía constitucional que lógicamente parecía libertad frente al genocidio y la opresión dictatorial. Pero, ¿qué otra señal o pista tal vez nos dió Piglia a través de Ossorio? ¿Qué otra lectura podemos hacer?.

¿Es Ossorio la imagen del límite de los que han luchado por la utopía constitucional? ¿Es un llamado de atención sobre los que lucharon tanto pero se limitaron al marco constitucional y político negociado? ¿Es un llamado de atención sobre la potencia pero también los límites de los manifiestos y consignas que encabezaron, por ejemplo, Felipe Varela y Ricardo López Jordán?. ¿Es Alberdi, y todo lo que Alberdi significa, el más grande y brillante enigma histórico y político a resolver?.

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¿Alcanzamos a ver que las utopías democráticas y constitucionales dentro del marco capitalista neocolonial terminan chocando con la pared de ese mismo marco? ¿Alcanzamos a ver que las luchas tienen que ir más allá?. ¿Cómo verlo? ¿Cómo hacerlo? ¿Qué hacer?. Habrá que estudiar de nuevo nuestra frustración constitucional, como propuso Bernardo Canal Feijoo. Habrá que repensar la relación entre Constitución y Pueblo, como sugirió nuestro coterráneo Arturo Sampay (10). Y habrá que reafirmar algún día aquel espíritu de pueblo movilizado y soberano que salió a defender el Pronunciamiento del 1ro de Mayo de 1851, pero ahora sin negociarlo.

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El sueño federal y constitucional se frustró, reprimido con rémingtons, picanas, destierros, desapariciones, acuerdos en BsAs e inversiones extranjeras -y “nacionales” también-. Urquiza se retiró en Pavón. La montonera entrerriana no se lo perdonó. Ni eso ni otras cosas graves que casi empañan todo lo anterior. “Alguna otra cosa anduvo pasando que no sabemos, algo que viene de lejos y que fue lo que modificó al General. Y de eso parece que no hay quien conozca”, dice el revolucionario Robustiano Vega en “Las actas del juicio”. Algunas cosas anduvieron y andan pasando en la política del Estado, y los que hablan de sueños grandes terminan viviendo su propia pesadilla, que es la muerte, ya en vida, por traicionar al pueblo. Algún día tendremos que discutir mejor: ¿cuál es la Entre Ríos que Urquiza soñó?.

Tengamos cuidado de que no nos pase como a ese personaje de Piglia, que nos cuenta que para él, “el sueño ha venido a ocupar el lugar de los recuerdos”.

(*) Docente.

Facebook: Mauricio Castaldo

Twitter: @castaldoedgar

NOTAS:

(1) Ricardo Piglia, “Respiración Artificial”, BsAs, Pomaire, 1980, pp.204-208, versión digital en http://cmap.javeriana.edu.co/servlet/SBReadResourceServletrid=1300106660661_1593991789_2288

(2) Ricardo Piglia, ob.cit, pp,187-188. Robert Kurz, “Razón sangrienta. 20 tesis contra la llamada Ilustración y los «valores occidentales», en http://grupokrisis2003.blogspot.com.ar/2009/06/razon-sangrienta_24.html. Por lo demás, una clara crítica a las contradicciones y sombras del racionalismo moderno capitalista eurocéntrico puede leerse, por ejemplo, en Boaventura de Sousa Santos, “Descolonizar el saber. Reinventar el poder”, ver http://www.boaventuradesousasantos.pt/media/Descolonizar%20el%20saber_final%20-%20C%C3%B3pia.pdf

(3) Elena Vinelli, “El murmullo de la historia. “Las actas del juicio ” de Ricardo Piglia”, en https://www.academia.edu/14583211/El_murmullo_de_la_historia_Las_actas_del_juicio_de_Ricardo_Piglia

(4) Susana Chiaramonte, Elena Finvarb y Graciela Rotman, “Tierra de Promesas. Las colonias judías del Siglo XX en Entre Ríos” (2 tomos), Paraná, Editorial de Entre Ríos, 2011; Beatriz Bosch, “Historia de Entre Ríos”, BsAs, Plus Ultra, 1978, p.280 y 288; Alberto Gerchunoff, “Los gauchos judíos”, BsAs, Eudeba, 1964, también de Gerchunoff, “Entre Ríos. Mi País”, BsAs, Futuro, 1950. Hay una nueva, excelente y necesaria edición de “Entre Ríos, Mi País”, a cargo de la Eduner, Paraná, Serie “El País del Sauce”, 2015; y la bella intrucción de Juan José Manauta titulada “Maestro”, dedicada a Amaro Villanueva, donde hace referencia a ese fenómeno único en el mundo que son los gauchos judíos entrerrianos, en Amaro Villanueva, “Obras Completas” (Tomo I), Paraná, UNER, 2010, p.13.-

(5) «…Hay sólo tres pueblos en el mundo que entienden de esta mezcla de arte, ciencia y religión que es tomar mate: los entrerrianos, los uruguayos y los correntinos…», dijo Wilsonese 25 de Mayo de 1984 en Concordia, y dijo también «No es casualidad…esa bandera…», hablando de la Bandera de Entre Ríos, que es la Bandera de Artigas en ambas Bandas del Uruguay. Ese discurso memorable hasta hace poco se podía escuchar en Youtube. Hoy quedan referencias a ese acto del exilio militante en el Archivo digital del diario El País de Madrid, http://elpais.com/diario/1984/06/16/internacional/456184814_850215.html y un fragmento en Youtube, https://www.youtube.com/watch?v=sEijDr0fzWM

(6) Piglia, ob.cit, p.19. Sería interesante acompañar esta reflexión profunda leyendo a Carlos del Frade, Peones Heroicos. El Sargento Cabral y el Gaucho Rivero. De San Lorenzo a Malvinas”, Ultimo Recurso, 2013.

(7) Ricardo Piglia, “Las actas del juicio”, en https://www.pagina12.com.ar/diario/verano12/23-162202-2010-12-26.html

(8) Elena Vinelli, ob.cit, p.3.

(9) Elena Vinelli, ob.cit, p.1.

(10) Arturo Enrique Sampay, “Constitución y Pueblo”, BsAs, Cuenca Ediciones, 1973, especialmente el capítulo “¿Qué Constitución tiene la Argentina y cuál debería tener?”, pp.101-134.-