Por Julián Maradeo (*)

Los hechos se suceden vertiginosamente. Primero, el cura Alejandro Martínez oficia misa en el acto por el 20 º aniversario del asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas. Acto seguido, la agencia nacional Télam copia la nota que publicamos en 2015, recordando las acusaciones que pesan sobre él tras la denuncia realizada por un grupo de padres marplatenses hace más de una década, cuando Martínez era el director del colegio Nuestra Señora del Camino, dependiente del Obispado de esa ciudad- por entonces era comandado por José María Arancedo, hoy presidente del Episcopado-; luego, el sacerdote acude a los medios para desmentir la nota, señalando que fue absuelto; finalmente, los padres contraatacan diciendo que la causa prescribió, gracias los ardides de los abogados defensores y la complicidad del Poder Judicial.
El hombre de negro
El caso salió a la luz en octubre de 2002, a meses de que Arancedo dejase de ser obispo de Mar del Plata para convertirse en el arzobispo de Santa Fe, en reemplazo de Edgardo Gabriel Storni. En esa oportunidad, casi veinte padres denunciaron al profesor de Educación Física Fernando Pacheco Melo, por el presunto abuso de chicos, de entre 4 y 5 años, que asistían al jardín de infantes. En sus testimonios, las víctimas también aludían a que un “hombre de negro” las tocaba y amenazaba para que no hablaran. Se referían al cura Félix Alejandro Martínez.
Claudia, así será llamada en esta nota, madre de una víctima, subrayó que “el cura estaba denunciado pero nunca fue citado. Es verdad, por lo tanto, que nunca estuvo imputado, pero porque nunca fue citado. Hizo la pericia psicológica oficial, que le dio que era apto para cometer los hechos por los cuales fue denunciado. ¿No es raro que si te denuncian de algo tan grave no se haya presentado a declarar por voluntad propia? Sin embargo, esperó que se duerma la causa y se diese la prescripción por inacción penal. Las denuncias contra el cura se hicieron en 2003, porque el abogado nos había dicho que convenía esperar. Nosotros ya sabíamos lo que pasaba. En el juicio, Martínez declaró que tenía una relación empleado-empleador con Melo Pacheco. En cambio, Melo Pacheco declaró que Martínez era su guía espiritual, sobre todo a partir de las denuncias. Según Martínez no se conocían, sin embargo desde que se supo lo de las denuncias hubo cien horas de entrecruzamientos de llamadas entre los dos, sobre todo a altas horas de la madrugada. Eso lo sacó a la luz una comisión investigadora que vino de La Plata, a cargo del comisario mayor Costa”.
En diálogo con este medio, Claudia sostuvo que “la Cámara Gesell fue realizada tres años después. Los chicos sostuvieron lo que habían dicho. Los peritos de la Corte, que fueron quienes lo realizaron, en el juicio declararon que en los 21 casos los chicos tenían indicadores de abuso sexual, y que los chicos nombraban al profesor Fernando (Melo Pacheco) y al padre Alejandro (Martínez), como los autores de los abusos. A ellas dos no se las menciona en el fallo”.
Según Claudia, hubo numerosas irregularidades durante el desarrollo de la causa: “La primera irregularidad grosa es que en la causa sólo podíamos ser parte los padres denunciantes y obviamente el profesor. A los chicos se los citaba para la pericia psicológica al Tribunal de Menores, no la Cámara Gesell, que fue realizada tres años después. Los tenían horas esperando a nenes de tres, cuatro y cinco años, después los metían a las oficinas donde se hacían las entrevistas y los ametrallaban a preguntas. Resulta que esos peritos habían sido puestos por monseñor Arancedo, a quien el juez de Menores, Ernesto Salas, le permitió ser parte, sin que nosotros supiéramos. Lo representaba un abogado del Obispado, Carlos Martín. Los peritos que pusieron presentaban informes en los que decían que los chicos no habían sido abusados. Se pidió la nulidad de todo lo que se había hecho hasta ahí, y se empezó a hacerlo con peritos del Tribunal de Menores. Esos peritos terminaron siendo los peritos de Melo Pacheco en el juicio. A su vez, entre otras cosas, los pediatras de los chicos no fueron llamados a declarar”.
Uno de los ejemplos que dio la entrevistada fue el de “una nena de 4 años, a la que le dio positivo la “chlamydia trachomatis”, que es una enfermedad de contagio sexual. A esa nena se la descubre la pediatra cuando le manda a hacer todos los análisis. A toda la familia de la nena le hicieron los análisis. A todos les dio negativo. Durante el juicio, la ginecóloga que atendió a la nena explicó qué eran los falsos positivos y negativos. En ese momento, Perelló, que era la abogada de Melo Pacheco, le da un análisis de Melo Pacheco y le pregunta dentro de cuáles se encuentra. Entonces la ginecóloga le pregunta: “¿el señor se hizo el análisis antes de que se supiera que la nena tenía clamidia?”. El juez Martinelli le dice: “doctora, guarde ese papel”. Entonces, Perelló se lo manotea a la ginecóloga y lo guarda. Eso demostraba que estaba arreglado el análisis”. A lo que añadió que “a mí me adjudican dichos, en el fallo, que si uno va a la causa jamás dije. A su vez hay una gran contradicción. En el fallo dicen que los dichos de los chicos no coinciden con los de los padres, pero a la vez dicen que los chicos fueron inducidos por los padres. ¿Cómo puede ser entonces?”.
Por otro lado, Claudia indicó que “una de las cosas más llamativas es que el caso de una nena que tenía falta de himen (la membrana que reduce el orificio externo de la vagina) fue la clave para la elevación a juicio y el procesamiento de Melo Pacheco. Pero la fiscal, durante el alegato, desestimó el testimonio de la nena. Así hizo con el de otro montón de chicos”.
“Durante la etapa de instrucción una periodista de la revista Semana le hace una nota a Melo Pacheco en su casa. Él dice que es inocente y que si va preso, detrás suyo caen los demás. Le llevamos la revista a la fiscal, pero la periodista, que tenía guardada la declaración, nunca fue llamada a declarar”, enfatizó.
Luego de que el caso se nacionalizase y el cura acusado se defendiese a través de los medios, incluso acusando a padres, Claudia respondió que “uno de los casos que cita Martínez en sus apariciones mediáticas es el del padre de una nena que se fue a vivir a España. Supuestamente abusó de su nena. La psicóloga que atendió a esa nena, en el juicio declaró que la nena primero hablaba de un tal Roberto, que terminó siendo su padre, pero que después la nena comenzó a agregar otros lugares y personajes. Terminaron siendo Melo Pacheco y Martínez en lugares como el SUM del jardín. La única parte que le tuvieron en cuenta es lo relacionado con el papá”.
“A la gente de los lugares, como Madariaga, donde esté Martínez le diría que esté atenta. El es una persona súper carismática. No tienen que dejar que se acerque a los chicos. Lo único que queremos es justicia, como no nos la dan, mínimamente queremos que el resto de la población esté atento”, concluyó.
Sin respuestas
El abogado canonista Carlos Lombardi, que representa a varios de los padres, señaló que “nunca hubo una respuesta a nivel eclesiástico, a pesar de que presentamos un informe requiriéndolas. Entonces, la causa eclesiástica está paralizada, son las clásicas maniobras dilatorias de la Iglesia. A nivel judicial, fue también una vergüenza porque, como siempre, la Iglesia especula con que prescriba la acción penal, y la denuncia cayó por prescripción de la acción. A lo que se suma que hubo una serie de maniobras irregulares por parte de fiscales, jueces y peritos”.
En ese escrito presentado en sede eclesiástica, se apuntaba directamente a Arancedo. Fundamentalmente, la información requerida es la siguiente:
A) Si se llevó a cabo una investigación, de acuerdo a lo normado por el canon 1717.
B) Si se comunicó a la Congregación de la Doctrina de la Fe el caso de abusos sexuales perpetrados contra los niños. En caso afirmativo, fecha de la comunicación e instrucciones impartidas por la mencionada Congregación, de conformidad con lo ordenado por la Carta de los Delitos más graves, sancionada en el año 2001.
C) Resultados de la investigación. Medidas y/o sanciones adoptadas contra el sacerdote imputado. Si se le otorgó al mismo el tiempo prudencial para la enmienda a tenor del canon 1347; en caso afirmativo, duración del tiempo prudencial.
D) Si existió mérito para elevar a proceso penal canónico el caso en cuestión. En el supuesto de haber iniciado proceso judicial, estado procesal del mismo a la fecha de esta presentación.
E) Si existió avocamiento del Promotor de Justicia de la Diócesis; en caso afirmativo, dictamen del mismo.
F) Si se dio intervención a las autoridades públicas, denunciando ante la justicia penal al presunto responsable. En caso afirmativo, fiscalía y/o juzgado ante el cual se interpuso la denuncia y estado procesal del expediente penal.
G) Medidas canónicas y/o pastorales adoptadas para reparar el daño causado a las víctimas y restablecer la justicia a tenor del canon 1341.
Como preludio a una denuncia por daños y perjuicio y asesorados por la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico, seis madres y un padre presentaron ante el Obispado marplatense un pedido de informes para que el actual obispo, Antonio Marino, dé a conocer el resultado de la investigación que, de acuerdo con el Código de Derecho Canónico, debió haber llevado a cabo Arancedo, titular de esa diócesis hasta 2002, con el fin de esclarecer y/o juzgar en sede canónica los abusos sexuales cometidos contra sus hijos e hijas, por los que se acusó al sacerdote Pedro Alejandro Félix Martínez.
Este tipo de presentaciones registra antecedentes, por caso, en los arzobispados de La Plata y Mendoza. En el primero, en 2014, en el marco de la denuncia realizada por Julieta Añazco contra el cura Ricardo Giménez. En tanto que en el segundo, en 2010, en el caso Iván González, por el que, a partir de que el arzobispado se negase a entregar la información requerida, se realizó un juicio civil por daños. En este último, después de que la Suprema Corte de Justicia mendocina la condenase, en abril de este año, la curia local tuvo que pagar una indemnización cercana a los 30 mil pesos.

(*) Periodista. Este texto se publicó en la edición de hoy de «El Mensajero de la Costa», de General Madariaga, provincia de Buenos Aires, adonde está el cura Martínez.