La idea surgió urgida por la necesidad: a partir de 2010 comenzó el paulatino cierre de la escuela secundaria de la Escuela Privada San Antonio María Gianelli, en barrio Anacleto Medina Sur, y la zona se quedó sin ofertas de nivel medio: así, un grupo de voluntarios empezó a delinear la forma de ofrecer una alternativa, basándose en el proyecto que alumbró en agosto de 2009 en una villa de Buenos Aires, la Escuela Social Nuestra Señora de Caacupé, impulsada por el cura José “Pepe” Di Paola, bastión de los curas villeros.

En 2013 empezaron las primeras reuniones y en abril de 2014 se inició el ciclo lectivo para primer año: 22 alumnos que asistían de lunes a viernes, de 13 a 18,50 a un aula armada especialmente en el salón de catequesis de la Parroquia San Martín de Porres. La escuela se llamó Pablo de Tarso –el apóstol de Jesús—y empezó a funcionar de un modo distinto: no es una escuela parroquial, ni privada del modo como es el resto de los colegios confesionales. Es social, un formato especialmente reconocido en la Ley de Educación. Tiene una oferta académica adaptada al contexto barrial, y un modo de conducción horizontal.

 

La Escuela de Gestión Social Pablo Tarso, de barrio Anacleto Medina, cumplió 10 años de actividad. Y por eso hubo un acto, y se planificaron una serie de actividades, y volvió, desde Córdoba, su mentor, el sacerdote Pablo Brusa, y participó de la ceremonia de celebración frente a la capilla San Martín de Porres.

Los estatutos de la Fundación Presencia Presente son claros respecto del fin que persiguen: tiene por objeto “la educación integral de niños, jóvenes y adultos, en contextos de vulnerabilidad, personas afectadas por discapacidades, sean éstas mentales o físicas, sensoriales, psicofísicas, permanentes o temporarias o de cualquier índole, centrándose en la educación formal e informal, especialmente orientada a aquellos que menos tienen, a los que no tienen posibilidad de acceso a la educación, y a aquellos que no tienen igualdad de oportunidades”.

Todo eso empezó a puro corazón: sin recursos ni cargos reconocidos por el Consejo de Educación, hasta que llegaron, primero, la aceptación económica, y después, los recursos para pagar el salario docente. Aunque la infraestructura es un asunto que los impulsores de  esta escuela social van resolviendo sobre la marcha.

Según la Ley de Educación Nacional, las escuelas y colegios pueden ser de gestión estatal, gestión privada, gestión cooperativa o de gestión social. Esa última categoría es la que le corresponde al colegio del barrio Anacleto Medina.

Se trata de escuelas que, por las características del contexto social en el que están emplazadas y por la matrícula que atienden, buscan desarrollar metodologías de trabajo adecuadas al territorio en el que se insertan.

Otra de las particularidades de estas instituciones está asociada a las formas organizativas que adoptan en relación con las necesidades de su propia gestión, adecuando el funcionamiento institucional a las realidades en las que están inmersas y a los proyectos socio-educativos que desarrollan.

Son escuelas abiertas y en las que se implementan proyectos que pretenden dar una respuesta a las diferentes necesidades de sus alumnos en todos los niveles y modalidades previstos en la Ley de Educación Nacional. Al ser instituciones que se proponen brindar contención efectiva a sus alumnos, necesitan adecuar sus modelos a diferentes tipos de realidades, evitando de este modo la deserción y el desgranamiento escolar.

Despiden al cura que fue amenazado mientras oficiaba una misa

 

La horizontalidad en las relaciones entre los actores que forman parte de estas instituciones y la gestión comunitaria son características distintivas de las escuelas de gestión social. Concurrentemente a estas peculiaridades, se caracterizan por la conformación de equipos de gestión colegiada que deciden aspectos sustantivos para su funcionamiento, tales como el nombramiento de su personal directivo y docente.

El cura Germán Brusa, junto a referentes sociales del barrio, es el mentor de esta iniciativa. Dice que se inspiró en una experiencia similar que lideró el padre José Di Paola, el famoso cura villero, quien fundó un colegio de ese tipo en el barrio porteño de Barracas y fue el primer en su tipo de esa ciudad.

Brusa volvió a Paraná desde Córdoba, adonde se afincó a comienzos de 2022, para participar de las actividades por los 10 años de la Escuela Pablo Tarso. Se mudó a la provincia mediterránea luego de un serio altercado del que resultó víctima en noviembre de 2021 durante la celebración de una misa. Le fueron a reclamar la devolución de una propiedad que es del Arzobispado y que se había destinado a salón de usos múltiples.

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora