«Los 10 años de lucha de la Fundación y de la Escuela Pablo de Tarso han sido 10 años de resistencia al pie opresor que siempre quisieron ponernos encima».
Germán Pablo Brusa es sacerdote. Es santafesino -nació en San Martín de las Escobas- y es bioingeniero: obtuvo el título en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER). Después se hizo cura: estudió en el Seminario Nuestra Señora del Cenáculo, de Paraná. Y en 2011 llegó como responsable a la capilla San Martín de Porres, en barrio Anacleto Medina, donde impulsó la creación de la Escuela de Gestión Social Pablo de Tarso, la primera de esas características en Entre Ríos. Estuvo hasta 2021.
Cuando cobró vida la Escuela Pablo de Tarso empezó una batalla legal y administrativa que, diez años después, no concluye, y que deja al proyecto educativo de la escuela de gestión social contra las cuerdas. En diez años, el Consejo General de Educación (CGE) no ha podido tener una mirada distinta sobre las escuelas de gestión social y les aplica el mismo criterio e igual normativa que a las escuelas privadas. Y así la asfixia, económica y pedagógicamente.
Una peculiaridad es que no cobran cuotas a sus alumnos: hay cuota cero. Sólo cuentan con reconocimiento económico del 100% de la planta docente de parte del Estado, de modo que deben apelar a voluntarios que pagan una cuota para hacer frente a la factura de luz, a la compra de material didáctico, al pago del sueldo del personal administrativo. Pero además, como tienen existencia ideal y no administrativa, no logran ingresar en ningún plan nacional, como el Conectar Igualdad. «Las computadoras que tenemos son producto de donaciones. Del Consejo de Educación no se recibe más que los sueldos; no hay otro beneficio», asegura el cura Brusa.
Una orden de desalojo, un cura amenazado y un conflicto irresuelto
Pero si hay complicaciones en lo económico, lo pedagógico sigue la misma suerte. «Tenes una supervisora que te aplica los mismos criterios que a las escuelas privadas. Eso no te deja margen para innovar. Las escuelas de gestión social están pensadas para proyectos innovadores, y en nuestro caso, la innovación es un problema, porque la supervisión te impone un corset que te lo impide», detalla.
Brusa ya no está en Paraná. Ahora está ahora en la parroquia Santa María del Perpetuo Socorro, de San Francisco, Córdoba, ciudad a la que se mudó en 2022 luego de que un año antes sufriera un hecho de inseguridad y protagonizara un altercado con un grupo de personas que habían intrusado un salón parroquial en barrio Anacleto Medina. Pero mantiene un contacto estrecho y se preocupa de la suerte de la Escuela Pablo de Tarso.
Este martes, el sacerdote hizo un fuerte posteo en su muro de Facebook:

«Es claro que no están pudiendo pensar en innovación educativa, sino en conservar sus lugares de poder -plantea Brusa, en diálogo con Entre Ríos Ahora-. Y es lo que las escuelas de gestión social cuestionan: el lugar del poder. Las escuelas de gestión social no son ni el Estado ni ninguna entidad privada que sacan adelante los sectores vulnerables, sino que es la misma comunidad que se organiza para proyectar su destino. Eso molesta mucho. Que los pobres quieran dejar de depender del clientelismo del Estado o de la dádiva filantrópica de las asociaciones privadas molesta mucho».
Una década en espera
La idea surgió urgida por la necesidad: a partir de 2010 comenzó el paulatino cierre de la escuela secundaria de la Escuela Privada San Antonio María Gianelli, en barrio Anacleto Medina Sur, y la zona se quedó sin ofertas de nivel medio: así, un grupo de voluntarios empezó a delinear la forma de ofrecer una alternativa, basándose en el proyecto que alumbró en agosto de 2009 en una villa de Buenos Aires, la Escuela Social Nuestra Señora de Caacupé, impulsada por el cura José “Pepe” Di Paola, bastión de los curas villeros.
En 2013 empezaron las primeras reuniones y en abril de 2014 se inició el ciclo lectivo para primer año: 22 alumnos que asistían de lunes a viernes, de 13 a 18,50 a un aula armada especialmente en el salón de catequesis de la Parroquia San Martín de Porres. La escuela se llamó Pablo de Tarso –el apóstol de Jesús—y empezó a funcionar de un modo distinto: no es una escuela parroquial, ni privada del modo como es el resto de los colegios confesionales. Es social, un formato especialmente reconocido en la Ley de Educación. Tiene una oferta académica adaptada al contexto barrial, y un modo de conducción horizontal.
La Ley Nacional de Educación Nº 26.206 establece: – “El Estado Nacional, las Provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires reconocen, autorizan y supervisan el funcionamiento de instituciones educativas de gestión privada, confesionales o no confesionales, de gestión cooperativa y de gestión social”.
Los estatutos de la Fundación Presencia Presente son claros respecto del fin que persiguen: tiene por objeto “la educación integral de niños, jóvenes y adultos, en contextos de vulnerabilidad, personas afectadas por discapacidades, sean éstas mentales o físicas, sensoriales, psicofísicas, permanentes o temporarias o de cualquier índole, centrándose en la educación formal e informal, especialmente orientada a aquellos que menos tienen, a los que no tienen posibilidad de acceso a la educación, y a aquellos que no tienen igualdad de oportunidades”.
Todo eso empezó a puro corazón: sin recursos ni cargos reconocidos por el Consejo de Educación, hasta que llegaron, primero, la aceptación económica, y después, los recursos para pagar el salario docente. Aunque la infraestructura es un asunto que los impulsores de esta escuela social van resolviendo sobre la marcha.
Un abrazo y principio de acuerdo con la escuela de gestión social
Todo igual
En 2021, la comunidad de la Escuela Pablo de Tarso hizo un abrazo simbólico al edificio, que funciona contiguo a la capilla San Martín de Porres, en barrio Anacleto Medina, y así conseguir que el CGE liberara los fondos para pagar a la planta docente. La reticencia de los funcionarios de Educación se apoyaba en el hecho de que la escuela no encajaba en los cánones corrientes: no era escuela pública ni tampoco pública de gestión privada. Aún cuando la Ley de Educación contempla a la escuela de gestión social, el Consejo de Educación nunca la integró como tal.
El 13 de mayo de 2014, el CGE emitió la resolución Nº 1.652 “reconoció” a las escuelas de gestión social que, va de suyo, ya estaban contempladas en la Ley Nacional de Educación. Pero esa resolución tenía una aclaración: “Hasta tanto no se emita la norma específica para la incorporación de escuelas de gestión social, las entidades peticionantes deberán solicitar la incorporación según lo establecido en el reglamento de incorporación a la enseñanza oficial”. No mucho más.
Resolución Escuelas de Gest… by Entre Ríos Ahora