A comienzos de junio, una foto que recorrió las redes sociales impactó. Una foto de una larga mesa dispuesta entre los bancos de la Catedral de Buenos Aires, con gente sentada a ambos lados y platos de comida. Las diferentes interpretaciones que se sucedieron llevaron al arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, a emitir un comunicado y contar de qué se trató. La Agencia Informativa Católica Argentina (AICA) difundió un comunicado emitido por García Cuerva que sumó contexto al encuentro. “A partir de algunas noticias difundidas en las últimas horas queremos informar que, en el marco de la semana de la caridad, en vísperas de la Colecta Anual de Cáritas, el pasado martes 4 de junio se realizó en la Catedral Metropolitana un encuentro de agentes de pastoral que acompañan a las personas en situación de calle. De este encuentro participaron referentes de parroquias, movimientos, funcionarios del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y asociaciones civiles. Dijeron también desde el Arzobispado estar seguros de que “la mejor ayuda es la que se organiza” y cerraron: “En este espíritu es que se convocó en esta primera instancia a todos aquellos que vienen realizando una tarea generosa, solidaria y comprometida con los más pobres”. El cura paranaense Leandro Bonnin reflexionó a partir de esa imagen y expresó su punto de vista sobre para qué se deben destinar las iglesias.

 

 

Por Leandro Bonnin (*)

A raíz de algunas consultas sobre hechos ocurridos en las últimas semanas, me parecía oportuno citar unos párrafos de un documento poco conocido: la «Instrucción sobre los conciertos en las iglesias». Ciertamente, su tema es bien específico, pero recuerda oportunamente el sentido y la finalidad de los templos católicos, citando otros documentos de mayor entidad magisterial.

Cito:

«Las iglesias, por lo tanto, no pueden ser consideradas simplemente como lugares «públicos», disponibles para cualquier tipo de reuniones. Son lugares sagrados, es decir «separados», destinados con carácter permanente al culto de Dios, desde el momento de la dedicación o de la bendición.

Como edificios visibles, las iglesias son signos de la Iglesia peregrina en la tierra; imágenes que anuncian la Jerusalén celestial; lugares en los cuales se actualiza, ya desde ahora, el misterio de la comunión entre Dios y los hombres. Tanto en las ciudades como en los pueblos, la iglesia es también la casa de Dios, es decir, el signo de su permanencia entre los hombres. La iglesia continúa a ser un lugar sagrado, incluso cuando no tiene lugar una celebración litúrgica.

En una sociedad como la nuestra, de agitación y ruido, sobre todo en las grandes ciudades, las iglesias son también lugares adecuados en los cuales los hombres pueden alcanzar, en el silencio o en la plegaria, la paz del espíritu o la luz de la fe.

Todo eso solamente podrá seguir siendo posible si las iglesias conservan su propia identidad. Cuando las iglesias se utilizan para otras finalidades distintas de la propia, se pone en peligro su característica de signo del misterio cristiano, con consecuencias negativas, más o menos graves, para la pedagogía de la fe y a la sensibilidad del pueblo de Dios, tal como recuerda la palabra del Señor: «Mi casa es casa de oración» (Lc 19,46)”.


(*) Leandro Bonnin es párroco de Cristo Peregrino, en Paraná.