La anterior recompensa que había fijado la Nación era de $1,5 millones por cada uno de los seis integrantes; ahora, ese monto se elevó a $2 millones.
Rubén “Mencho” Gill, en 2002 de de 55 años; su esposa Margarita Norma Gallegos, de 26, y sus hijos María Ofelia de 12, Osvaldo José de 9, Sofía Margarita de 6 y Carlos Daniel de 2, fueron vistos por última vez en el velorio de un amigo de la familia, el 13 de enero de 2002, en Viale, a treinta kilómetros de La Candelaria, el campo en el que vivían y donde el hombre trabajaba como peón, en Crucesitas Séptima, departamento Nogoyá. Fue la última vez que se los vio con vida. Después, su destino es un misterio.
Los Gill llevan 22 años desaparecidos.
La Justicia nunca pudo dar con nada que condujera a correr el velo a ese misterio. La causa, dos décadas después, tiene la misma carátula que al inicio: «Averiguación de paradero».
El juez de Garantías de Nogoyá, Gustavo Acosta, encargado de la causa por la desaparición de la familia Gill, dijo que analizan un nuevo testimonio de una persona que podría orientar la marcha en la investigación que está a su cargo desde 2015. Destacó que la causa presenta similitudes con otros casos no resueltos, como el de Enrique Fabiani, debido a la dificultad de localizar a las personas desaparecidas.
La investigación busca dar con el paradero de José Rubén «Mencho» Gill, peón rural que tenía 56 años cuando desapareció; su esposa Margarita Norma Gallegos, de 26; y sus hijos María Ofelia, de 12; Osvaldo José, de 9; Sofía Margarita, de 6 y Carlos Daniel, de 2.
«A pesar de todas las gestiones judiciales hasta ahora, no hemos podido dar respuesta a la familia», comentó el juez en diálogo con el programa Puro Cuento de Radio Plaza 94.7. Mencionó que gestionó en Capital Federal la recompensa, hoy en doce millones de pesos, lo cual ha llevado a que en las últimas semanas una persona se acercara con información relevante.
«Vamos a tratar de chequear y ver si estamos ante una hipótesis de trabajo, para ver si podemos realizar medidas en el establecimiento (el campo en Crucecitas Séptima)», añadió Acosta, subrayando la importancia de verificar la validez de estos datos recientes.
El juez expresó que «la pérdida de tiempo es negativa para este tipo de casos» y afirmó que es crucial continuar con la búsqueda activa y entrevistar a todas las personas relevantes para la investigación.
«El Equipo Argentino de Antropología Forense nos sigue acompañando en la investigación», agregó, destacando el apoyo continuo de expertos en este proceso tan delicado y crucial para resolver el caso de la familia Gill.
El futuro de la investigación
Consultado qué sucederá con la causa cuando deje de ser juez de Nogoyá, señaló: «No sé qué criterio tomará el nuevo juez que asuma en el juzgado. Como recaudo nosotros hicimos una extracción de sangre a María Delia Gallegos (madre de Margarita) para que quede en el banco genético del Equipo Antropología Forense. En caso de que el nuevo juez tenga algún resultado podrá cotejar el factor genético. Es decir, ojalá María Delia pueda estar presente y le demos la respuesta. También eventualmente pueden constituirse como querellante las hijas de María Delia para impulsar la investigación».
«Es la causa más importante para cualquier persona con algo de sentido común. Son seis personas sobre las cuales el Estado no le dio respuesta a sus familiares. Espero que, si hay cambios, esa prioridad no se modifique. María Delia Gallegos es la gran impulsora de la causa. La verdadera protagonista por el mérito, valentía y amor a sus nietos e hijos es ella», remarcó Acosta.
Las hipótesis, la búsqueda
Nanni no había querido hablar antes por “miedo” a Goette. Pero con Goette muerto, acudió a los Tribunales de Nogoyá, y habló con el magistrado a cargo de la causa, el titular del Juzgado de Transición, Gustavo Acosta.
Y dio un dato: que los Gill no se fueron de viaje ni están en otra provincia sino que podrían estar en el mismo lugar donde siempre, la estancia La Candelaria. Muertos. Y enterrados.
Y aportó una pista que ahora sigue la Justicia: que veinte días antes de que desapareciera la familia, en el verano de 2012, “Mencho” Gill cavó dos pozos, uno en el lecho de un arroyo que entonces estaba seco.
El lunes 23 de octubre de 2017 hubo un allanamiento en el campo La Candelaria, cuyo casco principal está desocupado. Fue una primera inspección ocular de la Justicia.
La Candelaria se dio vuelta, se recorrió de palmo a palmo, se excavó en los sitios donde Nanni creyó haber visto a Gill cavar, y nada. El trabajo se hizo con maquinarias de la Dirección Provincial de Vialidad. Despúés, quedó bajo la dirección del Equipo Argentina de Antropología Forense, que se sumó en 2019. Tampoco nada.
El juez de la causa, Gustavo Acosta, titular del Juzgado de Garantías y Transición de Nogoyá, que tiene a su cargo la investigación desde 2015, acudió a un vidente de Gualeguaychú, intentó una entrevista con el cura sanador de Rosario Ignacio Peries, siguió pistas, encontró testigos, acudió al Gobierno Nacional para que, en 2022, pusieran una recompensa a quien pudiera dar datos.
Nada.
El misterio continúa rodeando el destino final de la familia Gill y de momento nada se sabe de su destino.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora