Cuando las personas, las instituciones o incluso los movimientos, ganan el significado de símbolo, cuando se convierten es eso, en símbolo, al mismo tiempo que adquieren determinadas características, luminosas o tenebrosas, se van endureciendo desde las extremidades hacia adentro, se empiezan anquilosar hasta que no pueden ya ser otra cosa más que eso.

Si algo se vuelve símbolo, ya no podrá, de modo alguno, transformarse en otra cosa. Es el colmo de la identificación: un símbolo, venerado o cuestionado, pero solo en su totalidad y ya no en su conformación, en su interior o en sus partes, no puede cambiar y resulta inescindible.

Hoy la tribuna social se llena de exclamaciones: por un lado el Gobierno Nacional da a conocer unas cifras acerca de un estudio sobre el nivel de la educación pública y el presidente Mauricio Macri dice que los resultados son sorprendentemente malos y por el otro intenta hablar de la falta de equidad que separa a los que van a la educación y pública y los que deben “caer” a la escuela pública. “Caer” dice Macri y la reacción es inmediata.

Todos caímos a la escuela pública, todos lo que hoy tenemos de 30 y pico para arriba. La gran mayoría. Y estamos orgullosos y somos lo que somos porque…y nuestros hijos también y nuestros nietos, porque con la bandera….

Un símbolo, la educación pública es un símbolo, entonces no se discute. No se discute en serio. Los kirchneristas que hace dos días aplaudían a la presidenta que ironizaba con lo poco que trabajaban los docentes y las muchas vacaciones que tenían en suerte, hoy se rasgan las vestiduras en defensa de los próceres de la educación argentina que son los docentes, hasta hace un rato, principales adversarios de la gestión Urribarri en Entre Ríos.

Los macristas que prometieron educación de calidad y pobreza cero, no saben en qué agujero meterse, porque no entienden los mecanismos para discutir en el marco del Estado, que no tiene similitud alguna con el mundo empresarial. Se frustran y muestran los dientes, pero ni si quiera acá pueden morder, porque la calle los muerde a ellos.

El problema es que en ese marco, no se debate nada de verdad. La educación pública se vino a pique y lo hicieron, en buena medida, en conjunto, menemistas y kirchneristas, con la pobre ayuda del intermedio frustrado de la Alianza, con muchos de ellos adentro a la vez y con el radicalismo.

Aquel que escribe yo no caí, yo elegí, está muy bien, pero tendríamos que considerar  que la decadencia se precipitó en los últimos 20 años: no es lo mismo la escuela pública de la década del 80´ que ésta, la que viven los pibes hoy. No son los mismos docentes. Creció la violencia, empeoraron las circunstancias, aumentó la marginalidad, cambió el mundo. Algo pasó.

Si no se puede advertir, si seguimos mirando el símbolo, incuestionable, entero y no debatimos sus partes, nada de esto sirve: ni los paros, ni el fastidio que produce un presidente criado en la esfera de la educación privada, ni el programa de computadoras que no gestó, finalmente, nada nuevo.

Todos los años, mientras el discurso rodea, abraza y protege el símbolo de la educación pública convenientemente, todos los años, crece la matrícula de la educación privada por el desguace que promovieron los mismos que hoy, indignados, agitan la causa de un guardapolvo blanco.

Es mentira, no les importa la educación, les importa el símbolo, pero los símbolos no enseñan nada más que sentimientos de veneración u odio o, sencillamente, cuando los que viven la experiencia se dan cuenta, in situ de lo que pasa, deja de importar y se vacía de sentido.

Para defender la educación pública, necesariamente, debemos cuestionarla. Y cambiar. Si no lo hacemos, si veneramos el símbolo y respetamos las consignas, no hay transformación posible, la realidad se anquilosa, la discusión sigue equilibrada y el desastre se precipita silencioso.

 

 

Julián Stoppello

De la Redacción de Entre Ríos Ahora

Imagen: la foto es de 2014, corresponde a la Escuela Nuestra Señora de Guadalupe, pública, que se inauguró sin el mobiliario. Así se sentaban los pibes a estudiar.