“A mí me sorprende mucho y, digamos, no solo me sorprende, me gusta mucho la idea de que haya una feria del libro que se base exclusivamente en la ficción. Eso no es algo común. Te diría que es una excepción, no recuerdo haber ido a una feria del libro en la que la ficción sea, digamos, excluyente, y eso me gusta”.

El escritor y ensayista Juan José Becerra estará este domingo en Paraná como parte de la agenda de la 12ª edición de la Feria del Libro Paraná Lee. A las 15,30 de este domingo, en Sala Mayo, Becerra hablará del escritor santafesino Juan José Saer: “Inspiración Saer”. Y a las 19, sobre “El amor, un oscuro resplandor”.

Nacido en Junín, provincia de Buenos Aires, 1965, Becerra Es autor de los ensayos “Grasa”, “La vaca. Viaje a la pampa carnívora” y “Patriotas”; de relatos “Dos cuentos vulgares”; y las novelas “Santo”, “Atlántida”, “Miles de años”, “Toda la verdad”, “La interpretación de un libro”, “El espectáculo del tiempo”, “El artista más grande del mundo” y “¡Felicidades!”.

Aquí, fragmentos de una conversación del intelectual con el programa Puro Cuento de Radio Plaza 94.7.

Dice Becerra que él piensa que “la literatura, sobre todo la ficción, es un mundo muy, muy restringido, muy marginal”. Lo define así: “Yo pienso que la literatura es una disciplina marginal, y lo puedo probar estadísticamente. No todo el mundo lee literatura. Es muy poca la gente que lee literatura. Sin embargo, la existencia de la literatura está garantizada por esa gente, que al leer literatura cumple una especie de misión, y te diría que esa misión es mucho más importante que la de escribir literatura. La de leer literatura es la que sostiene la estructura de lo que llamamos en términos muy amplios literatura. Y después, obviamente la ficción y la literatura de ficción, incluso la mejor. Podemos pensarlo en términos competitivos: tiene a su vez muchos adversarios, y los adversarios van creciendo con el tiempo. Es decir, que no deja de ser un entretenimiento de calidad la literatura, y eso compite. Siempre le apareció algo: le apareció la tele, después le apareció el cine, o antes le apareció el cine y luego la tele, después la radio, el radioteatro, las series, ahora, y sobre todo el teléfono, que ya impone un ritmo de atención mucho más fragmentado, y lo que hace, me parece a mí es, de alguna manera, en las generaciones de hoy y las próximas, quitarle esa atención a las experiencias de lectura, que duren una unidad de tiempo más o menos prolongada, que es lo que la literatura exige de los lectores”.

-¿Y cómo te llevas con los libros digitales?

-Mirá, yo soy chicato, entonces no reniego para nada del libro digital, porque en el libro digital podes agrandar la fuente, la letra digamos, es una bendición para la persona que tiene dificultades para leer. Ahora, de cualquier manera a mí me parece que la comodidad de leer en papel no tiene sustitución por el momento. Pero cada uno tiene sus ventajas: en la playa no podes leer mucho tiempo el libro de papel porque para eso tenes que prácticamente con máscara de soldador por efecto del sol. En cambio, en el Kindle, hay una textura mate que se puede leer con mucha más facilidad y con menos violencia ejercida sobre la vista. Ahora, si estás leyendo la página 100 y queres volver a la 20 porque te parece que por ahí hay algo que te perdiste, en el Kindle tenes que ir página por página, y son operaciones muy complicadas. Es decir, cada uno tiene ventajas y desventajas. Pero si tengo que elegir, elijo el papel.

Becerra encuentra “adversarios” de la literatura. ¿Cuáles serían?

“Para mí, los adversarios de la literatura serían los dispositivos de lectura, que son dispositivos de distracción, como el teléfono. Son dispositivos de distracción, y la rotura de la continuidad, me parece a mí que es una cuestión cultural, bastante consolidada. Yo creo que es la continuidad lo que se quiebra en la cultura de la época, digamos. Por ejemplo, uno se junta con un amigo que hace, no sé, seis meses que no ve, vas a un bar, y tanto uno como el amigo están pendientes de lo que entra al teléfono. Un mensaje que interrumpe la conversación. Es decir, un encuentro personal que hace seis meses no sucede en la vida material, por un mensaje, vamos a decirlo así, boludo, de alguien, se interrumpe ese encuentro. Y uno se presta a la interrupción, y eso de alguna manera resquebraja, yo creo que cierta cultura de la atención, que tiene que ver con prestarle atención a las cosas con detenimiento”.

Luego, añade: “Para entender algo, hay que detenerse, hay que poner en suspenso el resto de las cosas”.

-¿Tenes rituales a la hora de escribir? ¿Podes prescindir de distractores como el teléfono?

-Recuerdo una época, no hace muchos años, cuando me prestaron una casa para escribir y no tenía Wi-Fi. Entonces, para mí era como una bendición porque medio que escribía como a la antigua. O sea, escribía y escribía. Pero de cualquier manera, en mi casa obviamente tengo señal. Entiendo que hay que tener como una disciplina para enfrentar esas distracciones, pero al mismo tiempo hay una garantía de que uno puede escribir sin distraerse si uno verdaderamente desea lo que está haciendo. Si vos estás metido en lo que estás haciendo, que es lo que a mí me pasa cuando escribo, sobre todo ficción. Por ahí pasan dos o tres horas y no siento la necesidad de ver qué es lo que está pasando en el mundo, que, dicho sea de paso, sucede sin mí. Entonces, me parece que tiene que ver también con la cuestión de cómo uno no solo tiene facilidades para distraerse y en todo caso bloquear esa distracción, sino qué es lo que uno desea hacer mientras está escribiendo. Si vos la estás pasando bien, que es lo que me pasa a mí afortunadamente cuando escribo ficción, la verdad que lo demás me parece como secundario, no me atrae.

-Venis a la Feria Paraná Lee a hablar de un santafesino, Saer. ¿Qué conoces de la literatura entrerriana?

-Sí, cómo no: Calveyra, el propio Ricardo Romero, obviamente Juan L. Ortiz. Como lector de Saer, la primera vez que escuché o en realidad leí el nombre Juan L. Ortiz fue porque lo pronunció Saer. Entonces, obviamente lo leí. Tengo las obras completas de la edición de la Universidad Litoral que tiene un prólogo extraordinario de Martín Prieto. Y me parece que lo fluvial le ha dado mucho a la literatura argentina. Hay una literatura litoraleña que puede ser entrerriana, puede ser santafesina, pero en todo caso podríamos considerar literatura de ríos. Esa es una hipótesis, que podría yo desplegar ahora sin conocimiento de causa. Ahora, cuando yo leo a Ortiz, evidentemente algo de eso hay. No digo que valga para todos los escritores entrerrianos, como no vale para todos los escritores porteños la velocidad de la ciudad, pero me parece que algo tiene que ver, o sea, que la geografía de alguna manera condiciona, sobre todo no la manera de escribir, o la manera de leer, sino la manera de mirar. Lo que se llama biorritmo. A mí me interesa mucho ver eso, y de hecho yo me considero persona que escribe, un escritor más de esa selva, más de río, más de la Pampa, o sea, menos presionado por la histeria de las grandes ciudades.

-Selva Almada habla de literatura de provincia.

-Creo que es así. A mí me parece que el escritor es de un lugar. Yo nací en Junín, puedo vivir 50 años en París o Nueva York y yo soy de Junín. Digamos, no lo digo en términos chauvinistas, lo digo en términos de que es una fatalidad, ¿no? Y una fatalidad es desafortunada. Entonces, todo lo que yo aprendí a hacer por primera vez, lo aprendí en esa ciudad. Como, digamos, un escritor de Paraná, aprendió en Paraná todo lo que hizo por primera vez. Ese repertorio de conocimiento, que en realidad son las herramientas que uno después aplica a una lengua que no es propia, pero que trata de todos los modos posibles de torcer hacia sí mismo, a que sea lo más soberana posible, ocurre porque en algún momento despertó la curiosidad que tiene como escritor en ese lugar. Y no es lo mismo que esa curiosidad se despierte en Paraná, o en Guadalajara, o en Junín, o en Madrid.

-Salimos de la literatura y desembarcamos en el día a día del país. ¿Cómo estás viendo este momento del gobierno de Milei?

-En algún momento tenía como una confusión en la lectura del objeto. Al objeto me refiero a Milei y todo lo que Milei encarna. Es decir, para mí es Milei  porque ahora está Milei. Pero Milei es el emergente de algo que estaba sucediendo a un nivel colectivo y podría haber sido otro. En este caso es él y él yo creo que lo que encarna es un tipo de capitalismo. Hay varias corrientes, varias escuelas, varias tradiciones de capitalismo: poscapitalismo, precapitalismo, neocapitalismo. Yo creo que Milei es el capitalismo en su vertiente de locura. Por eso hay como un caudal de mesianismo muy grande que vehiculiza las ideas y donde las ideas son prácticamente intratables. Es decir, imposible de regar con otras ideas o de contactarse con otras ideas. Hay una estructura mental fanática que se está aplicando desde el Estado. Por eso tiene como un efecto radioactivo sobre el resto de las cosas que no sea la defensa irrestricta de ese mesianismo. ¿Pero qué pasa? Ocurren las protestas de los universitarios. Vos podés vetar el aumento de los jubilados pero los jubilados están en la casa. En cambio, las universidades tienen poblaciones jóvenes, manifestantes y bueno, eso es lo que está empezando a ocurrir ahora. Pero como no hay discusión posible, cuando vos impones un código de violencia para discutir la política, el escenario de la discusión pública se satura de violencia y pareciera que el lenguaje pasa a un segundo plano. La discusión política se ve exclusivamente bajo el código de la violencia. Y obviamente el responsable es el Presidente, que es una persona enajenada a la hora de discutir y a la hora de reconocer que hay otra cosa al margen de su dispositivo mental, ideológico, intelectual, como quiera uno llamarle, ahí se mezcla todo.

-¿Ves algo del otro lado que pueda contrarrestar este discurso?

-A mí me cuesta verlo hoy. Creo que lo que ocurrió con el gobierno de Alberto fue un golpe muy duro para los sectores populares que confiaron en esa oferta. Entonces, vos te das vuelta y el último gobierno popular, entre comillas, que viste fue el de Alberto. Veo como que hay una crisis de fe en la oferta de gobiernos populares. Hay que ver cuánto dura esa crisis de fe, pero hay una crisis de fe que tiene sus razones y de hecho el voto “al loco” es un acto bastante razonable si uno se pone a pensarlo sin prejuicio. Ahora, yo creo que no aparece nadie del todo, es decir, asomando en la cabeza, porque yo creo que la política la hace el que pueda hablar. Y hoy, recién hoy, la política de la oposición está empezando a hablar de a poco, y no a través de sus representantes, de sus políticos, sino a través de los damnificados. Y los damnificados son cada vez más, y cada vez ocupan más espacio, y en todos los niveles. El damnificado es el jubilado, el que usa transporte público, la maestra. Empieza a configurarse una masa crítica de víctimas sociales, por decirlo así, que son los que empiezan a hablar. Para mí, en este mismo momento en el que estamos hablando, se está generando un lenguaje nuevo de resistencia, posiblemente porque la violencia con que se ejerce el ajuste es como muy desagradable de ver como espectáculo político, porque no solo hay un ajuste sobre las necesidades materiales de muchas personas, sino que también hay una especie de burla, de lección, ¿no? Entonces, yo pongo muchas cosas, porque uno puede decir, bueno mira, me ajustan pero no me gastan, o me gastan pero no me ajustan, pero si me ajustan, me gastan. Y hay un momento en que empieza como a justificarse, y ojalá no ocurra, los hechos de violencia, porque el código de violencia es lo que está implantado desde el 10 de diciembre.

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora