Unas 10 mil personas partieron este viernes, puntualmente a las 17, desde el ingreso a la ciudad de Hasenkamp, y emprendieron una caminata que durará más de 24 horas y los traerá a Paraná, al Santuario de La Loma, en barrio Paracao, en la 42ª edición de la Peregrinación de los Pueblos, una demostración de fe que arrancó en 1983.
Matías Rodríguez, que se desempeña como servidor desde hace 15 años, hizo un cálculo: en 2023 arrancaron desde Hasenkamp unas 8 mil personas y al final de la caminata sumaron 25 mil. Este año en la partida había más de 10 mil por lo que esperan que al concluir la peregrinación la cifra de asistentes sea record. A bordo de una camioneta «colectora» -vehículos que asisten a los peregrinos que sufren alguna descompostura en la caminata-, coordinador de servidores, contó que al grueso de gente que parte de Hasenkamp se suman otros tantos peregrinos en Cerrito, adonde llegan a medianoche.
«La gente que trabaja -no en Hasenkamp, porque en la partida de la Peregrinación se declara asueto- van sumándose a medida que estamos en la marcha. También se suma gente en Sauce Montrull, que ya sería el sábado», describió.
-¿Hubo más gente este año?
-Sí, seguro. El año pasado eran 8 mil personas; y este año se estima que partieron unas 10 mil personas. El clima acompaña. Hay una brisa y al caminar se pone un poco más caluroso. Pero a la noche se va a sentir el frío.
-¿El tramo más duro es el de la noche?
-Sí, a partir de Cerrito, que se sale a las 2 de la mañana hasta El Palenque, no sólo por el frío sino también por el hecho de que hay muchas lomadas. Hemos tenido casos de peregrinos que van caminando dormidos.
-¿Desde cuándo se organiza la Peregrinación?
-Nos empezamos a reunir en mayo o junio, cada 15 días. Y después de la Peregrinación hay una reunión de cierre en la que se revisa y se analiza para preparar la del próximo año.
Historia
La larga historia de esta peregrinación, que arrancó en 1983, registra dos suspensiones por lluvia, 2004 y 2006, mientras que en 2012 la fecha de realización fue cambiada por el mal estado en el que estaban las banquinas debido a la lluvia.
Todo lo demás, es una historia digna de ser contada. Y conocida.
Esa vez, ese primer año que arrancó la Peregrinación de los Pueblos, cuando ni siquiera se llamaba así, el cielo desató su furia.
Llovía con furia y pasión. El horizonte era una línea de agua y barro, de siembra y relámpagos. El miedo no es zonzo, pensaron entonces aquellos dos muchachos que se habían agazapado malamente debajo de un eucalipto, al costado de la ruta, cerca de nada, lejos de todos.
Jorge Quirós y Amelio Rodríguez, aquel día de aquel año de aquella tormenta eran dos muchachos de veintipico. Se habían propuesto caminar casi 90 kilómetros siguiendo un designio misterioso: unir a pie su pueblo, Hasenkamp, con Paraná, andando casi todo el tiempo de noche.
El viernes 14 de octubre de 1983, a las 19, rezaron el rosario en la Parroquia San José, y media hora después estaban en la ruta, la ruta provincial 32, las mochilas al hombro, comida y agua en las mochilas al hombro, una imagen de la Virgen María en los brazos. Nada más.
Era un viernes abierto, una tarde azul. Quince kilómetros más adelante el cielo se transformó como en una escena bíblica: nubes y truenos, viento aciago y relámpagos, y estos dos muchachos caminando en la ruta, mochilas al hombro, rezando.
Una lengua de luz partió el cielo en dos, y un sonido de fin del mundo los paralizó. Decidieron salir de donde estaban, cobijados por aquel eucalipto, y empezaron a caminar. Llegaron hasta una estación de servicio, en el empalme de las rutas 126 y 127. La luz se había cortado y diluviaba.
Ocurrió el primer misterio: cuando pisaron la estación de servicio, volvió la luz. Y enseguida, paró de llover.
Pero la peregrinación había fracasado. La primera vez, al menos.
Lo intentaron otra vez.
El viernes siguiente, el viernes 21, octubre, 1983, siete de la tarde, la hora señalada.
De noche, peregrinando, haciendo altos, recobrando fuerzas, rezando, dándose ánimo. En la ruta. Primero El Palenque; después La Picada, y en La Picada, la posibilidad de hacer un alto en un comedor, pero en el comedor no los quisieron.
Siguieron. Cerca de la medianoche del sábado, llegaron a La Loma.
Así empezó todo.
Fotos: Arzobispado de Paraná
De la Redacción de Entre Ríos Ahora