Sebastián Córdoba es paranaense, cursó la secundaria en la Escuela del Centenario y al graduarse escogió la Medicina: cursó en Santa Fe, obtuvo el título de médico y antes de encarar el tramo final de su carrera, optar por una residencia, se metió al Seminario Arquidiocesano de Paraná y al cabo de unos años se ordenó sacerdote.
De modo que Sebastián Córdoba es médico, pero el título por ahora está guardado y ejerce como hombre de Dios. Primero estuvo destinado en la parroquia San José de Feliciano; desde 2024, en la parroquia Nuestra Señora de la Piedad y, además, fue designado a cargo de la Pastoral de la Salud y capellán del Hospital San Martín.
En su adolescencia conoció a María Cruz López, pero cuando la conoció, y se hizo amigo, no pensó qué destino tendrían ambos. María Cruz López murió de leucemia y podría convertirse en la primera mujer en llegar a los altares habiendo nacido en Entre Ríos. Ambos, Sebastián Córdoba y María Cruz López, participaban de los grupos católicos de jóvenes de la parroquia San José Obrero en la Escuela El Buen Pastor.
Ahora, Sebastián Córdoba es vicepostulador del caso María Cruz López, que ya tiene el visto bueno del Vaticano para iniciar el larguísimo proceso que culminaría en su canonización.
La historia comenzó a escribirse en forma pública el lunes 8 de mayo de 2023: entonces, la Iglesia de Paraná anunció que la diócesis tiene a tres “siervos de Dios” en camino a convertirse en beatos, eventualmente santos y, en ese caso, subir a los altares. Así se dio inicio al complejo proceso de beatificación y canonización de los siervos de Dios Carlos Rodolfo Yaryez, fiel laico, Víctor Manuel Schiavoni, alumno del Seminario, y María Cruz López, fiel laica. La comunicación del Dicasterio para las Causas de los Santos, fechada el 28 de marzo de 2023, indica que “no existen obstáculos para dar curso a la causa de beatificación y canonización de los mencionados siervos de Dios, y que se procederá según las normas establecidas para las investigaciones diocesanas de las causas de los santos”.
-Sos médico, entonces.
-Sí, soy médico. Yo soy de acá, paranaense, criado de padres paranaenses también. Después de terminar el secundario en la Escuela del Centenario, comencé a estudiar Medicina en Santa Fe. Ahí transcurrí con mucha alegría toda la formación académica, y en paralelo también vivía la vida cristiana, la fe, en la misión católica, en mi comunidad de El Buen Pastor, cerquita de mi casa, de la parroquia San José Obrero. Ahí, en ese lugar, en el apostolado de los grupos, en la catequesis, acompañando a chicos con leucemia en el Hospital San Roque, ahí es donde la conocí a María Cruz. En los últimos años de la carrera de Medicina es cuando empecé a dar los primeros pasos en la vida espiritual. Ahí aparece el llamado de parte de Jesús para practicar otra medicina.
-¿No llegaste a ejercer la Medicina?
-No. El último año era el de las prácticas y fue cuando tuve mucho contacto con los pacientes. Estuve en la Guardia del Hospital San Martín, los viernes a la noche. Pero era como estudiante. Había otros médicos que nos guiaban en las prácticas.
Lo que sí continuó fue su formación sacerdotal. Su primer destino, Feliciano, lo inició el 18 de abril de 2019 y desde el 30 de septiembre de 2024 está destinado en la parroquia Nuestra Señora de la Piedad.
-Antes de ser cura, y como estudiante de Medicina, te acercaste mucho a pacientes con leucemia. ¿Cómo fue ese acercamiento?
-Lo que pasó fue que María Cruz, nuestra amiga que tenemos en el cielo, que empezó su proceso de beatificación, luego de que se enferma de leucemia y hace trasplante, una vez recuperada, empezó ella a visitar a los chicos con leucemia y a sus familiares. Y siempre nos invitaba. Estoy hablando del año 2005. Nunca le dimos demasiada bolilla en el grupo. La cuestión es que cuando María Cruz muere, nosotros decimos agarrar la aposta y empezar a visitar como grupo de Acción Católica de Jóvenes a esa realidad de la enfermedad, del sufrimiento.
-¿Cómo fue esa relación que tuviste con María Cruz López?
-Fui amigo de María Cruz. Esa amistad de tomar mates juntos, de compartir con María Cruz. A través de la Acción Católica, en 2003, ella se suma al grupo y empezamos a crecer en la confianza, en la amistad. Creo que su enfermedad fue posibilidad para que el vínculo fuera mucho más estrecho. Éramos adolescentes. Ahora, miro su historia con otros ojos, con mucha madurez.
-¿Percibiste algo extraordinario en su vida?
-En la fe, ella estaba mucho más madura. En esa época, fin del secundario y comienzo de la Universidad, era sorprendente para nosotros cómo ella asumía la enfermedad. Uno después va saboreando, pasando por el corazón todas esas experiencias y se da cuenta que estuvo frente a alguien que de un modo extraordinario se animó a asumir su enfermedad. Ella nunca perdió su sonrisa y aceptó esa cruz que le tocó cargar. No solo aceptándola, sino ofreciéndola por la conversión de muchos. Eso nosotros nos enteramos después, pero también, a medida que fuimos escuchando el testimonio de otras personas, también se fue enriqueciendo.
-¿Ahora estás trabajando en la causa de María Cruz López?
-Sí, soy el vicepostulador. La postuladora es Silvia Correale, que es argentina, que vive en Roma. En realidad, hay un equipo trabajando.
Quién fue
María Cruz López nació en Paraná el 24 de noviembre de 1986, la primera de los cuatro hijos de Daniel López y Noemí Johnston, y fue bautizada el 14 de diciembre en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Paraná. De carácter tranquilo, paciente y apacible, poseía una inteligencia aguda, intuitiva y capaz de comprender rápidamente las cosas.
Estudió en el Instituto Nuestra Señora de Luján, donde también demostró ser una muchacha de profunda fe, gran humildad y sensible a las necesidades de los demás. Aunque no se exponía, era naturalmente vista por los demás como una figura de referencia y, así, no le fue difícil convencer a algunos de sus amigos para fundar la sección juvenil del movimiento misionero claretiano en la su parroquia, a la que se incorporó a los 14 años.
Tenía un talento natural para motivar a sus compañeras, tal vez porque veían la coherencia que existía entre su fe y su vida de cada día. De hecho, María Cruz nunca dejó de ayudar a los necesitados, llegando incluso a renunciar a sus vacaciones escolares para ayudar a algunos compañeros que se habían quedado rezagados en sus asignaturas. Con espíritu verdaderamente misionero, siendo adolescente se desplazaba a las afueras de la ciudad para llevar algo a las familias más desfavorecidas y, de paso, forjar una profunda amistad con ellas y detenerse a compartir el Evangelio con ellas.
A los 17 años, entró en el grupo juvenil de Acción Católica de la parroquia de San José Obrero, e incluso renunció a un viaje de verano para participar en la misión parroquial. En 2004 fue delegada del grupo de Aspirantes de la Comunidad El Buen Pastor, y con gran alegría iba de casa en casa para invitar a los jóvenes a participar de la iniciativa.
En el segundo semestre de 2004 empezó a tener los primeros síntomas de la enfermedad, que los médicos creyeron que era mononucleosis, pero el 30 de septiembre, tras varias investigaciones, llegó el ominoso diagnóstico: leucemia. Para la familia, fue un duro golpe, pero María Cruz acogió la noticia con gran serenidad, aceptando la voluntad de Dios y ofreciendo su enfermedad sobre todo para que los alumnos de su curso, divididos y con diversos problemas de conducta, encontraran cohesión y abandonaran el mal camino.
Misionera entre los enfermos
Con el paso de las semanas su estado empeoró, le diagnosticaron una forma rara de linfoma y fue hospitalizada. Incluso allí en el hospital, no perdió su serenidad y se convirtió en misionera entre los enfermos, apoyándoles con la oración y animándoles con su sonrisa. Incluso en su sufrimiento, no rezaba para sí misma, sino que pedía al Señor bendiciones y gracias para otros enfermos.
El Señor aceptó su oración por sus compañeras y fue precisamente la enfermedad de María Cruz lo que las unió. De hecho, se inició una movilización de oración, adoración, visitas y cartas para acompañar y apoyar a la niña en este momento de gran sufrimiento. Gracias a ello, sus compañeras se fueron uniendo e incluso renunciaron a su fiesta anual para donar dinero en favor de María Cruz, cuyo tratamiento era especialmente costoso.
En 2005, tras un trasplante de médula ósea donada por su hermano Francisco, recupera la salud e inmediatamente reanuda sus estudios y sus actividades misioneras, especialmente acompañando a los niños con leucemia y a sus familias en el Hospital San Roque, para ayudarles en su difícil encuentro con la enfermedad. También se compromete con un joven que comparte con ella esta nueva experiencia en la fe y el respeto muto.
Sin embargo, a finales de 2005 reaparecen algunos síntomas de la enfermedad y en febrero siguiente los médicos confirman la reaparición del linfoma. Ante esa noticia, María Cruz tuvo un primer momento de desánimo, y lloró, algo normal en aquellas circunstancias, pero se recuperó rápidamente y con fuerzas renovadas tomó el tratamiento médico y, mientras tanto, se matriculó en la Facultad de Ciencias Políticas de la UCA de Paraná. Pero no pudo empezar el curso porque en abril su estado empeoró.
A medida que la enfermedad empeoraba, sus padres pedían que la dejaran volver a casa. Poco a poco, María Cruz fue perdiendo el uso de sus piernas, luego ya no podía ni sentarse en una silla de ruedas, postrada en cama, y finalmente perdió la capacidad de hablar. Sin embargo, permaneció siempre con los ojos llenos de serenidad y su única preocupación era el dolor que sentiría su familia cuando ella ya no estuviera.
Murió a la edad de 19 años la noche del 2 de junio de 2006 en brazos de su madre, que le decía: “Hija, mi amor, si ves a Jesús, corre hacia Él”. Sus padres pidieron que no se gastara dinero en flores, sino que se donaran para ayudar a niños enfermos de leucemia. Se celebró un sencillo funeral en el cementerio Parque de la Paz, eso sí, lleno de gente: compañeros, amigos, gente de la parroquia, enfermos con los que había compartido sus últimos meses, todos quisieron despedirse de ella.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora