Por Sonia Velázquez (*)
Frente a un discurso antipopular desarrollado en las últimas horas por la máxima figura presidencial, en contra de una gran parte de la ciudadanía, que incluye mujeres, adolescentes, niños, niñas, viejas/os, muchos de ellas/os identificados en colectivos de LGBTIQ+, se podría afirmar que no hay lugar para una posición indiferente, neutral y cómplice de esta expresión patriarcal acérrima, cargada de violencia y amenazas.
Y no hay lugar porque estamos frente a personas que merecen respeto y amor. Muchas de ellas cargan un dolor humano acumulado a lo largo de la historia que ha calado muy profundo a colectivos diversos con diferentes procesos de discriminación, marginación, humillación, silenciamiento y opresión.
Y no hay lugar también, porque en este proyecto de gobierno neoliberal con un Estado reducido a funciones mínimas, cada vez se hace más complejo garantizar derechos elementales para cubrir las necesidades básicas de gran parte de la población más vulnerable.
Es así, que se torna necesario ubicarnos desde un enfoque de derechos mediante un posicionamiento ético político para seguir alzando la voz y no retroceder en materia de conquistas sociales con más de 40 años de desarrollo en leyes, avances constitucionales y tratados internacionales, marcado por sus diversos procesos de luchas que han tratado de saldar deudas históricas, reconociendo que estos derechos humanos arrastran también un cúmulo de demandas postergadas un tanto insatisfechas y utilizadas también.
Las mismas deberían movilizarnos para alcanzar un proyecto político de dignidad y decencia al alcance de toda la humanidad. Por lo que resulta imperativo que cualquier amenaza o ataque a la identidad de género y al poder pensar políticamente distinto no nos sea indiferente y que la historia no nos atraviese sin haber hecho lo suficiente.
(*) Sonia Velázquez es exministra de Salud de Entre Ríos.