Las campanas del reloj de Casa de Gobierno, clavado a las 21, selló el último grito de la noche: «Micaela García, presente. Ahora y siempre».

Luego, la concentración se fue diluyendo, despacio, debajo de una lluvia persistente y fría, entre los abrazos de las mujeres que se encontraban y se volvían a encontrar.

Más de 1.500 personas se reunieron en la noche de un sábado inusual, de miradas congestionadas, de gestos tensos, de una profunda tristeza compartida.

Ni bien se conoció la noticia sobre el hallazgo del cuerpo de Micaela García, de 21 años, en cercanías de la ruta nacional 12 –en Gualeguay-, a través de redes sociales se fijó una convocatoria espontánea que en Paraná tuvo lugar a las 20, frente a Tribunales.

Algunos carteles improvisados con el nombre de Micaela, con la consigna de #NiUnaMenos, con demandas al Estado; un tendedero que cruzaba el ingreso con otros carteles y otras consignas y una media docena de hileras de velas encendidas en las escalinatas de Tribunales, marcaron el territorio de la concentración.

Las mujeres fueron de negro, unánime; y los varones, también.

A pesar de la lluvia, la convocatoria logró un alcance amplio, mayormente de mujeres jóvenes, pero también varones y personas mayores. Los discursos, de referentes gremiales, de representantes de organizaciones feministas, de activistas, fueron duros y desgarrados.

Los mensajes, de modo muy claro, apuntaron en primera instancia al rol de una justicia “machista y patriarcal”, pero si bien enfocaron claramente contra el juez Carlos Rossi -reponsable de haber dejado en libertad a Sebastián Wagner, el principal sospechoso del asesinato de la joven estudiante Micaela García-, plantearon fundamentalmente la necesidad de reformas de fondo y la implementación “urgente” de una ley de emergencia sobre violencia de género.

“Yo sabía, yo sabía, que a los violadores los protege la policía y la justicia”, fue uno de los cantos repetidos, tanto como las acusaciones a un Estado indiferente ante los asesinatos y las violaciones, las ausencias y las vejaciones. Sin embargo, la voz de una de las oradores interpretando una canción sobre brujas y hechiceras, regresadas del la muerte y el dolor, fue quizás el momento de mayor comunión, debajo del susurro de la lluvia.

La bóveda conformada por paraguas de colores diversos, los flashes de las cámaras, el cartón de los carteles humedecidos, el agua cayendo, las voces quebradas, el modo particular de una concentración donde la gente se abraza, a cada rato, configuraron una expresión colectiva de tremenda concordancia con una jornada dolorosa y fatal.

Las mujeres apuntaron a los tres poderes del Estado, con palabras claras y contundentes.

Luego se comenzaron a retirar, anunciando antes una reunión para el día lunes en Tribunales y la continuidad de la lucha. Se oyó, otra vez, sobre el final, el nombre de Micaela. Presente. Ahora y siempre. Justo cuando sonaba la campana, a las 9 de la noche.

 

 

 

Julián Stoppello

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.