El Poder Ejecutivo provincial rechazó el pedido de conmutación de pena de Miguel Capobianco, condenado a prisión perpetua en 1998 por el crimen de su expareja y madre de sus dos hijos, la funcionaria judicial Dalma Otero.

La medida está contenida en el decreto Nº 1.298, del 12 de junio último y se basa en los informes adversos de la Procuración General de la Provincia y del Superior Tribunal de Justicia. Capobianco está con libertad condicional.

También la Secretaría de Justicia opinó contra la petición de Capobianco «al no estar cumplidos los requisitos constitucionales para habilitar la facultad de la conmutación de pena, corresponde dictar el rechazo de lo solicitado». En igual sentido se expresó  la Dirección General de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Seguridad y Justicia.

Dalma Otero era secretaria del Juzgado Laboral N°4 de Paraná. Estaba casada con el dirigente de Patronato, Miguel Ángel Capobianco y tenían dos hijos. No eran pocos los que sabían la situación de violencia que vivía la joven abogada de 38 años, puertas adentro de su casa. Del calvario que padecía cada día de su vida en pareja. Recién se convenció de la necesidad de divorciarse de su marido, cuando entendió el consejo que le daba el experimentado letrado, Marciano Martínez, a quien conocía de tribunales, era lo más acertado para salir de esa situación. Habían sido 17 años de matrimonio, y demasiada angustia.

Ese miércoles 26 de marzo de 1997, después del mediodía, la gente empezó a organizarse para recibir la Semana Santa. Dalma Otero llegó a su departamento del 6to piso del edificio ubicado en calle Santa Fe 588 y se comunicó de inmediato con su esposo, porque tenía varias llamadas perdidas. Miguel Capobianco le anunció que en las primeras horas de la tarde iría a buscar unas prendas, fotografías y muebles menores que quedaban en la casa, con algunos colaboradores. Fue cerca de las 14.30 en que Dalma Otero interrumpió una comunicación abruptamente con una amiga, para abrirle a los supuestos enviados por su esposo. Esa persona, antes que se corte la charla, alcanzó a oír la chicharra del timbre a través del teléfono. La abogada abrió con total confianza la puerta de su departamento y las dos personas que ya estaban en el palier, ingresaron después de saludar.

Dalma Otero fue sorprendida por la espalda y uno de los agresores le colocó un grueso cordón en el cuello, le tapó la boca con violencia y comenzó a asfixiarla. Prácticamente le hundió los labios, dejando notables marcas en su rostro. Una vez en el living, cerraron la puerta y con la mujer inmovilizada se dirigieron hacia la pieza de servicios sin dejar de ejercer presión sobre el cuello. La doctora Otero recibió una feroz golpiza, le volaron varios dientes y literalmente la azotaron contra la pared, provocándole un notable hematoma en la frente. Con la mujer totalmente indefensa, el asesino le aplicó trece puntazos y finalizó su tarea con un corte en el cuello que le seccionó la carótida. Las pericias determinaron que Dalma agonizó durante unos minutos hasta que falleció. Y sus asesinos se fueron con la misma tranquilidad con la que habían llegado en horas de la siesta.

Dalma Otero

El proceso judicial fue largo y sólo probó que Capobianco contactó a terceros para que ejecuten a Dalma. Anttematen aún rememora cómo quedó una huella, una marca de zapatilla en el piso. “Dejó huellas que hubieran permitido investigar más profundamente. Eso se quiso adjudicar a los imputados. Pero no cabía en la mente de nadie zapatillas de un número mucho más grande que el talle de los imputados. Un médico se tomó el trabajo de ir a zapaterías y rastrear la huella. Supo que era una marca importada de zapatillas, que no había muchos ejemplares en Paraná. Y que podría saberse dónde se vendió ese calzado. Pero el juez no tuvo mucho interés en investigar eso. Se siguió una línea de la santa palabra. Se siguió la santa palabra de Ángela González que apareció por obra y arte de un investigador que la acercó como testigo”.

En un primer momento, Herzovich ordenó la detención de Miguel Capobianco. Pero un día después fue liberado por falta de mérito. No obstante, lo volvió a detener poco después, en el marco de diez allanamientos en distintos lugares de la ciudad, a partir de los dichos de una supuesta testigo arrepentida, Ángela González. Se trata de una mujer ligada al negocio de la prostitución de Paraná, acercada por personal de Investigaciones de la Policía. Por sus dichos terminaron presos Hebe López Osuna, Florencia Uranga y Griselda Vinzón, concubina de Eduardo Spill (también mencionado por González en sus declaraciones, un presidiario que cumplía condena en la UP1 pero que gozaba de salidas sociolaborales). A su vez, quedó prófugo Carlos Enrique, oriundo de la provincia de Santa Fe, que había cumplido condenas por varios robos.

En noviembre de 1998, la Sala I de la Cámara del Crimen de Paraná, integrada por Felipe Celli, Juan Sobrero y Juan Ascúa, condenó a Capobianco a la pena de prisión perpetua. Mientras que Claudia Vinzón, Hebe López Osuna, Eduardo Spill y Carlos Salustiano Enrique fueron absueltos por la Justicia. La testigo trucha, Ángela González, fue condenada por falso testimonio poco después. Capobianco terminó condenado como autor intelectual del crimen de su esposa.

 

Con información de Memoria Frágil y Análisis Digital

De la Redacción de Entre Ríos Ahora