¿Quién mató a Justo José Urquiza? ¿Fue López Jordán? ¿Fue el instigador, y la muerte fue ejecutada por otros?

Un simulacro de juicios por jurados que se realizó en el edificio de Tribunales, en Paraná, halló un culpable: el exgobernador Ricardo López Jordán.

La propuesta, organizada en articulación con la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), contó con la participación académica de Federico Ornik y María Emilia Rolandelli Bertoli. En el proceso simulado, integrantes de la Biblioteca del Superior Tribunal de Justicia (STJ) oficiaron como juez técnico, Ministerio Público Fiscal y defensa.

El simulacro se desarrolló en su totalidad, desde la apertura de la audiencia hasta la emisión del veredicto, poniéndose especial énfasis en la etapa de deliberación del jurado, la cual fue realizada de manera pública. El jurado, integrado por estudiantes de las Licenciaturas en Trabajo Social y Ciencias Políticas de la UNER, dictó un veredicto de culpabilidad para los imputados históricos: Ambrosio Luna, Nicomedes Coronel y Ricardo López Jordán.

Los protagonistas del simulacro de juicio por jurados.

Esa placa

Dolores Costa, viuda del exgobernador de Entre Ríos Justo José de Urquiza, asesinado su esposo aquel 11 de abril de 1870 en su residencia, el Palacio San José, mandó grabar una lápida de mármol: “En esta habitación fue asesinado por López Jordán mi malogrado esposo el Capitán General Justo José de Urquiza a la edad de 69 años el día 11 de abril de 1870 a las siete y media de la noche. Su amante esposa le dedica este pequeño recuerdo”.

Ese día, aquel 11 de abril de 1870, fueron asesinados también dos de los hijos de Urquiza, Waldino y Justo.

Muerto Urquiza, la Legislatura debió nombrar un sucesor al frente de la Gobernación. Fue López Jordán, que también moriría asesinado, dos décadas después.

Leoncio Gianello, en su “Historia de Entre Río”, dice: «El 14 de abril la Legislatura de Entre Ríos, en cumplimiento de los dispuesto por la Constitución Provincial, elegía gobernador provisorio al General Ricardo López Jordán, con el voto contrario del presidente de la Legislatura, doctor Antonio Zarco y del diputado Dr. Ramón Febre».

El escenario fue la ciudad de Concepción del Uruguay, capital por entonces, en una de las salas del Colegio del Uruguay, «su sede habitual», haciéndose presentes doce de los veintitrés integrantes que componían la Legislatura y habiéndose descartado la solicitud de intervención federal. Algunos autores incluyen también al legislador Fermín Basualdo como otro de los legisladores presentes en la sesión que se opuso al nombramiento.

‘Entre Ríos – escribe Vásquez- salva constitucionalemente el trance de la acefalía sin obstáculos de ninguna naturaleza, con la sencilla aplicación de los resortes locales y de conformidad al artículo 105 de la Constitución Nacional, según el cual ‘las provincias eligen sus gobernadores y demás funcionarios de la provincia, sin intervención del gobierno federal’.

«El asesinato del gobernador de Entre Ríos causó conmoción en el país. El gobierno nacional no podía permanecer indiferente ante un episodio de semejante magnitud, por lo que el presidente Sarmiento decisió sofocar la rebelión en extrema energía».

El 11 de abril al atardecer, Urquiza es asesinado en su Palacio de San José, por una banda encabezada por el capitán Simón Luengo. Los criminales penetran a la residencia por la entrada al fondo del palacio, recorren, dando gritos agresivos y ofensivos, el extenso y amplio trayecto que lleva a la habitación de la víctima, ubicada casi sobre el frente del edificio, sin que ninguna guardia, ningún soldado, ninguna persona del servicio interrumpiera su paso. De esto se ha deducido que el personal civil y militar de la casa está complicado con el suceso. Urquiza, advertido del peligro, pudo salvarse refugiándose en habitaciones interiores, pero sale al encuentro de la partida y, decidido, se resiste, lucha y usa su arma de fuego hasta caer víctima de las balas y puñales. Al día siguiente su cuerpo fue llevado a Concepción del Uruguay, según testimonios en el trayecto se escuchaban muy cercanos tiros de armas para causar terror en la comitiva. Allí fue velado y sepultado,  ys us restos descansan en la Basílica Inmaculada Concepción.

López Jordán se declara responsable de la revolución pero no del crimen.

Dos décadas después sería asesinado López Jorán.

Fue una trágica historia que para muchos tuvo un final casi veinte años.

El 22 de junio de 1889, mientras caminaba por una calle de Buenos Aires, recibió dos disparos en la cabeza. Los transeúntes lo llevaron aún moribundo a la botica de José Memmier, en la esquina de la calle Tucumán, mientras el agresor era detenido a escasas cuadras. El muerto era Ricardo Ramón López Jordán, el autor intelectual del alzamiento contra Justo José de Urquiza. A dos meses por cumplir 67 años y luego de diez de exilio en Uruguay había sido indultado por el presidente Miguel Juárez Celman, e intentaba recomponer su vida cerca de su esposa e hijos y pretendía ser reincorporado al Ejército y recuperar su jerarquía de general.

¿Fue la venganza por el asesinato de Urquiza?

 

Fue en la estancia que López Jordán, escribió Adrián Pignatelli, tenía en Arroyo Grande donde se armó el golpe. El plan consistía en sorprenderlo en su casa, tomarlo prisionero y luego de obligarlo a renunciar se le ofrecería la opción de retirarse a la vida privada o irse al extranjero. Pero no todos estuvieron de acuerdo: los hermanos Querencio y Robustiano Vera pretendían ir más allá. Jordán alertó: “Quiero que me cuiden a la familia de Urquiza”.

 

El ataque estaría al mando del coronel Simón Luengo, apoyado por Robustiano Vera y por José María Mosqueira. También serían de la partida los capitanes Facundo Teco y Angel Alvarez; el teniente Agustín Minuet y otros como Pedro Aramburú y Juan Pirán. Posteriormente se sumarían Ambrosio Luna y Nicomedes Coronel, también conocido como Nico, que era mayordomo de San Pedro, una de las estancias del gobernador.

Esa tarde su esposa Dolores Costa estaba en el dormitorio amamantando a Cándida. Tenía 36 años y se habían conocido con Justo José por 1851. Ella se fue a vivir a San José, tuvieron dos hijos y en octubre de 1855 decidieron regularizar su situación, celebrada en la capilla del palacio. Aún se comentaba sobre la visita del presidente Domingo Faustino Sarmiento, en un gran gesto de reconciliación de dos personalidades por años enfrentadas. El sanjuanino había llegado en un buque de guerra el 2 de febrero y Urquiza lo esperó en el muelle con diez mil hombres formados, muchos de ellos lucían los uniformes usados en Caseros. Al día siguiente, aniversario de la batalla que desalojó a Rosas del poder, siguieron las celebraciones.

López Jordán no toleró ese acercamiento y Dolores se preocupó por los rumores de que atentarían contra la vida de su marido.

Ese lunes 11 de abril a las 19 horas, el medio centenar de hombres estaba frente al Palacio San José, una construcción que Urquiza había comenzado a levantar en 1848 y que terminaría en 1860. Tenía 38 habitaciones, tres patios, dos grandes jardines, una capilla y hasta un lago artificial. Lo adelantado de la época lo marcaba su sistema de agua corriente y la iluminación generada con gas acetileno. Dicen que los propios lugareños la bautizaron como “palacio” aunque formalmente era la “Posta San José”.

Media hora después se desató el infierno. Los atacantes redujeron a Carlos Anderson, el jefe de la guardia e ingresaron según lo planeado. A los de la casa le habían llamado la atención el ruido de galopes, cada vez más intensos. La alarma cundió cuando se escucharon disparos y gritos. Las últimas luces del atardecer dificultaban distinguir qué era lo que sucedía.

Urquiza se incorporó rápidamente y comenzó a transitar por la galería y comprendió de qué se trataba. “¡Abajo el tirano! ¡Viva el general Ricardo López Jordán!” gritaban los intrusos. El gobernador entró en sus habitaciones y le pidió a su esposa un arma. La mujer le alcanzó un rifle y enseguida lo empezó a cargar. Afuera, en el patio, era todo disparos y más gritos. Dolores, una de sus hijas, ajena a la situación, entró al dormitorio porque Micaela, una de sus hermanas menores, la molestaba y no la dejaba tocar el piano.

Urquiza se asomó a la puerta y disparó. El proyectil le rozó el rostro a Alvarez. Los agresores respondieron el fuego y Urquiza fue impactado por una bala arriba de su labio superior. Lo hizo caer y arrastró a su esposa. El uruguayo Nicomedes Coronel, el primero en entrar, vio a Urquiza aún con vida. Ambas mujeres lo abrazaban. Su hija Dolores, con un espadín, quiso defenderlo. Pero Coronel lo apuñaló cuatro o cinco veces; la autopsia no fue concluyente.

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora