Era abril. Era 2012. Era Sergio Urribarri posicionado en lo alto de ese edificio que construyó a base de anuncios huecos y proyectos con pies de barro cuando se anunció que Entre Ríos volvería a ser, como antaño, una productora de vinos.
La idea cobró forma con nombre propio, con ínfulas: Plan de Desarrollo Vitivinícola, lanzado por Urribarri, quién si no: dijo entonces el exGobernador que la meta sería en 10 años la implantación de 500 hectáreas, con una producción estimada de 2 millones de litros y 500 puestos de trabajo directos.
“La vitivinicultura se va a convertir en una actividad fundamental en nuestra economía. El potencial que tenemos en esta actividad es enorme, y si trabajamos juntos, Estado con vitivinicultores, con cooperación, lograremos que este plan tenga sustentabilidad. Estamos dispuestos para que la vitivinicultura vuelva a tener en Entre Ríos esa importancia que tuvo hace más de 80 años”, anunció, locuaz.
Bueno, no tanto.
Uno de los pilares en la costa del Paraná en la producción de vinos, Rubén Tealdi, está esperando desde hace años que Vialidad atienda los 1.000 metros de camino de tierra que une su viñedo con la ruta pavimentada. No lo consiguió. No lo consigue.
Ningún funcionario ha atendido el pedido, y ahora Tealdi está con una producción de 3.500 botellas de vino sin saber cómo colocar en el mercado, ni cómo hacer para que los clientes lleguen hasta su establecimiento.
Son 1.000 metros que separan la ruta 26, que une Nogoyá con Victoria, para llegar al viñedo de Rubén Tealdi.
Son 1.000 metros de tierra jamás atendidos por Vialidad, que cuando llueve permanecen intransitables, y cuando no llueve, también.
El viñedo ha crecido, se ha expandido, y ha dado frutos: vinos que se venden por todo el país, pero esa plantación avanzó con la promoción de la vitivinicultura en Entre Ríos y la posibilidad cierta de que se dicte en Victoria la tecnicatura en Enología, la primera fuera de la región cuyana.
Todo eso en medio de la más absoluta indiferencia de los funcionarios.
Tealdi dice que ha intentado de muchos modos conseguir el interés del Estado pero que la pelea ha sido vana. “Es como ir remando sobre la nada”, dice.
Ahora –“de bronca”, explica—decidió postear en Facebook las fotos del camino de acceso al viñedo, totalmente intransitable. “No entra nadie al viñedo. En días de lluvia, no se puede, pero cuando deja de llover, y se seca, tampoco, porque quedan huellas profundas que casi nadie se atreve a cruzar”, cuenta.
“Me enoja esto. Me enoja que no entiendan mi proyecto. Me enoja que todo esto esté así. Me enoja mucho”, reclama Tealdi.
Todo comenzó en 2002. Ese año Rubén Tealdi –cordobés, publicista– compró una chacra de ocho hectáreas ubicada sobre la ruta 26, en el distrito Corrales, a seis kilómetros de la ciudad de Victoria, camino a Nogoyá.
En 2003 construyó una casa en la chacra, pero la chacra, productivamente, no era nada, o como dice él, “era un sueño abierto para que un día se convirtiera en algo”. Y ese algo, más tarde, se convirtió en viñedos, y Tealdi se convirtió en vitivinicultor, en un apasionado vitivinicultor porque las uvas enamoran y el amor y la pasión van de la mano.
Fue en 2006 cuando Tealdi decidió que el paisaje, la imagen, de su finca La Paula –que bautizó La Paula en honor a su hija– fuera un viñedo. “Puse algunas plantas, treinta. Eran plantas de uvas de mesa que compré en viveros locales y ahí mismo me sentí viñatero”, confiesa hoy.
Al año siguiente, recuerda, “me enteré de las noticias de (el vitivinicultor de Colón, Jesús) Vulliez, que es un poco el padre de todos los que arrancamos después, y me dije ‘yo quiero eso’”.
En ese 2007, entonces, Tealdi comenzó a plantar variedades viníferas: Tannat, Merlot y Malbec. “Empecé con 300 plantas y me di cuenta de que iba a funcionar”, recordó alguna vez.
Y funcionó. La última producción, son 3.500 botellas que está viendo cómo colocar en el mercado porque el camino, los 1.000 metros hasta la ruta pavimentada, están imposibles.

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.