PAO nació en Bovril pero ahora vive en Paraná. Es docente, y se desempeña en escuelas públicas de gestión privada. En 2019 acudió al arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, y denunció los abusos de los que había sido víctima de parte del cura José María López.
Contar, eso lo sabría después, es un camino pedregoso para los sobrevivientes de abuso. Fue ninguneado, lo amenazaron con despedirlo de sus trabajos, lo ocultaron, testimonió en lugares insólitos, siempre a hurtadillas, y pasó mucho tiempo -demasiado- hasta que entendió que el lugar donde debía dar testimonio era en la Justicia. Eso hizo. Y con él otras dos víctimas. Entre ellos, un exsacerdote.
En diciembre de 2023 el cura López fue condenado en juicio abreviado a la pena de 8 años y medio de cárcel por abuso y corrupción de menores. Su último destino había sido en la parroquia Nuestra Señora de Luján. PAO lo cruzaba con frecuencia y lo espantaba que, aún después de haber puesto en conocimiento de Puiggari los abusos de López, el cura siguiera en contacto con niños.
PAO mantuvo una larga entrevista con el programa Puro Cuento de Radio Plaza 94.7 y contó: “Lamentablemente hemos tenido que pasar por este proceso. Es un proceso lamentable, triste, que nace en el año 2019 cuando hago una primera denuncia canónica frente a monseñor Juan Alberto Puiggari. Después de esa denuncia pasaron los años y no sabía nada, no ocurría nada. En ese proceso canónico las declaratorias siempre fueron en parroquias, a escondidas. Una vez me tocó ir al Seminario; otra vez en la parroquia San Roque; en otros lugares de la ciudad. Pero nunca me daban una constancia, un registro de lo que se estaba investigando. Tenía que confiar en la buena voluntad de estas personas que investigaban. Habían abusado de mi confianza, de mi persona, y de toda mi inocencia sexual, y tenía que seguir confiando en ellos, de que hagan los procesos correspondientes de forma correcta, y que actúen de buena. La cuestión es que no ha sido así”.
Le tocó cruzarse casi a diario al denunciante con el denunciante y sintió la aspereza de la persecución por haber contado de los abusos de un sacerdote que estaba al frente de una parroquia que también aloja una escuela confesional, Nuestra Señora de Luján. “Sufrí mucho. Me persiguieron en mi trabajo y además tenía que ver cómo el cura seguía dando misa donde yo era coordinador de grupos. Me afectó mucho eso. Me hacía daño. No entendía por qué. Luego, a través de terapias, de tratamientos psicológicos y psiquiátricos he podido entender. En terapia entendí lo que me había pasado”, dice.
Lo agobiaba el silencio y la falta de decisión de la Iglesia. Llegó 2023. Ese año se pone en contacto con otra víctima. “Me dice: `A mí me pasó lo mismo`. Se fueron sumando otras víctimas. Y uno me dice de ir a la Justicia. Nos cansamos de lo canónico porque no había respuestas. Entre agosto y diciembre de 2023 tuvimos la respuesta de la Justicia. Se hizo un juicio abreviado, el sacerdote aceptó la culpabilidad, se le aplicaron ocho años y seis meses de cárcel, y recién a partir de ese fallo se hizo una presentación en lo canónico. Después de dos años, Puiggari me mandó un mensaje de whatsapp en el cual me cuenta que López dejaba de ser sacerdote. Yo le pedí un documento, una constancia de que eso era así, pero no hubo respuesta”, plantea.
Lo que han resuelto las tres víctimas –PAO entiende que son muchos más, pero el resto no ha podido denunciar- después de la condena al cura López –que pasa sus días en la Unidad Penal de Paraná- es la demanda civil y el resarcimiento económico, que apunta a las parroquias donde el sacerdote se desempeñó, al Arzobispado de Paraná y a la Conferencia Episcopal Argentina, aunque de nuevo se enfrentan con la falta de respuestas, los regodeos, los “después lo hablamos”, y así. “Hay una intención de querer llegar a un acuerdo, por lo menos así lo manifestaron ellos, monseñor Juan Alberto Puiggar y su abogado, pero lo único que hacen es dilatar los tiempos, y dilatar el sufrimiento. Nadie me va a reparar lo que sufrí, el daño que me hicieron, las noches de no dormir, de estar mal, de tener pensamientos muy oscuros. Esto te lleva a un lugar muy profundo, muy de un sin sentido de la vida. A mí me arrebataron la sexualidad. Nosotros les pedimos un acompañamiento de tipo económico. Dijeron que estaban dispuestos a una negociación, pero hoy en día siguen haciéndonos esperar y todavía no tenemos respuesta”, cuenta.
-¿Cómo fue el contacto con las otras dos víctimas?
-Soy de un pueblo del interior, pero no quiero mencionar a las otras víctimas para cuidarlas. Con una de las víctimas nos conocíamos, éramos amigos, Pero no quisiera entrar en más detalles. Ya somos personas grandes, que laburamos, que cada uno hizo su vida de a poco. Nos fuimos rearmando de a pedazos. Y nos fue encontrando la vida porque éramos conocidos de la época de ser monaguillo, de irnos de campamento, de viajar con el cura. Cuando yo era adolescente, las vacaciones eran con el sacerdote, que de vacaciones no tenían nada. En esas vacaciones éramos la presa de un psicópata. Nosotros nos acompañamos desde el dolor, nos acompañamos desde la demanda y lo que nos une es un sentimiento de justicia. Fue un alivio muy grande la condena en la Justicia, pero por el lado de la fe que esta persona que hizo tanto daño que ya no sea más sacerdote nos da tranquilidad.

2018: Puiggari pone en funciones de párroco de Nuestra Señora de Luján a José María López, hoy condenado por abusos.
-¿Qué persiguen con la demanda civil?
-Creo que lo necesitamos y que es necesario ante semejante daño. Una persona que va en un vehículo y choca a otra, lo primero que quiere hacer, más allá de que tenga seguro, es solucionar el daño, quiere arreglar el daño que provocó. En cambio, en la Iglesia, que se jacta muchas veces de ser solidaria, de ser caritativa, no lo estarían haciendo con nosotros. Juegan con nuestros tiempos, dilatan la situación, para hacer una reunión te dan dos meses. Y no hay respuesta.
-Puiggari ya no es arzobispo, pero sin embargo sigue al frente de la negociación con ustedes. ¿Han intentado hablar con el arzobispo Raúl Martín?
-No hay muchas certezas, pero al parecer el encargado de todo esto va a seguir siendo Juan Alberto Puiggari. El nuevo arzobispo había pedido un mes, un tiempo como para sentarse y poder continuar, poder confirmar a los representantes legales del Arzobispado, confirmar ciertos cargos. La cuestión es que ya pasó el tiempo. Asumió en julio. Esperamos una semana, nada. Esperamos quince días, nada. Esperamos un mes, nada. Y ya estamos en septiembre. Creo cuando se quiere reparar un daño se busca la forma y el cómo, pero en esta ocasión no estaría pasando eso.
-Me impresiona que Puiggari les haya informado de la pérdida del estado clerical de López vía whatsapp.
-Creo que no interpretan la dimensión que representa para nosotros esta situación. Lo que nos pasa a las víctimas es que atravesamos un gran sentimiento de culpa. Es algo que tenemos adentro. Y por eso le pedimos a Puiggari que nos muestre ese papel en el que se dice que este cura perdió el estado clerical. Tener ese documento sería liberador en el sentido de decir: “Esto que pasé no fue culpa mía, esto me pasó porque tuve la desgracia de cruzarme con una persona perversa, degenerada, y no soy el culpable”. Imagino que en la Iglesia tienen miedo de que ese documento se conozca. Por ahora tenemos un mensaje de whatsapp del arzobispo, diciéndonos: “Che, quédate tranquilo, no movás el avispero, esto ya está en camino”, Y la verdad que ya pasaron casi seis años desde que puse en conocimiento de la Iglesia lo que pasaba con este sacerdote. En el primer momento, cuando hice la denuncia, fui bastante menospreciado.
-¿Qué pasó con vos y tu relación con la Iglesia, con tu fe?
-Con respecto a mi fe, no solo que fue una ruptura muy grande para mí, sino para toda mi familia en general. Pero creo que fue necesario, y esto lo vi desde la terapia, poder apartarme un poco para poder ver desde fuera la situación. Me acuerdo de una reunión que tuve con Puiggari. Le dije: “Monseñor, por qué no hace nada con este sacerdote”. Y me contestó: “Yo tengo que velar porque todas mis ovejas del rebaño, tengo que pelear por vos y por José María (López)”.
-¿Llegaste a perder trabajo dentro de la educación católica por haber denunciado?
-Busqué refugio en un sacerdote de la escuela donde trabajaba. Pedí ayuda, le conté lo que me había pasado. Después de un tiempo, me quiso despedir de la escuela. Pero no quiero contar mucho más: hubo una persecución, pero lo dejaría ahí porque tengo que regresar a esos lugares laborales.
Ricardo Leguizamón
De la Redacción de Entre Ríos Ahora