Por Selva Almada (*)

Aprendí muchas cosas con Laiseca, una de ellas es que los escritores debemos cobrar por nuestro trabajo. Lai no hacía nada gratis: cobraba por escribir un prólogo, una contratapa, una reseña, por presentar un libro, por dar una charla, por contar cuentos. No publicaba si no le pagaban el adelanto correspondiente y se ocupaba de reclamar sus regalías al menos una vez al año, a fuerza de insistencia teléfonica la mayoría de las veces. Por lo menos así fue los últimos 15 años de su vida, en los que estuve al lado suyo. Al principio me incomodaba un poco que le pusiera un precio a todo lo vinculado con la escritura. Y después entendí que tenía razón, que la escritura era su fuerza de trabajo, lo que sabía hacer y que era justo que le pagaran como a cualquier obrero, que era justo que reclamara lo que le correspondía. A raíz de unos posteos que escribió Julián López se alborotó el gallinero: muchos escritores comentamos esos posteos hablando de la vulnerabilidad que tenemos frente a los editores, los grandes y los pequeños, los grupos como Planeta y Random y las llamadas editoriales independientes. Esa vulnerabilidad existe, es real, no es un invento ni una manera de victimizarnos. Las editoriales grandes están obligadas a pagar adelantos y derechos de autor pues no podrían trabajar si no lo hicieran. Y la mayoría de las editoriales pequeñas no les pagan a sus autores. Es así. No es un invento. Y cuando decimos esto, muchos editores saltan ofendidos como si estuviéramos tocando algo sagrado. Enumeran los sacrificios que hacen para editar un libro, hablan de los fines no comerciales que persiguen, de los riesgos que toman publicando autores que nadie conoce, etcétera. Conozco a muchos editores independientes y me consta que no se están enriqueciendo con sus sellos. Y también me consta que muchos no les pagan a los autores. Entonces me pregunto por qué tienen una editorial? Quizá haya una circulación de bienes simbólicos de la que tampoco estamos hablando: prestigio, curriculum, becas, subsidios? En vez de ofendernos y resentirnos y hacernos los irónicos desde nuestros muros, en vez de despreciar esta discusión estaría bueno que sigamos discutiendo y debatiendo el rol que a cada uno le toca en esta cuestión. Porque da para largo.

(*) Escritora. Nació en Villa Elisa, Entre Ríos. Entre otros libros, escribió «Ladrilleros», «El viento que arrasa», «Chicas muertas» y «El desapego es una manera de querernos».