Es un jueves húmedo y caluroso en Gualeguay.
El día amaneció envuelto en un sopor: un diluvio cayó por la noche y al clarear, ya escampó y sólo queda ver los estragos del aguacero. Es agosto y hay una temperatura de verano.
La Plaza Constitución es un gran espacio verde, algo estropeado. A la estatua de un indio minuán le han amputado un brazo, y la columna central, que evoca la Revolución de Mayo, construida en 1920, tiene unos listones de guirnaldas de luches que le dan un estilo kitch. Al lado, un templete muy recoleto no alcanza a cobijar a un chico que toca algo de rock, solos él, su guitarra y un amplificador, y un público que no pasa de las cinco personas.
La plaza es el corazón de tres poderes: los Tribunales, la Policía, la Iglesia.
La parroquia San Antonio es un edificio monumental: ocupa toda una manzana, y al frente tiene una curiosa reja que la recubre. Es una construcción que data de 1882 y está muy bien conservada.
Se levanta sobre la calle San Antonio, la principal de Gualeguay.
Al lado, hay una construcción de estilo colonial que sirve de sacristía.
Este jueves húmedo y caluroso la puerta de la sacristía está abierta, y al frente, el cura Carlos Marchesin, que es un visitante: es párroco de otro lugar, Nuestra Señora de Pompeya.
Marchesin está al tanto de lo que ocurre al otro lado de la plaza, en el edificio de Tribunales, donde se desarrolla el juicio oral a un par, el cura Juan Diego Escobar Gaviria, aunque de otra diócesis.
Marchesin está bajo la jurisdicción del obispado de Gualeguaychú; Escobar Gaviria, responde a la diócesis de Paraná.
Pero Marchesin, a diferencia de lo que hace el resto del clero, no siente ninguna incomodidad en hablar del caso.
Es enfático en un punto. Dice: “Está trabajando la Justicia. Hay un juicio en marcha, y hay que dejar que la Justicia actúe, como corresponde. Si los jueces determinan que es culpable, tendrá que pagar su pena, lo que se le dé. Y si es inocente, saldrá libre. Lo importante de todo esto, es que salga la verdad a la luz, por más dolorosa que sea la verdad para la Iglesia, para la gente, o para los que lo seguían la padre. Lo importante es la verdad y la verdad saldrá de este juicio que está en desarrollo”.
¿Qué pasa cuando una denuncia por abusos a menores salpica a un miembro del clero?
Marchesin responde que, “en primer lugar, estas cosas hieren mucho a la Iglesia; hieren la sensibilidad de la gente. Nunca se espera que de un pastor, un sacerdote, pase esto. De un pastor se espera que enseñe la fe, los sacramentos, dar contención, pero nunca una cosa como esta. Si eso impacta en la fe de la gente, no te lo sabría decir. No lo sé. Hay gente que comenta. Yo, sinceramente, no puedo defender algo que yo no conozco. Hay un juicio en marcha, de ahí saldrá la verdad. Mientras tanto, hago silencio”.
De igual modo, dijo no sentirse sorprendido por el caso “porque no es el primero. Ya ha habido otros casos, no en nuestra diócesis, no ha habido en nuestra diócesis, pero sí en otros lugares del país, en Buenos Aires, en Mendoza, en Paraná. Hay uno que creo que tiene fecha inicio de juicio (se refiere a la causa del cura Justo José Ilarraz, con fecha de debates para el 13 de noviembre, NdelR). Pero no quiero opinar de otras diócesis”.
Luego, remarcó que la Iglesia han manifestado la “tolerancia cero” en estos casos, y que esa es una doctrina que fijó el papa emérito Benedicto XVI, y que ha sostenido el actual, Francisco. “No debería costar aplicar la tolerancia cero. Para nada debería costar”, sostiene.
“En esto –asegura– la Iglesia clarita, en cuanto a tolerancia cero en estos casos. Acá está el primer caso de la provincia de Entre Ríos que se debate en un juicio. Hay un juicio en marcha, que de ahí salga la verdad”.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.