Se viven horas clave en la marcha del juicio oral al cura Juan Diego Escobar Gaviria, el primer integrante de la Iglesia Católica.

La etapa de las testimoniales de los testigos, que se desarrolló entre martes y jueves, abrió un compás de espera del viernes al domingo: el lunes, será el turno de los alegatos de las partes, y la posibilidad de que el cura Escobar Gaviria hable frente al Tribunal de Juicios y Apelaciones de Gualeguay, que preside María Angélica Pivas.

Hasta ahora, sólo habló una vez, y para quejarse de la “mirada intimidante”, así se lo dijo a la jueza Pibas, de Sandra Mujica, mamá de S, el chico de 17 años que se convirtió en la quinta víctima que denuncia corrupción y abuso por parte del sacerdote.

El resto del tiempo en la sala de audiencias del primer piso del edificio de Tribunales, en Gualeguay, Escobar Gaviria carraspea –una señal inequívoca de decirles a los testigos de la acusación “acá estoy”–, mueve la pierna o golpea el escritorio.

Mariano Navarro, que representa a los querellantes particulares en el juicio, adhiere al planteo de los fiscales Dardo Tórtul y Federico Uriburu, que plantean en la acusación que están probados los cuatro casos de corrupción y abuso de menores –el quinto, integra una causa aparte–, que el sacerdote, que fue párroco de Lucas González entre 2005 y 2016, es el autor de esos delitos, y que por eso le corresponde el máximo de la pena: 25 años de prisión.

“En el alegato de apertura del juicio, adherí a los planteos de la Fiscalía. Pero además agregué dos datos importantísimos: que están probados los graves daños psicológicos causados a los niños por el accionar del cura, daños irreparables; y algo crucial también, que el accionar del cura no responde a un actuar instituto, circunstancial, sino a un plan premeditado, y que viene ejecutando a lo largo de su vida”, señala Navarro.

El querellante dice que las tres audiencias en Gualeguay fueron llevadas delante de un modo sistemático, organizado, para no confundir a los testigos. “En eso nos diferenciamos de la defensa, que desarrolló una tarea desorganizada. La Fiscalía probó acabadamente todos los puntos que puso en el alegato de apertura. También ha quedado probado lo que plantea la querella: que los chicos, todos los chicos, sufrieron un daño psicológico terrible e irreparable”, sostiene.

“También demostramos que, en todos los casos, el cura se acercaba a chicos con problemas, familiares, con problemas de conducta –subraya Navarro–. O sea, detectaba a aquellos en condiciones de vulnerabilidad: veía el lado vulnerable y ahí estaba, para captarlos. Después de un tiempo que los seducía, tiempo en el que demostraba que era intocable, comenzaba con los abusos. Así funcionó el mecanismo: cuando logró generar miedo en los chicos, y una creencia que le debían todo por lo que había hecho por ellos, venía el abuso y el silencio”.

En ese sentido, refuerza la idea que lo de Escobar Gaviria “fue un plan premeditado. El accionar fue siempre el mismo. Captaba chicos vulnerables, y los llevaba a un estado de sometimiento”.  En  ese marco, no le caben dudas que al cura le corresponde el máximo de la pena: 25 años de prisión.

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.