“Tengo el teléfono saturado”, dice Silvia Muñoz.
Desde el 24 de octubre de 2016, ha ido acumulando audios, capturas de pantalla, chats de whatsapp, mensajes de texto que se relacionen, primero, con la denuncia por abuso a su hijo R, entonces de 11 años, caso que llegó a la Justicia de Nogoyá cuatro días después, el 28. Después, fue reuniendo todo lo relativo a la investigación penal que la Justicia abrió contra el cura Juan Diego Escobar Gaviria, ahora sometido a juicio oral en el Tribunal de Juicios y Apelaciones de Gualeguay.
Silvia Muñoz ha sido el pilar de las familias que se han atrevido a denunciar al cura del pueblo, Lucas González, 4.600 habitantes, a 27 kilómetros de Nogoyá, por haber corrompido a sus hijos, monaguillos de la parroquia San Lucas Evangelista. De eso se trata el juicio oral que se inició el martes en Gualeguay y que se cerrará este lunes, con los alegatos de las partes. La Fiscalía ya anunció que insistirá con un pedido de 25 años de prisión para el cura, al dar por probados los hechos de corrupción y abuso a menores.
El 24 de octubre, Silvia Muñoz escuchó de boca de su hijo, R, que el cura Escobar Gaviria lo abusaba en la casa parroquial de Lucas González. Desde entonces, batalló contra todo y consiguió que otros dieran ese primer paso: escuchar a sus hijos y, después, presentarse en la Justicia. Antes que a nadie, R se lo había contado a su amigo, J,
R y J, ahora de 12 años, recorrían el pueblo, Lucas González, sin despegarse el uno del otro.
En eso estaban, dando vueltas por la plaza, yendo y viniendo de la escuela, encontrándose en los recreos, cuando R le contó un secreto a J.
J andaba un poco roto: se había fracturado el radio y cargaba con un yeso molesto en su brazo izquierdo.
–Tengo que contarte algo.
J lo escuchó sin decir ni una palabra.
-El cura me toca los huevos –le dijo R.
–¿Y vos? –quiso saber J.
–Y, nada. No sé.
Fue la primera vez. La primera charla. La confesión iniciática.
J le dijo que lo hablara con su madre. Que R fuera donde su madre, Silvia Muñoz.
Silvia lo escuchó y el corazón se le hizo trizas.
La llamó a la mamá de J, Alejandra Giacomini. Le preguntó.
-¿J te dijo algo?
Alejandra Giacomini entonces le preguntó a su hijo, y su hijo se lo contó. Le contó lo que R le había dicho.
–¿Vos qué vas a hacer, mamá?
Así empezó la más emblemática causa por abusos que arrincona a la Iglesia Católica de Entre Ríos y que pone entre la espada y la pared a uno de los suyos, el cura Juan Diego Escobar Gaviria. El viernes 28 de octubre, las monjas Marta Jacob y Noemí Carrizo, de la congregación Hermanas Terciarias Misioneras Franciscanas, que dirigen el Colegio Castro Barros San José, de Lucas González, se presentaron ante el defensor oficial de Nogoyá, Oscar Rossi, y, así, abrieron el proceso penal contra el cura.
El año 2016, cuando estalló el escándalo Escobar Gaviria en Lucas González, R estaba en el último año de la primaria, y la pasó mal. “Me lo aprobaron por lástima. Ahora está en el primer año de la secundaria, y le va mal por todo esto que pasó. Reconozco que siempre le costó la escuela. En la primaria no zafaba del 6, 7 o del 8; ahora no zafa del 1, del 2 o del 3. No le queda nada de lo que aprende”, cuenta Silvia Muñoz.
Oliverio Romero, papá de R, casi no habló nunca en estos meses de la causa Escobar Gaviria. La escucha a Silvia Muñoz, su esposa, y se consuela en la tragedia. “Al lado de lo que le pasó a los otros chicos, lo de nuestro hijo es nada”.
En 2008, atravesó su propia tragedia: un accidente de tránsito en el que murieron tres personas: cuando quiso salir en defensa de su hijo, lo llevaron al infierno. Cada día, le recordaban aquella tragedia. Y prefirió no hablar, no decir nada, acompañar en silencio. Hasta ahora.
Pero en el juicio se quebró. Por un momento, no atendió la recomendación de la presidenta del tribunal, María Angélica Pivas, de mirar al frente: torció la vista, y lo miró cara a cara a Escobar Gaviria. “Le dije que no sólo traicionó a mi hijo: también me traicionó a mí. Le dije ahí adentro, en el tribunal, ´yo a usted lo tenía allá arriba´. Yo confiaba mucho en él. Y sentí una traición total. En aquel momento, después del accidente, él vio que estábamos vulnerables totalmente, y se aprovechó de nuestro hijo. En mi casa, todas las tardes hablábamos del accidente, y cuando se entera el cura, me dice: ´Mandame a tu hijo a la iglesia, que no escuche todos los días lo de la tragedia´. Entonces, pensé: qué mejor que el cura para que vaya orientando a mi hijo. Y se aprovechó. Me traicionó por la espalda”, dice.
–En el momento en el que te dirigiste al cura, cuando le reclamaste la tradición, qué hizo: ¿te miró?
–Me miró un par de veces; en otro momento, me bajaba la mirada. Le dije: usted, padre, sabe que yo no estoy mintiendo. Tengo 46 años: voy a misa desde los 12 años, no porque me obligara nadie, sino porque me hacía bien. Nunca fui un careta. Iban porque lo sentía. Hoy, ni ganas tengo de pasar por el frente de la iglesia. No quiero saber nada.
–¿Cómo te sentiste después de declarar en el tribunal?
–Me desahogué. Me siento más tranquilo.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.