El cura Juan Diego Escobar Gaviria, otrora sanador, verborrágico, expansivo, un mesías con acento caribeño, ahora autodeclarado un «muerto en vida» desde que, el 21 de abril, fue confinado en la Unidad Penal de Victoria, se enfrenta a la seria posibilidad de terminar condenado por los delitos de corrupción y abuso sexual de menores.
El veredicto en la causa que se abrió el 28 de octubre de 2016, en la Unidad Fiscal de Nogoyá, cuando dos monjas del Colegio Castro Barros San Jose, de Lucas Gonález, fueron a denunciarlo por el presunto abuso sexual de un nene de 11 años, pero que después sumó tres casos más, y que derivó en su apartamiento del servicio activo dentro del clero y su confinamiento en una cárcel, se conocerá este miércoles 6, a las 8,30, en los Tribunales de Gualeguay.
Pero aún en caso de que persista la teoría del complot político, refirió Uriburu, se preguntó por qué no fue denunciado en la Justicia por el cura o por sus defensores. Y en caso de que el intendente Hanemann se sintiera afectado por los dichos del cura en sus homilías, en las que hablaba de moral y buenas costumbres y de las drogas, la teoría de que el jefe comunal presionaba a Escobar Gaviria «cortando el suministro de agua a la parroquia» cae por su propio peso. La llegada de los contingentes de visitantes a las «misas de sanación» suponía un movimiento económico en Lucas Gonzále, y mal podía el intendente estar contra el cura, sostuvo Uriburu.