Este martes, al mediodía, una calle del barrio Anacleto Medina, pegado a la Capilla San Martín de Porres, donde pasó sus últimos años, empezará a llevar su nombre.
Se llamará “Padre Cacho Ciuffo”.
Todos lo conocieron como el “padre Cacho”.
Se llamó Rodolfo Ciuffo Cortese. Falleció el 7 de mayo de 2014. Y fue un hombre con historia, un cura que tuvo militancia y trabajo social. Fue, según lo definió el exgobernador Jorge Busti cuando supo de su muerte, “un modelo a imitar, un sacerdote comprometido con la justicia para servir al pueblo”.
Era santafesino. Nació en Santa Fe el 26 de noviembre de 1938 pero vivió en Chaco, Rosario y Buenos Aires, y en los últimos años se radicó en Entre Ríos. Primero en la diócesis de Gualeguaychú; después, se afincó en Paraná.
Se hizo cura de grande. Ingresó al seminario a los 45 años.
Cuando falleció, el sitio El Miércoles, de Concepción del Uruguay, reprodujo una entrevista hecha en 2000 al “padre Cacho”.
Acá, algunos tramos.
–¿Su decisión de tomar los hábitos tiene que ver con la vuelta a la democracia?
–No. Coincidió por casualidad. Es más, fue la última tentación… de no ser sacerdote. En 1973 tuve una discusión personal con un militar, él me dijo “volveremos y será para cortar cabezas”, por supuesto con el golpe de Estado de 1976 me echaron del cargo que tenía: era director de Estadísticas y Archivos de la Legislatura. En noviembre de 1983 el personal anterior me llama para devolverme el cargo por el cual peleé durante siete años. No lo acepté porque ya estaba en otra cosa. Hoy en día por ese cargo se cobran 6.200 pesos mensuales, y ahora estoy viviendo de la caridad pública. Lo que me dan es lo que tengo. La única seguridad que tengo hoy en día es el cargo de capellán pero en ese momento no la tenía. Le tengo que agradecer a la gente del gobierno de Entre Ríos que confió en mí como capellán de la cárcel.
–¿Qué visión tenía del accionar de la Iglesia durante la dictadura, siendo que usted no era sacerdote?
–Seguí dando catequesis y atendiendo la parte social en el barrio Santa Rosa. Esas cosas tenemos que ponerlas como un acontecimiento que sucedió en la historia. En 1977 recién sacaron el busto de Perón y Evita que estaba en la esquina de la parroquia, porque nadie se animaba a entrar al barrio.
–¿Cree que el accionar de la Iglesia durante la dictadura la gente lo toma como “algo que ya pasó”?
–Nadie tiene derecho a reclamar muchas cosas. Una cosa es la Iglesia y otra los dignatarios de la Iglesia. Cuando pedí perdón el miércoles de cenizas, luego de que lo hiciera el Papa, lo hice yo en la parroquia, pedí perdón por todas las violaciones a los derechos del hombre que había realizado la Iglesia y sus hijos. Un guerrillero que no aceptó el dialogo y puso una bomba debajo de la cama de un militar es la Iglesia, es un bautizado, un ataque de la guerrilla es un ataque de miembros de la Iglesia, de bautizados. Y la muerte de un subversivo en manos de un militar sin derecho a defensa es lo mismo. Cuando hablo y actúo soy la Iglesia, con mayor responsabilidad que algunos laicos, porque tengo una doble responsabilidad: la de bautizado y la de conducción de una parroquia.
–¿Es una contradicción que los sacerdotes estén afiliados a un partido político?
–No. Puedo estar afiliado porque por un principio del derecho, todo aquello que no está prohibido está permitido. Por lo tanto se supone que lo puedo hacer.
–Pero usted es reconocido públicamente como justicialista.
–Trabajé en mi juventud en un grupo de gente que estaba con la doctrina social cristiana, que indudablemente el justicialismo la expresaba.
–¿Hoy no se identifica con el justicialismo?
–No. Porque sería una tontera que me sienta identificado con un grupo con el cual no estoy de acuerdo en una totalidad de ideas y no puedo estar en un grupo si no sé se puedo hacer algo por cambiar. Hay que cambiar un montón de cosas y no se cambian.
–Se ha dicho de que el cura Ciuffo estaba muy pegado a la gestión Busti y que hasta llegó a trabajar en las internas justicialistas para Lauritto…
–Si. Esas personas que hablan valiéndose de papeles sin firmar es porque no tienen realmente o la cabeza bien puesta sobre el tronco del cuerpo o lo que les cuelga del tronco no lo tienen bien puesto para decir las cosas de frente. A mí una amistad no me la pueden cuestionar, yo no le cuestiono la amistad a nadie. Es más si tengo que pegarle a alguien (mediante un sermón), le pego a cualquiera. Una persona peronista se me retiró del templo porque dije que lo que le daban a los jubilados era una limosna y no un sueldo, lo lamento que ese funcionario se haya ido, pero sigo pensando lo mismo.
–¿Cómo puede contribuir la Iglesia para solucionar problemas, más allá de los paños fríos?
–Y más allá de los paños, son las soluciones que necesitamos hoy. Porque si no cuando lleguemos al final a cambiar las estructuras la gente que está ahora se nos va a morir de hambre.
–¿Llegaremos a cambiar las estructuras?
–Sí. Yo creo en la revolución. Yo entiendo como revolución el cambio de estructuras dentro de un régimen de paz y sin violencia. No acepto la violencia. La estructura se cambia con la mentalidad, no con la fuerza. Lo que se cambia con la fuerza, con la fuerza se baja.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.