“Hay que empezar a hablar seriamente de la movida de Crespo”, empieza Diego Brodersen su nota de domingo en Radar, de Página 12, sobre La helada Negra: el más reciente film de Maximiliano Schonfeld.
En el párrafo siguiente, el periodista reúne los nombres de la denominada “pandilla crespense”: Schonfeld, claro, pero también Ivan Fund y Eduardo Crespo (foto).
Los tres, instalados en la primera fila entre los nuevos cineastas nacionales, ya con rodaje y experiencia. Con historias por mostrar. Los tres referentes de la misma generación, nacidos en el mismo pueblo y reunidos, incluso en el punto de partida.
Se buscan razones a la coincidencia. Como las tanteadas cada vez que se intenta revelar por qué Gualeguay alumbró, más o menos en la misma temporalidad, escritores del tamaño de Juanele Ortiz, Carlos Mastronardi, Chacho Manauta o Emma Barradenguy.
Schonfeld cuenta en Radar el origen práctico del asunto. Cada vez que se le consultan, los tres lo hacen. “Hicimos un curso todos juntos en Paraná, en 2002, venía gente de Buenos Aires a dar talleres y creo que eso fue el disparador. Después cada uno hizo su carrera”, resumió Maximiliano en diálogo con Entre Ríos Ahora, en mayo de 2014.
De aquel inicio al día de hoy ya pasaron casi 15 años.
La segunda película de Schonfeld, que ya transitó el Bafici y el Festival de Beril, se estrena ahora en salas comerciales y es reseñada en los principales suplementos culturales del país.
Eduardo Crespo, que ya había filmado Tan cerca como pueda y fue noticia el año pasado cuando se alzó con el Martín Fierro como co director del unitario Doce Casas, ahora exhibe su segunda película, Crespo (la continuidad de la memoria), nada menos que en el Malba.
Mientras que Ivan Fund, el más prolífico de los tres, ya tiene en su haber los largos La risa, Los Labios, AB, Me perdí hace una semana, Hoy no tuve miedo y la más reciente, Asombro, otra vez en sociedad con Santiago Loza.
“De ese pequeño municipio entrerriano de poco más de 20 mil habitantes, conocido fundamentalmente por ser la Capital Nacional de la Avicultura, ha surgido durante los últimos años un puñado de realizadores cinematográficos con una voz no sólo personal sino bien audible. Potente”, describe la nota de Radar publicada este domingo y posteriormente se focaliza en la película de Schonfeld, que viene a integrar un díptico con la anterior producción del cineasta –de amplia repercusión- Germania.
“La helada negra” plantea -de modo poético analiza la nota- “algunas ideas sobre los márgenes de la identidad. Y sobre ese don inasible, que se posee o no se posee, que muchas veces suele confundirse con la superstición y que puede aparecer en los momentos y lugares más insospechados: la fe”.
La historia –filmada en Valle María- es sobre una chica sola que llega al pueblo de inmigrantes de origen alemán. Una chica de pelo oscuro y ondulado. Una chica misteriosa interpretada por Ailín Salas.
“El disparador fue un caso ocurrido cerca de Crespo, en una aldea llamada Boca del Tigre, mientras filmábamos Germania. Allí apareció un niño sanador en el medio del campo que salió en todos los diarios y la televisión. Los hombres y las mujeres hacían colas larguísimas bajo los árboles para verlo y había un componente muy interesante: la gente no sólo pedía por su salud y la de los suyos, sino que también había cuestiones ligadas a la rentabilidad del campo”, narra Schonfeld en la nota.
La película que se exhibe en el Malba, todos los sábados, tiene un escenario familiar, pero un sentido diferente. A partir de la muerte de su padre, Eduardo Crespo “se embarca en un viaje para filmar la película que harían juntos. Una película sobre Crespo, el pueblo de donde vienen, la avicultura y la relación de padre e hijo que los unía. Ahora que no está el personaje principal, la película viaja por los mismos espacios, intentando juntarlos a través de la memoria colectiva del pueblo y la memoria personal con el fin de reconstruir a partir de esos detalles, la figura de ese padre que ya no está”.