La tarde en la ciudad es una brasa caliente: el termómetro muy probablemente ande rondando la esquina de los 40 grados de térmica. Es la hora de la siesta, y a esta hora pocos paranaenses andan en la calle. El calor agobia y espanta y las calles se vacían. En medio de una plaza, una fuente y su chorro de agua cristalino se presenta como un oasis que a cualquiera haría apetecer un zambullón. El calor produce eso.

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.