Un total de 26 curas -más tres obispos- desfilarán por Tribunales durante las audiencias orales del juicio al sacerdote Justo José Ilarraz, acusado de abuso y corrupción de menores, que se iniciarán el próximo lunes 16 de abril, a partir de las 9.

Todos ellos han tenido que ver con el caso que investiga los abusos ocurridos en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo en el tiempo en el que Ilarraz fue prefecto de disciplina y responsable de los adolescentes que, entre 1985 y 1993, cursaban el ciclo básico de una escuela secundaria orientada al secundario. Allí estaban como pupilos, lejos de sus familias, al cuidado del sacerdote.

Son  siete las denuncias que pesan sobre Ilarraz. Las siete víctimas serán los primeros testimonios que escuchará el tribunal, compuesto por los jueces Alicia Vivian, Carolina Castagno y Gustavo Pimentel, después empezará el desfile de sacerdotes y monseñores. Los últimos tres obispos de Paraná -Estanislao Esteban Karli, Luis Bautista Maulión y Juan Alberto Puiggari- están citados para el 4 de mayo. Ese mismo día también debe concurrir a Tribunales el obispo de Concepción, Tucumán, José María Rossi.

En 1996, cuando Karlic cerró la investigación sobre Ilarraz después de escuchar las primeras denuncias de abuso, le aplicó la sanción del destierro, y el cura buscó refugio en Tucumán, donde siguió siendo sacerdote hasta 2012, cuando fue suspendido. Fue después de que se abriera investigación penal en su contra en la Justicia de Entre Ríos. Ahora, Ilarraz deberán responder ante la justicia ordinaria, y escuchar los testimonios sentado en el banquillo de los acusados.

Por el edificio de Tribunales volverán a declarar los testigos que ya lo hicieron en la etapa de instrucción. Entre ellos, los curas.

El 10 de julio de 2015, la entonces titular del Juzgado de Transición Nº 2, Paola Firpo, dictó el procesamiento del cura  Ilarraz, y el 17 de agosto de 2016, el  último juez de la causa, Pablo Zoff, resolvió elevar a juicio el caso. Ese juicio empieza el 16 de abril.

Qué dijeron los curas


Leonardo Javier Tovar, quien hasta diciembre de 2015 fue párroco de San Benito Abad –hoy se encuentra en la arquidiócesis de Buenos Aires–, uno de los pilares de la investigación judicial sobre Ilarraz, ingresó al Seminario en 1993 y, cuando se enteró de los abusos, hizo una promesa: asumió el compromiso de acompañar a las víctimas y hacer todo lo que esté a su alcance y no parar hasta que se haga justicia.

En la Justicia, aportó un dato clave: contó que el actual arzobispo de Paraná y exrector del Seminario, Juan Alberto Puiggari, afirmó que a él le constaba por documental “tres víctimas fehacientes”, pero no dio sus nombres y que a esas víctimas se las había acompañado en lo que necesitaban; del cardenal Estanislao Karlic no escuchó nada referente al número de víctimas.
El sacerdote Pedro Amadeo Barzán, ahora afincado en Italia, ingresó en 1983 al Seminario y egresó en 2000, y mientras fue seminarista fue también bedel, y, según las víctimas, uno de los primeros que oyó de los hechos. Fue en 1994, y ese mismo año también se puso al corriente de los hechos a Puiggari.

José Francisco Dumoulín, que hasta diciembre fue párroco de Santa Rosa de Lima, en Villaguay, pero que después renunció al sacerdocio, impulsó junto a Tovar la investigación del caso Ilarraz. Fue clave en la redacción de la carta que un grupo de sacerdotes le presentaron al exarzobispo Mario Maulión poniéndolo al tanto del caso Ilarraz. Y en la Justicia contó lo que escuchó de Puiggari: que la Iglesia sabía de tres casos de abuso, un dato que comparte con Tovar.

El actual párroco de San Cayetano, Silvio José Fariña, que fue quien encabezó la investigación interna de la curia en 1995 sobre Ilarraz, ordenada por Estanislao Karlic, y cuando fue a brindar su testimonio en la Justicia, recordó que Karlic le comentó sobre el arrepentimiento expresado por Ilarraz, y por esa razón, intuyó, se resolvió de la manera cómo concluyó la investigación: con la decisión de expulsarlo, sin la denuncia en la Justicia. Y dijo también que a las familias de las víctimas no se los puso al corriente de los hechos “porque era delito de instancia privada y tenían 18 o 19 años”, según se lee en la resolución de la jueza Firpo.

Los datos surgen de la extensa resolución a través de la cual la jueza Firpo dictó el procesamiento de Ilarraz.

Alfonso Vicente Frank, actual vicario de la diócesis de Concordia, fue también parte de aquella investigación interna de la Iglesia en 1995, ordenada por Karlic. Tomó conocimiento de los hechos en 1995, cuando se lo convocó para que actuase como notario, pero dijo desconocer por qué el procedimiento se hizo del modo que se llevó adelante, cómo se originó ni de qué modo concluyó.

El sacerdote Javier Balcar fue bedel –el rol de preceptor de los seminaristas menores– y que en esa tarea, contó, supo de ciertos tratos privilegiados que otorgaba Ilarraz hacia un grupo de muchachos. No recuerda si entre los privilegiados se encontraban algunas de las víctimas que denunciaron en la Justicia. Que en su calidad de bedel conoció de la existencia de normas de vestimenta, trato con menores, distancia, de prudencia, de moral en el Seminario y que por eso es lo que dijo: que le llamó la atención, pero jamás imaginó otra cosa.
Alfonso Gabriel Dittler, ahora con año sabático en la Iglesia, fue también bedel, y fue convocado a declarar en la investigación que encabezó Fariña en 1995. Pero contó en la Justicia que jamás supo de nada de lo que se investiga en la causa Ilarraz.

Gustavo Javier Mendoza, otro sacerdote que se apartó del clero, cuando declaró en Tribunales dijo que le creía a las víctimas antes que a Ilarraz, que negó todos los cargos en su contra. Ingresó al Seminario en 1990, y dijo que fue testigo directo de la vida de Ilarraz en el Seminario: y como les pasó a muchos que llegaban del interior, con apenas 12 o 13 años, lo tenían a Ilarraz como un papá, una persona con mucho carisma para tratar, contener a los chicos y adolescentes, lo seguían mucho, una persona muy carismática, expansiva. Y recordó un hecho puntual: una vez le comentó a Ilarraz que tenía hongos en la ingle y el cura le aconsejó que fuera a su habitación, donde daba bien el sol para que secara la parte afectada. Mendoza no creyó correcto hacerlo, y nunca fue a hacer eso para lo cual lo invitó Ilarraz.

Eran adolescentes, todos, y entonces, recordó ahora, ninguno veía en esos acercamientos de Ilarraz como la antesala de un abuso.
El cura José Barreto fue también bedel y trabajó junto a Ilarraz, pero no recuerda haber visto ni oído nada. Luis Bianchi, excura, conoció de los hechos a través del relato de las víctimas, y dijo que todo lo que le contaron, le pareció sincero.

Diego Ariel Rausch, párroco de Santa Teresita, negó en la Justicia haber tenido conocimiento de los hechos, y que sólo se enteró “por los medios”, y narró el caso de un familiar que sí soportó los abusos. Contó que formó parte del grupo de seminaristas más cercano a Ilarraz, Luis Alfredo Anaya, exdecano de la sede Paraná de la Universidad Católica Argentina (UCA), actual responsable de la Pastoral de la Salud de la diócesis, se enteró del caso Ilarraz por los medios, en 2012, aunque en 2010 supo de una nota que presentó un grupo de sacerdotes a Maulión sobre el caso. Ese fue su conocimiento, de la carta no de los hechos. La carta nunca la vio ni la firmó, que a la fecha no la conoce y obviamente no la firmó porque no estuvo en la reunión donde se solicitó la firma. De su contenido sabe por los dichos del vicario parroquial. Agregó que de los hechos en sí mismos se entero en Roma, leyendo los diarios por Internet.
Eso dijo Anaya.

Alfredo Nicola, expárroco en Oro Verde, relató en la Justicia que tuvo conocimiento porque una víctima se lo contó, aunque se enteró más por los medios. Admitió en la Justicia que en 2010 suscribió la nota como un pedido de esclarecimiento al obispo, no porque en su comunidad se hubiera planteado el tema. En la reunión fue Tovar quien lo sacó.

El canciller de la curia y capellán de la Policía de Entre Ríos, Hernán Héctor Ramón Quijano Guesalaga, supo de la investigación diocesana que Karlic mandó hacer en 1995 recién en 2012. Reveló que Puiggari dijo que en 1995, cuando era rector del Seminario, recibió una denuncia contra Ilarraz, que al día siguiente se la comunicó a Karlic y se inició investigación. Nunca vio nada que lo hiciera sospechar lo que se está investigando: los abusos a menores.
Coincidió durante un viaje por Europa con Ilarraz, que estaba acompañado por el actual sacerdote Diego Rausch, y no vio nada raro.

Mario Taborda, párroco de Bajada Grande, amigo personal de Ilarraz, dijo en la Justicia que nunca sospechó de nada de lo que se denunció. Pero aportó un comentario revelador: comentó alguna vez con otro sacerdote (Eduardo Armándola, hoy en África), que los chicos estaban mucho en la habitación de Ilarraz. En ese tiempo, la cercanía no era bien vista, y se recomendaba mantener distancia, no estrechar vínculos y veían una relación muy vincular de los muchachos con su formador, pero no lo comentó a ninguna autoridad porque no lo consideró un tema determinante, ni un desorden. Ilarraz siempre fue una persona solidaria, cercana, compartió los estudios y muchos momentos luego de terminarlos. Taborda contó que lo vio en Roma, después viajó a Tucumán, adonde Ilarraz se afincó cuando Karlic lo expulsó de la diócesis.

 

 

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.