José Riquelme no pudo.

Sus hijas Daiana, de 21, y Melisa, de 19, se enteraron de los abusos que soportó su papá en el Seminario de Paraná siendo adolescentes, hace tres años.

Se los contó su mamá, Rosana.

Crecieron rodeadas de la angustia de lo no dicho. Sabían que a su papá “algo” le había pasado  en el Seminario.

Pero primero no pudieron saber qué.

Ese “algo” era como en los cuentos de la infancia: lo que no se podía nombrar. No se nombraba como un conjuro contra el espanto.

Más tarde, Daiana, que estudia Arquitectura, y Melisa, que avanza con su carrera de Criminalística, entendieron que su papá había sido “testigo” de los abusos en el Seminario. De los abusos del cura Justo José Ilarraz sobre adolescentes.

Eso lo supieron de boca de José Riquelme.

Un día reunió a sus cinco hijos y les dijo eso: que algo pasó en el Seminario. Que eso pasó cuando era chico. Que ahora de grande había una investigación en la Justicia, que debía dar su testimonio  como testigo, y que quizá por eso su nombre iba a trascender en los medios.

No fue sino hasta tres años atrás  cuando supieron de boca de su mamá que su papá no había sido testigo de los abusos sino víctima.

No pudieron hablarlo con José Riquelme. “A él le da vergüenza. No puede hablarlo con nosotras, que somos mujeres. Con mis hermanos, sí. Pero con nosotras, no. Nosotras lo dejamos, no queremos presionarlo”, dice Daiana.

Están sentadas en un banco de Tribunales al aguardo que su papá declare. Y decidieron hablar ellas: tomar la voz de su papá.  Piensan que está bien así: hablar, ser la voz de su papá que soportó los abusos de Ilarraz.

“No fue hace mucho que nos enteramos de lo que pasó. Fue hace tres años –dice Melisa-. Todo lo que sabemos lo sabemos porque mi mamá nos contó. Lo que él le contó a ella. Y nunca le preguntamos para no hacerlo sentir incómodo”.

-¿Qué piensan de Ilarraz , de lo que pasó?

-A pesar de lo que pasó en el Seminario, mi papá siempre nos dio libertad. Quería que nosotros sigamos yendo a la iglesia, nunca le echó la culpa a la iglesia por lo que él pasó. Respeta que seamos creyentes. Pero dice que como en todos lados hay gente buena, y gente mala. Y que no tenemos que confiar en todos.

-¿Nunca se les ocurrió hablarlo con su papá, preguntarle qué pasó en el Seminario?

-Él es vergonzoso. Es muy cerrado. Le costó un montón decírselo a mi mamá. La primera que lo supo fue su cardióloga. Le daban ataques, le hacían estudios, y los estudios decían que no era tan grave para todo lo que le pasaba. Y la cardióloga le pregunta si le había pasado algo de chico. Y decía que no. Pero lo decía porque estaba junto a mi mamá. Al otro día, fue solo a la cardióloga. Y se lo contó. Fue la primera que lo supo: la cardióloga. Después, lo supo mi mamá.

-Ustedes van a la iglesia: ¿se habla de estos temas, de los abusos en las iglesias?

-No.

La historia.


José Riquelme llegó con 14 años al Seminario Nuestra Señora del Cenáculo. Era 1989 y su padrino, el cura Gabriel Battello, lo había impulsado para que se sumara al sacerdocio.

José Riquelme estaba seguro de que sería cura.

Pero nunca fue cura.

Y su vida quedó para siempre rasgada por el horror de los años que vivió en el Seminario.

El tiempo que estuvo enclaustrado en el Seminario sintió el acoso feroz del cura Justo José Ilarraz: su familia lo veía una vez por año y cada tres meses podía viajar a su pueblo, Hasenkamp, a visitarlos, de modo que su “nueva familia” estaba en el Seminario.

En esa familia, estaba, claro, Ilarraz.

La primera vez que José Riquelme sintió que Ilarraz se abalanzaba sobre él fue un sábado, después de jugar al fútbol en la cancha del Seminario.

Estaba en las duchas, terminando de bañarse cuando lo vio acercarse, toalla en mano.

Ilarraz se acercó para secarle el cuerpo, eso le dijo, y cuando lo secaba, sintió con pavor cómo lo hacía. Llevaba sus manos hacia los genitales, lo tocaba todo cuando quería.

José Riquelme tenía 14 años. Ilarraz sabía lo que hacía: sabía que lo abusaba.

“No lo tomes a mal, porque forma parte de nuestra amistad”, le decía Ilarraz.

José Riquelme soportó el asedio  de Ilarraz hasta que un día vivió un infierno.

“A fines del año 1989 Ilarraz lo invita junto a otros compañeros -cuyos datos de identidad no recuerda- a venir a Paraná, es decir, venir a la zona del centro a visitar a unos familiares del mismo. En el camino Ilarraz, les compró gaseosa, helado y, para ellos, que eran de un pueblo y nunca habían viajado en auto, era como si les daba  ´oro´. Cuando llegan a la casa de sus familiares, cuya dirección no recuerda, ya que no es de Paraná, Ilarraz los hizo pasar y no había nadie. En un momento, les dijo que se sentaran que él se iba a bañar. Si bien no recuerda la dirección del lugar, recuerda que era como un departamento, que tenía una cocina comedor, una habitación y un baño. Pasados unos minutos, mientras estaba con sus compañeros en el comedor tomando las gaseosas, Ilarraz aparece desnudo y le pregunta a uno de sus compañeros, RW: ´Te queres bañar´, pero él se levanta y le dice que no, por lo que Ilarraz comienza a tocarlo por encima de la ropa, luego le saca toda la ropa, lo deja desnudo y comienza a tocarlo; luego se tocan ambos hasta quedarse con sus miembros erectos pero sin eyacular, y RW se acerca a ellos y les dice ´vengan, no tengan vergüenza´. Ellos no querían saber nada, se querían ir, pero tenían tanto miedo que no supieron qué hacer (…)y allí es donde se asustó tanto (Riquelme) que salió corriendo hacia la puerta para querer irse, pero la misma estaba cerrada con llave. Ante ello se sintió tan mal y comenzó a llorar tan fuerte que Ilarraz tuvo que abrir la puerta”.

De ese modo, José Riquelme, ahora papá de cinco hijos, contó en la Justicia aquella experiencia traumática que le hizo vivir Ilarraz.

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.