Por Sigrid Kunath (*)
Fabian Schunk junto a otras víctimas le han puesto rostro, cuerpo y alma al dar testimonio. Testimonio del horror sufrido, de las angustias, vergüenzas y temores. Temores de no ser creído, de que sea tarde. Tarde para denunciar, reclamar, ser escuchado y lograr algo de reparación. Reparación que jamás equilibrará su ser, ni el de nadie. Nadie puede saber, frente a los abusos, cuándo se está listo para hablar, para gritar, para denunciar.
Denunciar como primer paso, iniciático de un largo y azaroso camino. Camino de leyes, tribunales, procesos. Procesos que en Entre Ríos han sido ejemplares, por el servicio de justicia y por la perspectiva. Perspectiva protectoria expresada en algunos -no pocos- fallos ajustados a la justicia del caso. Caso lleno de significación y complejidades.
En medio -año 2015-, la sanción de una ley de mi autoría, la 27.206, inspirada en la causa Ilarraz, y en los fallos de la justicia entrerriana que ya recogían principios fundamentales y vigentes en nuestro país para proteger a niños, niñas y adolescentes, la llamada Ley de Respeto a los Tiempos de las Víctimas. Víctimas de delitos contra la integridad sexual, menores de edad, que van a ver ampliadas las posibilidades de denuncia sin que la respuesta primera sea la prescripción, un instituto que extingue la acción penal por el transcurso del tiempo. Tiempo no mensurable para estas víctimas que merecen una mirada especial, desde las instituciones, los operadores y las leyes. Leyes que están vigentes, sobre las que vendrán interpretaciones, aplicaciones, miradas, perspectivas.
Expectativas recreadas en un fallo de alto contenido simbólico, precedido por la decisión de ellos, que se dicen (y lo son) sobrevivientes, sus afectos, sus abogados, y sus tiempos. Los tiempos de las víctimas…
(*) Senadora nacional por Entre Ríos