«Nadie se atreva a tocar a mi viejo!!».
El cartel que sostenía Nicolas Riquelme (16) era elocuente. Muy mucho.
Más todavía el que mostraba Brian Riquelme (22). Decía: «Mi viejo es lo más grande que hay!!».
Los hijos de José Riquelme, uno de los siete denunciantes de los abusos del cura Justo José Ilarraz en el Seminario Arquidiocesano de Paraná, se convirtieron en su escudo, en su defensa: un gesto enormemente contenedor.
José Riquelme le huye a las palabras. Casi no habló con los periodistas durante el largo mes que duró el juicio al cura Ilarraz, condenado el lunes 21 de mayo a 25 años de cárcel de cumplimiento efectivo al hallaro la Justicia responsable en cinco casos de corrupción de menores, y dos casos de abuso deshonesto, en ambos, agravado por su condición de educador.
Ilarraz fue prefecto de disciplina en el Seminario de Paraná entre 1985 y 1993, y tenía a su cuidado a los adolescentes que cursaban la escuela secundaria en el internado que funcinonaba en el denominado Seminario Menor. Ganó su confianza, se convirtió en su confesor, después los abusó.
Ilarraz abusó de Riquelme de un modo atroz. Tenía 14 años había llegado de Hasenkamp a estudiar al Seminario y su pasión era el fútbol. Dejó el Seminario, dejó el fútbol y dejó de ir a bañarse en las duchas, donde el cura avanzaba de modo salvaje sobre su intimidad. Cuando decidió presentarse en la Justicia, y denunciar, lo hizo en reserva. Hasta que un día decidió mostrar su rostro, y ponerle le cuerpo. Esa vez sintió el desaire de algunos de los suyos en Hasenkamp.
El largo camino en busca de justicia no fue sencillo, ni corto. José Riquelme siente todavía las esquirlas en el cuerpo.
Buscó contención en su mujer y en sus cinco hijos: Nicolás, Brian, Daiana, Melisa y Jennifer. «Siempre tu familia va a estar para apoyarte y hoy más que nunca. Después de tantos años de lucha se hizo justicia», escribió Daiana en su muro de Facebook el día que Justo Ilarraz recibió la condena.
Nicolás y Brian tuvieron la idea de armar carteles con frases de apoyo a su padre. Y fueron con esos carteles a Tribunales y ahí estuvieron, sosteniéndolos, conteniendo a José Riquelme.
El día de la lectura del veredicto, los cinco hijos de José Riquelme aguardaron en la puerta de Tribunales: no les permitieron ingresar. El trámite de la lectura del fallo por parte de la presidenta del tribunal, Alicia Vivian, fue breve. Los cinco hermanos vieron de pronto asomarse a sus padres envueltos en llanto. «No entendíamos nada. No sabíamos si lo habían dejado libre o lo habían condenado», cuenta ahora Melisa Riquelme.
Después no se acuerda de más nada. Sabe que lloraron de emoción, quizá que se abrazaron: no había mucho más para hacer. «Ahora estamos todos feliz -dice Melisa-. Se dio lo que nosotros esperábamos. Mi papá está ahora un poco más tranquilo, porque además siente el apoyo de mucha gente».
José Riquelme siempre confió en la Justicia, y en la condena de Ilaraz. Eso había dicho antes de que todo resultara así, tal como lo esperaba. “Me falta lo último, que es verlo preso”, dijo durante los largos días del juicio.
Ya lo está empezando a ver: Ilarraz está con presión preventiva en la modalidad de arresto domiciliario desde el 21 de mayo.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.