Por Roque Santana (*)
Después de décadas como docente, aprendí algo nuevo en un centro educativo, en un anexo, en una sede de la modalidad de jóvenes y adultos.
En una clase que fui a observar, la docente le decía a sus alumnos, como contando un cuento, que por 1810 los ricos tenían zapatos, y los sirvientes andaban descalzos, hasta que el rico no usaba más su calzado y se lo daba a los pobres. La horma por ahí no coincidía: entonces, apareció la palabra «chancletear», andar con calzados usados y que no coinciden con nuestra horma.
En ese centro educativo me dieron una enseñanza: me mostraron que en la modalidad de adultos no hay recortes,ni con los gobiernos anteriores ni con el actual, ya que nunca hemos tenido nada de lo que por estos días se reclama a nivel gremial. Es muy injusta la valoración de este trabajo docente que se hace en lugares periféricos, marginales, empobrecidos y con personas -nuestros alumnos- que poco importan a los intereses de la macro política. Estamos hablando de habitantes de la Nación Argentina, alumnos adultos y jóvenes que no terminaron la primaria cuando eran chicos.
Me enseñaron en ese centro educativo que no alcanza con decir qué barbaridad, hay que actuar: hay que chancletear y eso hacen estos maestros.
Para no ser subjetivo en mi análisis, les cuento que esos docentes y esos alumnos no tienen transporte rural, no tienen becas, no tienen insumos para limpieza, no tienen ordenanzas, no tienen partidas de comedores escolares.
De hecho, no tienen edifico propio como escuela. No entran en ningún programa que otorgue algún recurso económico para comprar libros, mobiliario: no tienen las computadoras de Conectar Igualdad. los docentes no perciben adicional por zona aunque trabajen en un lugar inhóspito, tampoco horario atípico, no perciben algún código por trabajar en hospitales, o en unidades penales.
En estos lugares no hay Internet, tampoco teléfono, mucho menos computadoras. Es decir que no podríamos decir que le han recortado algo de partidas desde el Gobierno Nacional: solo chancletear con algún elemento en buen estado y en desuso para otro.
Otro ejemplo que dio la docente fue que las mujeres por aquellas épocas la pasaban muy mal: no podían elegir ni con quién casarse. Eso lo decidía el padre.
Se me ocurrió encontrar semejanzas entre esa violencia y discriminación, con nuestra modalidad, cuando una modalidad del sistema educativo tiene menos recursos que otros del mismo sistema, no está premeditado su futuro, con chancletas y sin elección.
Cómo explicamos esto de tener un gobierno patrio que nos permitió en estos más de doscientos años brindar a todos las mismas garantías y libertades constitucionales, ya que todos somos iguales de argentinos. Es difícil, ya que objetivamente no es así.
Entonces, ¿qué hace que concurran este alumnado a estas experiencias educativas tan inconsistentes? ¿Cómo ejercen su derecho a la educación?
La respuesta es fuerte, como una madre pariendo; existe un maestro, una maestra, profesores, capacitadores, en fin educadores que son más que eso, son en sí mismos una institución, son la patria, son el Estado y son buenos compañeros.
Tuve la suerte de este aprendizaje ante tanto discurso hueco, discursos que ya no son elocuentes, discursos que no transforman; discurso que vengo escuchando desde distintas tribunas desde hace décadas. Hoy volví a aprender que la sociedad se transforma con convicciones, confianza en nuestras fuerzas y altura moral,
Vaya en este aprendizaje un hurra a esos maestros militantes de la educación pública, que reconoce en ese otro, un yo.
Maestras que saben de esa mujer que para asistir debe llevar sus hijos menores, maestros duros de entendedera, caprichosos, que aunque todo sea negativo siguen creyendo que educar es de los mejores legados que podemos ofrecer.
Y sobre todo un reconocimiento enorme a ese alumnado, joven y adulto que vuelve a la escuela principalmente a enseñarnos a los otros, a los que pudimos tener estudios, cargos, lugares en el sistema social, que la educación es un derecho permanente, que no se puede comprar, ni vender, sólo ejercer, mientras haya vida hay derechos.
Los insto a seguir enseñando, que hay muchos que todavía no han aprendido que no hay sociedad justa posible mientras haya desigualdades y excluídos.
Espero que si lo lee alguien con grado de decisión, tenga un gesto de justicia y favorezca condiciones de mayor igualdad y humanidad.
(*) Docente. Supervisor de escuelas de la modalidad de jóvenes y adultos.