La desembocadura del Arroyo Las Viejas, en el balneario Thompson, es un espejo adonde mirarse como ciudad: de qué modo se trata el medioambiente, de cuánto se tira al descuido a los cursos de agua, de qué importancia se le da.

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La desembocadura del Arroyo Las Viejas, en el Thompson, es una perplejidad: un ancho manto de residuos, botellas de plástico, una heladera vieja que flota en ese charco nauseabundo de agua encajonada por un río que se niega a bajar.
En ocasiones, los arroyos se esconden debajo de obras que se encaran con más o menos suerte. El Arroyo Las Viejas se muestra al natural.

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El Arroyo Antoñico, el curso de agua superficial más importante de Paraná, se ha ido sometiendo a constantes entubamientos, un modo de esconder lo que corre por los arroyos.
El exsecretario de Planificación de la Municipalidad de Paraná, Guillermo Federik, ha dicho que el principal problema urbanístico que tiene la ciudad de Paraná está constituido por los arroyos intraurbanos: “De las tres cuencas principales que atraviesan la trama urbana (Antoñico, La Santiagueña y Colorado – Las Viejas), la que presenta más complejidad es la del Antoñico, por las prexistencias edilicias, la geomorfología, la ocupación espontánea y el paralelismo de las vías del ferrocarril, conformando una doble barrera de segregación».
Los arroyos menos importantes, como Las Viejas, también tienen su problemas, y por ahora, ninguna solución.

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.