Por Sandra Miguez (*)

 

El Senado, en su mayoría con discursos moralistas, vetustos, antiguos, plagados de lugares comunes, privilegió creencias religiosas y la clandestinidad del aborto en contra del derecho de las mujeres a decidir.

Fueron varias legisladoras y legisladores quienes hablaron desde sus prejuicios. Hablaron desde las convicciones personalísimas –buscando hacerlas aplicables a todas las mujeres- amparados en la fe religiosa que nada tiene que ver con el sustento racional que, desde las distintas disciplinas científicas, se brindaron en este debate.

No todas ni todos. Hubo 31 senadoras y senadores que acompañaron el proyecto que ya tenía media sanción en la Cámara de Diputados.

Pero si algo quedó en claro este debate es que el aborto dejó la clandestinidad de las conversaciones, dejó atrás la penalización social, para instalarse en la agenda diaria: en las mesas de trabajo, de café, con amigas y amigos, con familiares, gente conocida y hasta extraña, se habla de aborto legal o aborto clandestino.

El tema ha generado una movilización social pocas veces vista, desde el retorno de la democracia. Suma a la lucha de las históricas feministas —que vienen bregando por la conquista de derechos para las mujeres desde hace décadas— la fuerza arrolladora de miles de jóvenas y jóvenes que han encontrado en los pañuelos verdes, un símbolo esperanzador de participación social y compromiso para que esta sociedad cambie, para tornarla más justa y más humana.

Es innegable que este debate compromete fuertes intereses: los del patriarcado. Hace visible a una sociedad que por un lado se organiza para ir a la conquista de sus derechos y una clase dirigencial y eclesiástica, que en los distintos ámbitos y estructuras, se sigue manejando con criterios machistas, que pretende seguir sosteniendo su dominio patriarcal por sobre la potestad sobre las mujeres y que no quiere ceder un ápice frente a la libre elección, frente a la decisión de goce, de disfrute, a la íntima y personal autonomía de nuestros cuerpos, los cuerpos de las mujeres.

Así como la marea fue cobrando fuerzas para inundar las calles, este despertar en la conciencia feminista tuvo otro aspecto relevante: la transversalidad. En el debate parlamentario no hubo posiciones por partidos, sino que unas y otros, otros y unas, se ubicaron a favor de la legalización del aborto, comprendiendo que es parte de la solución a un problema de salud pública que existe, que es real y concreto, y produce la muerte de miles de mujeres por año.

También estuvieron aquellxs a favor del aborto clandestino, quienes con sus votos permitieron y habilitaron la continuidad de una práctica ilegal que alimenta un negocio rentable de la parte de la corporación médica, en el caso de aquellas mujeres que pueden pagar un aborto en condiciones seguras, en contraposición con el riesgo concreto de enfermar o morir de quienes se realizan un aborto clandestino.

Este debate sirvió también para re/conocer a las y los legisladores, saber sus posicionamientos, conocer sus pensamientos, e identificar a quienes no han estado a la altura de la responsabilidad que tiene el cargo y lugar que ocupan. Falacias argumentales, ignorancia supina, o como diría Rita Segato “exceso de sentido común” fueron algunas de las manifestaciones más claras de cierta parte de una clase política que desconoce la realidad de su tiempo, que se ampara en lugares de poder, sin rendir cuentas a la sociedad. Pero esta vez la crisis de representatividad también les tocó la espalda. Fue visible y explícito que muchas y muchos ni siquiera habían preparado un texto para la ocasión del debate, incluso hubo quien se animó a decir que “no había leído el proyecto”.

Muchas y muchos incluso incorporaron en su discurso conceptos —que debieran ser elementales a la hora de analizar cuestiones referidas a derechos humanos y derechos de mujeres, niñas, niños y adolescentes— sin tener para nada en claro por ejemplo qué es la violencia familiar, la violencia de género, el abuso.

Hubo sí quienes entendieron la importancia de este tema y el real impacto que tiene en las vidas de miles de mujeres.

No fue en esta ocasión. La ley no fue aprobada. Pero como dice la canción “más temprano que tarde, sin retorno”, el aborto será legal, seguro y gratuito en la Argentina.

Algunos conceptos que se dijeron en el recinto


“Hay algunos casos donde la violación no tiene esa configuración clásica de la violencia sobre la mujer, sino que a veces la violación es un acto no voluntario con una persona que tiene una inferioridad absoluta de poder frente el abusador; por ejemplo en el abuso intrafamiliar, donde no se puede hablar de violencia pero tampoco se puede hablar de consentimiento…». Rodolfo Urtubey, senador nacional de Salta.

«A la mujer embarazada se le regala una planta, esas son las cosas que no podemos perder nosotros». Alfredo De Angeli, senador nacional por Entre Ríos.

«Pude dejar de lado mis convicciones religiosas y personales, estamos hablando de salud pública. Vivimos el tiempo de las mujeres, nos exigen que hoy aprobemos esta ley para que puedan decidir sobre su cuerpo. Quieren elegir cuándo ser madre sin morir en la clandestinidad». Ana Almirón, senadora nacional por Corrientes.

 

 

 

 

Foto: Gentileza César Pibernus

(*) Periodista. Publicado en Telaraña.