La calle, ancha, la esquina, generosa, recibe el sol tibio de la mañana de invierno, y muestra un paisaje raro. Al frente, un paredón colorido, y atrás de ese paredón colorido las viejas instalaciones ferroviarias reconvertidas en un centro cultural muy venido a menos. A lo lejos de todo eso, se oye el pitido ahogado del tren que pasa, lento, por las vías del fondo. Acá adelante, balconeando a la calle adoquinado, un taller peculiar, una especie de cementerio de autos que muestra una cara poco frecuente. Un auto ahí arriba, en el techo, que asoma como desde un escaparate, y se muestra sin pruritos. La esquina, así, adquiere otra fisonomía, atrayente, turbadora.

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.