Por Diego Dlugovitzky (*)

 

 

Quiero contar una historia. No es mía. Es la historia de una muy muy amiga. Es 100% real y está pasando en este momento. Y quiero contarlo porque la violencia hacia la mujer no es sólo un tema de mujeres: los hombres la causan!

(Aclaro que le pedí permiso para contarla y me comprometí a no dar su nombre y a no contar todo).

Acá va….

Esto viene pasando hace un tiempo, demasiado creo yo.

Su “error” fue enamorarse del hombre equivocado. Su “error” fue confiar. Su “error” fue volver a dejar lugar a que su corazón hable y decida, cuando ya había pensado que jamás volvería a darle ese privilegio.

Las historias de amor frustradas, muchas veces llevan a cerrar puertas y a decir: «Nunca más». Sin embargo, volvió a creer, a confiar e ilusionarse.

Como casi toda historia de amor, el comienzo fue toda pasión, amor profundo y promesas mutuas de eternidad.

Las cosas pronto dejaron de ser así.

Él empezó a maltratarla. Celos. Control. Malas contestaciones y desprecio.

Un día, recibí una llamada de ella: «Diego, quiero contarte algo».

Para mí, resultó muy fuerte por todos lados. Mi amiga que tanto quiero estaba desesperada y con miedo, pidiéndome ayuda.

Nunca había estado frente a una situación así. Nunca pensé que le podía pasar a una mujer que adoro y admiro en todos los sentidos.

Su angustia, su soledad y escuchar en sus palabras el calvario que estaba pasando por culpa de un hombre fue tremendo.

Mis sugerencias de un simple: «Déjalo», no sólo no funcionaban, sino que entendí, y no de manera inmediata, que mi amiga estaba atrapada.

Atrapada en una cárcel sin barrotes pero difícil de evadir. Atrapada porque su corazón y mente peleaban de manera desigual. Porque este hombre había calado mucho más profundo de lo que ella estaba preparada y yo podía imaginar.

Muchas conversaciones pasaron, y mucho tuve que aprender para entender la magnitud de lo que el abuso, el acoso, la violencia significan cuando se ejerce contra una mujer.

Dejarlo físicamente fue un esfuerzo enorme por parte de mi amiga. Llevó muchos días, llantos y miedos. Las amenazas de él, los empujones, los zamarreos, las miradas perversas, la mentira constante, la pretensión de someter a la mujer como si fuera una posesión, no son acciones inocuas.

Pero lo logró! Pudo dejar de convivir!

Para mí fue una tranquilidad enorme. Para mi amiga, no tanto. Lamentablemente, ella tenía razón en no festejar, en no sentirse plena de nuevo.

Este hombre nunca cesó en su acoso. Llamadas a cualquier hora, mensajes, mails, papelitos por debajo de la puerta, llamadas con terceros, amenazas, falsas promesas, maldiciones, etcétera.

La perversidad en primera persona. Esa pretensión de querer ser dueño, de dominación seguía estando y él lo hacía saber. Es decir, el NO claramente para él no era un límite aceptable.

El intento de invasión a la vida de mi amiga y la búsqueda de someter como quien somete a una mascota para que obedezca y entretenga, fue y es continuo.

Esta historia lleva más de un año. El acoso, abuso, hostigamiento, amenazas, son sinónimos y lo puede ejercer quien actúa con poder frente a quien no lo tiene o quien cree tener ese poder frente a quien se siente en una situación más débil. No quiero pensar en una enfermedad, porque eso le da excusas, le da argumentos para justificarse. Al enfermo se lo ayuda, contiene y se tiene una mirada cariñosa. A estos tipos de personas sólo hay que decirles que no estamos dispuestos a convivir con ellos. Nunca más!

Debemos entender que el NO ES NO y es así siempre, sin lugar a dudas ni segundas interpretaciones.

Hoy, le está pasando a una amiga mía. Podría ser tu amiga, tu hija, tu hermana o la de alguien más. Basta ya! Esto debe cesar de inmediato!

Mi amiga va a salir adelante, aunque hoy ella misma tenga dudas. Ella es más fuerte que su abusador y su NO cada vez es más potente. Ahora debo dejar de escribir: mi amiga me está llamando de nuevo: “Diego, me acaba de llamar….. me sigue acosando….”

Tranquila amiga, yo nunca te voy a soltar la mano. Vos sos más fuerte que esto que está pasando y pronto va a terminar.

 

 

 

 

 

(*) Abogado. Ex presidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA).  La amiga del relato está transformando toda esa violencia en una plataforma para ayudar a otras mujeres en la misma situación. 

 

Foto: Gentileza La Lucha en la Calle