Maximiliano Hilarza una vez pensó tener muchas otras vidas que al final no pudo tener. Fue abusado por un sacerdote, Justo José Ilarraz, a los 13 años, y ese momento oscuro, trágico, violento, cambió para siempre sus días y sus noches.

Dejó Paraná, se radicó en el sur de Chile, y allá es empleado de comercio y vive la vida que puede vivir. No fue nada de lo que pensó ser. «No fui bombero, pero sí un gran jugador de fútbol; no llegué a ser estrella de rock, pero sí de grande fui bajista en un grupo de punk rock; no fui sacerdote, pero llegué a ser abusado por uno», escribió alguna vez, un texto lacerante de un sobreviviente del horror.

Pero durante mucho tiempo no pudo escapar al horror.

«Aparecieron los miedos, los fantasmas, las sombras negras que en las noches me hacían despertar a los
gritos y que en mi inconsciente disfrazaban una sotana.

«Solía escuchar sus pasos haciendo sus rondas a la medianoche.

«Entonces me di cuenta que seguía trayendo al presente a aquel niño de trece años y no supe cómo lidiar
con él, pues, quien corrompió mi infancia, merodeaba por mi casa.

«Conviví, lo llevé conmigo a todos lados, me hice amigo de él, en las buenas y en las malas.

«Lloramos juntos, reímos, y nos desangramos juntos, tuvimos éxitos, también demasiados fracasos.

«Una vez, me dijeron de niño, “quien ama no daña”; pero también me dijeron, “eres mi mejor amigo, que
quede en secreto”.

Maximiliano Hilarza se convirtió en testigo clave en el juicio al cura Ilarraz, que terminó condenado a 25 años de cárcel por abuso y corrupción de menores. Fue aspirante al sacerdocio en el Seminario Arquidiocesano de Paraná, pero no pudo ser sacerdote: fue abusado por el sacerdote. El juicio y la condena a Ilarraz ocurrieron en 2018.

Maximiliano Hilarza.

Antes, en 2013, había acudido a la Justicia de la Iglesia, pero seis años después el tribunal eclesiástico que tomó su caso se ha hundido en el más absoluto silencio.

Maximiliano Hilarza no sólo denunció en la Justicia a Ilarraz por los abusos que soportó, siendo adolescente, en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo, sino que en 2013 también acudió ante el Tribunal Eclesiástico de Santa Fe y pidió una sanción canónica para el cura.

Ese proceso nunca avanzó, y en medio el oficial de justicia encargado de la tarea,el sacerdote Alejandro Bovero, fue apartado a raíz de un escándalo, de modo que en 2015 recién tomó intervención el Tribunal Interdiocesano de Buenos Aires. En enero de 2018, Hilarza comenzó a recibir notificaciones de parte del secretario del tribunal, el cura Matías Ezequiel Barutta: querían que fuese a declarar en el proceso que había iniciado en 2013.

En abril de 2018, cuando viajó de Chile a Paraná para declarar en el juicio a Ilarraz, el Tribunal Eclesiástico intentó que también testimoniase en el proceso canónico. Lo citaron un día, de noche, en la casa de las monas de Abbá Padre, en el mismo predio del Seminario, donde había sido abusado.

“Sr. Hilarza perdone pero no tenemos otro lugar. Cómo podrá ver ponemos todo lo que podemos de nuestra parte. El lugar es un monasterio. No es el seminario. No tenemos otro lugar. Nosotros salimos de Buenos Aires a las 11. No es cerca. Tratamos de llegar lo más rápido posible”, le contestaron cuando les dijo que ese lugar era inconveniente.

Hilarza había recibido una notificación en enero de 2018, firmada por el sacerdote Hugo Adrián Von Ustinov, vicario de justicia, que decía, textualmente: “En el marco de las actuaciones que se llevan a cabo en el procedimiento contra el Pbro. Justo José Ilarraz y en el cual usted es denunciante, agradeceré tome usted contacto con el Pbro. Lic. Matías Ezequiel Barutta, Notario, a efectos de acordar una fecha y hora para recibirle declaración”.

El proceso se había iniciado en abril de 2013, cuando dos de los entonces querellantes en la causa Ilarraz , Marcelo Baridón –hoy camarista—y Álvaro Piérola –ahora fiscal–, y en “nombre de un cristiano bautizado” –el ex seminarista a quien representaban, Maximiliano Hilarza–, denunciaron a Ilarraz ante el Arzobispado de Paraná, ciñéndose a lo que establece el Código de Derecho Canónico.

Le achacaban al cura la violación al sexto mandamiento, “no cometerás actos impuros”. En el escrito, solicitaron la “apertura de causa contra el presbítero Justo José Ilarraz”, y así frenar la prescripción en el ámbito eclesiástico: la falta que se le imputa a Ilarraz prescribe a los 20 años.

Baridón y Piérola pidieron expresamente la “apertura de causa contra el presbítero Justo José Ilarraz”.

La denuncia, que fue ingresada en el Arzobispado de Paraná pero que también llegó al Episcopado y a la Congregación para la Doctrina de la Fe, en Roma, se apoya en el canon Nº 1.395 del Código de Derecho Canónico que establece que el sacerdote “que con escándalo permanece en otro pecado externo contra el sexto mandamiento del Decálogo, deben ser castigados con suspensión; si persiste el delito después de la amonestación, se pueden añadir gradualmente otras penas, hasta la expulsión del estado clerical”.

Aquel insólito intento de tomar el testimonio de Hilarza en un monasterio en el predio del Seminario, un día a la noche, no prosperó. Desde entonces, abril de 2018, el Tribunal Interdiocesano de Buenos Aires ha cubierto el caso del más cerrado silencio. Nunca más se contactaron con la víctima, ni han vuelto a pedir que testifique en el proceso canónico. No se sabe qué destino tuvo la investigación.

«No ha pasado nada. No me han contactado más», contesta Hilarza, desde Chile.

La Justicia de Dios, parece, tiene patas cortas.

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.