El sacerdote Leandro Bonnin, entrerriano aunque ahora residente en el Chaco, dio su explicación de por qué las carmelitas llegan a la autoflaegelación, y consideró que así está escrito en las reglas de la congregación, aprobadas por el Vaticano a comienzos de la década de 1990. Y negó que ninguna religiosa esté en el convento allanado por la Justicia en Nogoyá esté en contra de su voluntad.
“Las religiosas que ingresan al monasterio saben que será así su vida, ya que ellas mismas, al conocerlo durante el proceso de discernimiento, tienen esa relación con las religiosas. Esta clausura no significa que las hermanas están ´privadas de la libertad´. En un convento donde todo funcione normalmente –según la regla- cualquier religiosa que desee abandonarlo puede hacerlo. No están retenidas por la fuerza, sino por su propia elección, sostenida en el tiempo”, señala.
“La vida de las carmelitas descalzas y su vocación es para el ´hombre de hoy´ un verdadero misterio, que sólo con dificultad puede comprender. Lo es no sólo para quienes tal vez no practican la fe católica, sino incluso para creyentes fervorosos. Por lo tanto, todo desvelamiento de algunas costumbres carmelitanas es capaz de escandalizar al ´ciudadano común´», señala.
Bonnin, uno de los sacerdotes que en 2010 firmó la carta de denuncia contra el cura Justo José Ilarraz, usó su cuenta de Facebook para explicar el porqué de la forma de vida de las carmelitas del convento de Nogoyá
“Dentro de la Orden Carmelita existen dos reglas vigentes, conocidas como la ´Regla de 1990´ y la ´Regla de 1991´, siendo la primera más austera y fiel en los detalles a la regla de la Reforma que Santa Teresa hizo del Carmelo. Ambas están aprobadas por la Santa Sede y han demostrado ser eficaces para llevar a muchas almas a una verdadera santidad”, dijo.
Luego, destacó que entre los elementos “más difíciles de comprender” para cualquier persona está el modo en que se lleva adelante la clausura de estas religiosas. “Ésta significa que una religiosa, una vez que ingresa (sobre todo en los monasterios que asumen la regla de 1990), ya no vuelve a salir del mismo más que por grave situación de salud. Su comunicación con el mundo exterior es limitada, e incluso el contacto físico con sus familiares más cercanos es casi inexistente. Las religiosas que ingresan al monasterio saben que será así su vida, ya que ellas mismas, al conocerlo durante el proceso de discernimiento, tienen esa relación con las religiosas. Esta clausura no significa que las hermanas están ´privadas de la libertad´. En un convento donde todo funcione normalmente –según la regla- cualquier religiosa que desee abandonarlo puede hacerlo. No están retenidas por la fuerza, sino por su propia elección, sostenida en el tiempo”, señala.
Respecto del modo de vida de los religiosos, acepta Bonnin otro de los elementos difíciles de comprender “es la austeridad de vida, manifestada, por ejemplo, en reiterados ayunos y en la práctica de algunas penitencias o mortificaciones corporales, como el cilicio o la flagelación. Estas prácticas forman parte de la tradición espiritual de la Iglesia y más en concreto de la tradición espiritual carmelitana”.
Y que esa práctica tiene “fundamento bíblico”, y lo encuentra en el apóstol San Pablo, cuando dice “castigo mi cuerpo y lo tengo sometido, no sea que, después de haber predicado a los demás, yo mismo quede descalificado».
“Las hermanas que eligen ingresar y permanecer en el monasterio aceptan libremente ofrecer sus vidas en expiación por los pecados del mundo –además de los propios- y no sólo asumir los dolores de la vida, sino también buscar de modo voluntario el sufrimiento corporal, para más imitar al Salvador.”, apunta Bonnin.
Pero enseguida subraya: “En el uso de las penitencias corporales, hay un límite claro, y es el cuidado de la salud, sea mental, sea psicológica. No puede ser agradable a Dios una penitencia corporal que dañe la salud corporal, ya que forma parte del 5to mandamiento el deber de cuidarla. Y tampoco es saludable que alguien incurra en un sentimiento morboso, más afín al masoquismo que al amor a Jesucristo. Las superioras deben velar para que las hermanas sean moderadas y evitar que en las religiosas se manifiesten desequilibrios psíquicos o emocionales”.
Respecto del voto de obediencia de las carmelitas, mediante el cual la religiosa hace ofrenda a Dios de su propia voluntad, renunciando a sí misma y disponiéndose a reconocer en la voz de su superiora la voz de Jesús, sostiene que ese voto “forma parte esencial de la vida religiosa y es uno de los elementos más importantes en su espiritualidad”
Respecto de la causa abierta ahora en la Justicia por supuestas torturas a las religiosas en el ejercicio de la flagelación, el cura Bonnin sostiene que debe primar la “presunción de inocencia” de las responsables del convento.
“En la historia de la Iglesia han existido, probablemente existan y puedan seguir existiendo monasterios en las cuales algunos de estos elementos típicos de la vida carmelita no son bien vividos. Esto se debe, no a un defecto en la regla o a un vicio en la naturaleza misma de la vida religiosa, sino a las debilidades y pecados de las personas involucradas”, señala.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.