En la madrugada de este lunes, falleció el cura Silverio Nicasio Cena, quien fuera párroco de Santa Rosa de Lima, en Villaguay, a principios de la década de 1990, cuando llegó a esa ciudad Marcelino Moya, luego denunciado por abusos cometidos contra jóvenes de grupos católicos.
Junto a los sacerdotes Prudencio Percara, Ángel Riedel y Andrés Senger, había sido declarado Prelado de Honor de Su Santidad, y por eso tenía el título de monseñor, otorgado por el papa Juan Pablo II, en 2004.
Pero Cena fue, principalmente, el superior inmediato del cura Moya cuando estuvo destinado como vicario en la parroquia Santa Rosa de Lima, de Villaguay.
Sin embargo, nunca denunció ni habló de situaciones de abuso.
El 29 de junio de 2015, dos víctimas denunciaron a Moya por graves hechos de abuso, y por eso se abrió una causa en su contra en la Unidad Fiscal de Villaguay, a cargo de la fiscal Nadia Benedetti. Un día después, el 30 de junio, la Iglesia apartó del servicio activo al cura Moya, cuya última misión pastoral había sido en Seguí.
Cinco años antes, el ahora excura José Carlos Wendler afirma haber puesto en conocimiento de las autoridades eclesiásticas las denuncias que pesaban sobre Moya. Y lo hizo por escrito.
Esa carta llegó en 2010 al entonces arzobispo Mario Luis Bautista Maulión, y quedó en manos de su sucesor, en 2011, el actual arzobispo Juan Alberto Puiggari.
En el texto, Wendler hablaba de «situaciones poco claras de algunos presbíteros respecto a su trato con menores de edad».
Enumera cinco casos de religiosos involucrados en relaciones sexuales con menores, y referencia un caso escandaloso ocurrido en una parroquia del norte de Entre Ríos en la que los padres de un menor reaccionaron de modo violento con el sacerdote cuando supieron que mantenía relaciones con sus hijos.
Cuenta el caso de un fraile franciscano, incorporado a la actividad en la Iglesia de Paraná, y de otro sacerdote, joven, también involucrado en relaciones con adolescentes de grupos parroquiales, del que tomó conocimiento Puiggari. En ese caso, detalla la carta, se resolvió enviarlo para que sea tratado por un psiquiatra, en Buenos Aires.
Wendler, que abandonó los hábitos en 2012, detalló lo que se enteró, y actuó como creyó que debía actuar. Oyó a los jóvenes de la Parroquia Santa Rosa de Lima y del Instituto La Inmaculada, donde Moya fue docente, y enseguida informó de lo que se enteró su párroco, Silverio Cena.
Wendler ocupó, años después que Moya, la función de vicario en Villaguay. Y su párroco, también, fue Cena.
Puiggari recién lo apartó temporariamente del clero el 30 de junio de 2015, mientras avanza la investigación judicial por las dos denuncias por abuso que pesan en su contra.
Pero el domingo se mostró molesto por la lentitud de la Justicia. “Estaría contento que se decida lo de Moya. Me siento injusto teniéndolo castigado, y que la Justicia no avance. Y la Justicia no puede decir que no hemos aportado todos los elementos que nos pidieron”, dijo Puiggari.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.