Dos sacerdotes con causas en la Justicia por abuso de menores –Justo José Ilarraz, ya procesado, y Marcelino Moya– y un convento carmelita de monjas de clausura investigado por supuestos delitos de tortura y privación ilegítima de la libertad.
Ese es el escenario que presenta hoy la Iglesia Católica en Entre Ríos. El último caso, el de las carmelitas, encima, cobró envergadura nacional, y fue tal la reperusión que, en forma torpe, las religiosas optaron por la sobreexposición en las redes sociales para contrarrestar las críticas. Pero su cuenta de Facebook, y los videos que se volvieron virales, duró menos de una semana: fue cerrada.
Las carmelitas, y la Iglesia, debierion salir a explicar cómo es que una congregación religiosa aplica, en 2016, un modo de vida del medioevo, con la autoflagelación como forma de vida contemplativa. A pesar del esfuerzo, la impavidez sigue reinando.
Aunque la Justicia ya empezó a dar señales: procura estableer qué pasa en ese convento, y si eventualmente ocurren delitos. El fiscal de Nogoyá, Federico Uriburu, decidió imputar por el delito de privación ilegítima de la libertad a la madre superiora,María Isabel y será indagada el próximo miércoles.
Es a raíz de las denuncias que hicieron exmonjas, cuyo testimonios recogió la revista «Análisis».
Conciente de que la apelación a Dios y la madre fundadora no resultarían suficientes, la priora del convento designó abogados :Guillermo Vartorelli y Miguel Angel Cullen.
Mientras todo eso ocurre, el arzobispo Juan Alberto Puiggari habló este sábado en la radio de la curia, FM Corazón, a propósito de la sesión del Sínodo Arquidiocesano que tuvo lugar en el Instituto Cristo Redentor.
Y habló también del zarandeo que atraviesa la Iglesia a raíz de estos casos que han llegado a la Justicia.
«Yo he escuchado esta crítica: monseñor hace el Sínodo para distraer lo que está pasando», dijo Puiggari, respondiendo de un modo peculiar.
«Yo no niego a los problemas. ¿Pero qué voy a hacer? ¿Me voy a poner a llorar? ¿Así se solucionan los problemas? ¿O los problemas se solucionan yendo a las raíces, a las causas, y sobre todo con una gran tarea evengelizadora?», se preguntó.
El Sínodo busa saber cuál es la realidad hoy de la Iglesia. Y partió con una base llamativa: una encuesta de opinión realizada entre 1.462 católicos durante 2014.
La denominada Encuesta al Pueblo de Dios, un complejo cuestionario compuesto por 73 preguntas, cuyos resultados fueron procesados por un equipo de la Universidad Católica Argentina (UCA) sede Paraná, contiene una crítica mirada sobre el trabajo de los sacerdotes en las parroquias.
Le piden los católicos a los curas que “promuevan la apertura a la comunidad en general”, que sus homilías en las misas sean más cortas, “de no más de 10 minutos”, que “no se concentren en un grupo de allegados o se inclinen por un grupo en detrimento de otro u otros”, que “controlen” los contenidos educativos de los colegios parroquiales, que encabecen proyectos misioneros en sus comunidades y que no permitan que algunos laicos asuman “poderes desmedidos en las parroquias, con falta de humildad”.
También, los católicos piden “mayor rigor con sacerdotes o laicos que cometieron o encubrieron pedofilia”, que haya una “mejor organización y transparencia en el mantenimiento económico de la parroquia”, y que se dé un acercamiento “con las personas separadas y con las parejas que viven en concubinato”.
De igual modo, los católicos consideran que es posible aceptar los cambios, adaptarse a las nuevas formas de la cultura y recibir de buen grado los cambios que proponen la sociedad y el nuevo rumbo de la Iglesia.
Pero además, el 56% de los católicos encuestados considera que las parroquias necesitan reformular sus estructuras, aunque hay un 20% que opina que podría hacerse más en la promoción de excluidos y necesitados. Y surge un dato curioso del sondeo de opinión encargado por la Iglesia: cuando se los consultó si hay motivación para que los católicos participen de la vida política, sólo un 46,2% respondió que sí; pero un amplio 22,7% dijo no tener opinión al respecto.
Puiggari hizo un balance de agosto, el mes más complicado para la Iglesia.
«Venía pensando esto. Qué increible que ha sido mi agosto. He recorrido muchísimos kilómetros: 80 horas arriba del auto. Cuántas cosas, cuántas fiestas lindas. Después, llegamos a fin de mes, y nos aparece este problema que estamos viviendo ahora», dijo Puiggari. El «problema» del que habla es el caso del convento de Nogoyá.
«Por eso hay que ver con los ojos de Dios, y Dios siempre ve más el bien que el mal», opinó. «El mal que tenemos, las situaciones dolorosas que estamos viviendo, nos comprometen a cambiar, nos comprometen a evitar que vuelvan a suceder–aseguró–. Pero a pesar de todo, Dios nos sigue mimando».
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.