Un fiscal, Federico Uriburu, encabezó un allanamiento el jueves 25 de agosto en el Monasterio de la Preciosísima Sangre y Nuestra Señora del Carmen, luego de que se conocieran las denuncias de dos exreligiosas, que denunciaron la aplicación de torturas y la privación de la libertad el tiempo que permanecieron ahí adentro.
Un juez, Gustavo Acosta, de Nogoyá, firmó la autorización para ese allanamiento.
Ahora, aquel fiscal, le imputó el delito de privación ilegal de la libertad a la madre superiora de ese convento, la Madre María Isabel, que en días deberá declarar en la Justicia.
Otras carmelitas, las de Luján, publicaron en Facebook sus impresiones respecto a lo que ocurre en Nogoyá, y dijeron que la “tradición” de la flagelación ha caído en desuso. “Las más sabias tradiciones espirituales las consideraron con recelo por el peligro de soberbia que entrañaban y por ello estuvieron siempre sujetas al discernimiento de la obediencia. Hace años que fueron cayendo en desuso en la mayoría de las formas de vida consagrada”, dijeron.
Nada de todo eso le ha resultado suficiente al secretario de organización del Sindicato de Prensa de Entre Ríos, Osvaldo Couceiro, que se ha subido a una campaña de corte clerical en abierto apoyo a la posición de la Iglesia, y de las carmelitas.
Paradójico: en esa tarea, Couceiro no ahorró críticas a la Justicia ni a los periodistas, esos mismos que él dice representar.
Primero firmó un curioso comunicado en el que hizo notar lo que consideró como “preocupante que periodísticamente no se hayan observado los principios básicos de la ‘doctrina de la real malicia’, que obligan a chequear la información en tres fuentes habituales y confiables”, en clara alusión a la que ha publicado la revista “Análisis” sobre el caso de las carmelitas.
Dijo –de un modo aventurado, riesgoso—que el periodista que firmó la nota “no integra el padrón de afiliados” del Sindicato de Prensa y “rogó” para que “Dios ilumine a los responsables para que inicien el tránsito por el camino del arrepentimiento y la enmienda en procura del perdón cristiano».
Este viernes, volvió a lo mismo. Habló por la FM Corazón, la radio de la curia, y señaló que “vivimos una torpeza jurídica y periodística en torno a este hecho. Es muy sugestivo que una publicación genere, en cuestión de horas, tantas cosas. Y esto sin entrar a hacer un juicio de valor sobre el tema en sí. Nos llama poderosamente la atención que esa misma estructura, no actúe con la misma celeridad cuando se publican cosas, por ejemplo, vinculadas al narcotráfico”.
Además agregó que “este procedimiento tan acelerado, tan rápido, tan puntual, ¿por qué no se repite en el narcotráfico o en la corrupción? Queda flotando una cierta animosidad o un cierto interés creado en esta cuestión”.
Couceiro hizo referencia a una torpeza jurídica pero también periodística. Respecto a esta último manifestó que “la torpeza periodística, parte del momento en el que no se cumple la Real Malicia que te indica que hay que chequear la información antes de publicarla con tres fuentes confiables. Deberían haberse dirigido a otras fuentes confiables”.
“Hay que ser muy responsable con lo que se escribe y con lo que se dice. Hay un deber, no puedo disparar una opinión y que siga el corso. Esto de tirar denuncias al aire lleva a perder la credibilidad y, justamente, el valor agregado del periodismo es la credibilidad. En el siglo XXI la base del periodismo es la confianza. No se debe suponer que la gente es manejable. Tenemos que decir: qué, quién, cuándo, dónde, cómo, para qué y por qué. A partir de ahí, dejar que los receptores del mensaje saquen sus conclusiones. Debemos respetar la libertad y el discernimiento”, estableció.
Además, Couceiro habló del lugar desde donde él se posiciona para dar su opinión respecto a este tema que involucra a la Iglesia y a la fe de muchas personas. “Sobre el tema de la religiosidad, podemos decir, que todos tenemos algún tipo de creencia. Y por eso hay que tener cuidado, porque podemos afectar sensibilidades que quizás no tengamos derecho a hacerlo. Hay cuestiones que, al ser morales, están reservadas a la persona y a Dios. Hay que ser muy cuidadoso y muy respetuoso”.
“Yo soy católico, aunque no soy de los que va todos los domingos a misa. Pero esto que pasó duele. Ser agredido injustamente a nadie le hace bien. Puede haber equivocaciones en cualquier grupo humano. Pero tampoco es cuestión de arrastrar las instituciones. Con la misma fuerza que planteamos lo malo, no planteamos lo bueno que se hace en silencio. Hay muchas religiones que las podemos encontrar misionando en hospitales públicos, en cárceles, en barrios carenciados. Hay muchas personas de todas las edades que dedican aportes económicos y tiempo para elaborar una comida, acercar una ropa y a veces acercar una Palabra de Dios a alguien. Esto también tiene que ser tenido en cuenta”, concluyó.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.